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DECADENCIA DE OCCIDENTE

jueves, 27 de octubre de 2011

Reflexiones sobre ingeniería social

En  http://www.thecorner.eu/archives/1319 leo que
“Following all this, listening to more comments at European level that reduce expectations for the summit (we definitely agree with the Dutch finance minister Jan Kees de Jager’ declaration who said: ‘We have never said that the summit was definitive …. This came from the Anglo-Saxon press‘).
Siempre me ha llamado la atención esa fobia oculta que tienen los europeos continentales a lo "anglosaxon", especialmente en economía. Recordemos hace dos o tres cumbres, con T. Geithner de invitado, que el sr Jünkers, presidente del (¿eurogrupo?) dijo que lo que decía el invitado eran cosas keynesianas, propias anglosajones, y que los "europeos" (sic) eran distintos.
Eso no lo niego yo ni nadie que tenga dos ojos y dos oídos y un mínimo discernimiento.Los europeos continentales son: alemanes, y holandeses, por la parte digamos germana-luterana; suizos holandeses, por la parte, digamos calvinista;  franceses e italianos y españoles, por la parte latina-católica; y griegos, rumanos y letones y ... por parte ruso/ortodoxa. Quedan los aspirantes como los turcos, que no creo que lleguen a entrar por desfallecimiento del tinglado.
Todo esto viene a cuento porque estos retales se han ido juntando en torno a un eje, el
Eje Franco-Alemán, que, tras la guerra, decidió hacer un tinglado para evitar nuevas guerras.
La desconfianza mutua ha llevado, si se fijan bien, a escoger elementos no comunes, como la lengua inglesa, como lengua común de la "Communauté". Hoy mismo veíamos un comunicado oficial de la cumbre en inglés. Pero resulta que Inglaterra es un ente extraño en la UE; y no está en el euro. No sólo eso: están emergiendo grupos ingleses que reclaman la separación de la UE.
¿No es extraño, artificial, y pedantesco usar la lengua de una cultura de la que se desconfía, extraña a todos, para construir un supra-estado? Es practicable un estado en el que se hable una lengua extraña a sus componentes? Sin embargo, los franceses se creen los líderes políticos, pero no se han atrevido a imponer su querida lengua. El Alemán, por su parte, tampoco es desdeñable: tiene una rica literatura acreditada por todos. AL menos el francés, hasta el XIX, pasaba por ser la lengua de la diplomacia. Y¿Quién que ha leído literatura rusa no se ha dado cuenta que las clases cultas hablaban en francés corrientemente?
Una alternativa podría haber sido -ya tarde para ello- elegir las dos lenguas de los dos países líderes, y quew alrededor suyo se hubieran agrupado las demás: los del sur al francés y los del norte al alemán. Creo que el grado de frustración de los no  parlantes de ambas lenguas sería igual, pero el grado de satisfacción de los parlantes sería enormemente mayor.
De modo que se decidió usar una lengua, para lo oficial, extraña a todos. Puede parecer una muestra de generosidad, pero viene a ser una debilidad. Una más que explica el poco arraigo que encuentra la idea en la mayoría de la gente.
Esto no es más que una curiosidad que nunca me ha dejado de llamar la atención: odiar lo anglo, pero obligarse a hablar su lengua. Que signifique algo decisivo o no, no lo sé. Lo que sé es que detrás (o delante) de cada lengua emerge una filosofía vital, que es la que da forma a una cultura. La cultura económica anglosaxo, despreciada por Jünkers, con razón o sin ella, es muy distinta de la suya, y por eso la llama con desdén: "keynesiana". La suya proviene del "Cameralismo" alemán, primo-hermano del "Colbertismo" francés, que cree que la gestión económica debe hacerse en "petit comité", o cámara de elegidos, en estrecha y secreta comunicación con el poder: como las cumbres europeas, mismamente. Es muy distinto a la idea anglosajona de liberalismo, entre otras cosas porque el Cameralismo no es compatible, en principio, con la democracia y el libre comercio. Pero bueno, no vamos a descubrir ahora que el tinglado europeo tiene un déficit clamoroso de democracia.
Con ello supongo que Jünkers quiere decir que rechaza de plano lo que Geithner les dijo en aquella reunión: que debían usar el BCE como prestamista de última instancia. Esto no es keynesiano, pero no importa: lo importante es que el europeismo, fiel a su tradición anti anglo, mal digerida y mal llevada, impide que el banco central sea un banco central.  Aunque ya la idea de que un banco central pueda ser supranacional, por encima de los gobiernos nacionales, es una idea que choca de frente con el "anglosaxismo", al que no le cabe en la cabeza una entidad por encima de las instituciones nacionales.
Pero eso ya es pasado, irrelevante para la superviviencia del euro. Lo que es presente es que se han dado las circunvalaciones más extrañas para no tomar la decisión más práctica: que el BCE ejerciera una función básica. ¿Por odio al keyno-anglo, o por profundas convicciones propias, o por ambos?
En todo caso esto tiene un nombre: ingeniería social. La ingeniería social en una nación es peligrosa. En un conjunto de naciones es más peligrosa. 

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