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DECADENCIA DE OCCIDENTE

jueves, 15 de agosto de 2013

Breve ensayo sobre la razón

No somos racionales. Una mitad de nuestro cerebro es, afortunadamente, emocional. La felicidad no viene de la razón, sino de la parte emocional. La razón no es más que un mecanismo imperfecto que no ayuda a sobrevivir.

Durante siglos, la filosofía occidental entronizó la razón, desde Platón a su apogeo, que fue la Ilustración francesa en el siglo XVIII. Entonces se decidió que todo podría ser gobernado por la razón, podía modular se una sociedad perfecta porque el hombre es racional. Y con la razón rodó problema es soluble y todo conflicto diluible. Lo único que impide alcanzar esa sociedad perfecta es el oscurantismo de la religiones y las falsas creencias, que podían ser fácilmente desmontadas aplicando la razón.

Descartes fue el gran propagador de la razón como suprema faceta del hombre. Newton, con su modelo cósmico de la ley de equilibrio en el universo, deslumbró a los filósofos de la siguiente generación, los Ilustrados. Ñes hizo creer que la sociedad podría modelizarse asii. Hubo sin embargo dos tipos de Ilustración: la británica, mucho más analítica y escéptica sobre las capacidades de la razón (Hume fue el paradigma de esta rama, con su escepticismo sobre la existencia real de la relación causal, que no era para él más que la observación de dos hechos seguidos), y la francesa, mucho más propagandística, política, y constructivista, como decía Hayek.

Las peleas y final ruptura entre Hume y Rousseau son el paradigma de esa distancia entre ambas ilustraciones, una pragmática y que delimitó el alcance de la razón, y otra implacable contra todo lo que no fuera de origen racional.

Esa entronización de la razón fue lo que acunó los movimientos sociales del siglo XVIII, hasta el estallido la Revolución Francesa, cuyo desarrollo demostró que el márchamo racional servía para cualquier delirio sangriento. Un siglo antes, Inglaterra había solucionado sus problemas políticos con un cambio de dinastía que había sido el comienzo de una prosperidad y de un desarrollo que se etiquetó por la historia como la primera "Revolución Industrial". La base había sido la liberalización de la empresa privada, hasta entonces dependiente de una licencia real a cambio de dinero.

Leyendo a Acemoglu (El origen de la riqueza y la pobreza...), y también a Nial Ferguson (Imperio Birtwnico), que aporta detalles importantes, se comprende el gran salto económico que dio Inglaterra desde 1688, cuando se fugó Jacobo, y fue sustituido por Guillermo de Orange. Si hay un ejemplo de "Bandido inteligente" (Mancur Olson) que se da cuenta que le conviene que sus súbditos sean libres porque la recaudación fiscal será mayor, ese es sin duda ese príncipe transplantado de Holanda a Inglaterra.

También se dio cuenta de que los réditos coloniales, que hasta entonces había monopolizado su Holanda natal, serían mucho más jugosos si ambos países se fusionaban: se fusionaron la compañías de ambos naciones que explotaban el comercio con las indias, y desde entonces la de Inglaterra se benefició de una mayor sabiduría y experiencia empresarial, lo que la hizo crecer. Pocas décadas después, fue Inglaterra la que dominaba todo el tráfico con la India.

Liberalismo y domino marítimo, fuerza e inteligencia, en contra de lo que creen los pazguatos liberales, que sólo sueñan con una humanidad que dejas suelta y se pone cortésmente a comerciar. El componente militar es una segunda pata muchas veces olvidada, porque sin él no hubiera habido Imperio. Eso sí, Inglaterra prefirió la astucia a el heroísmo, enfrentando a las tribus rivales y apoyando a la que más le convenía.

La libertad de comercio sólo es posible bajo la protección militar.

Mientras la Revolucion Francesa se ahogaba en su propia sangre, hasta que llegó Napoleón, Inglaterra dominó el mundo. Sabía muy bien como utilizar la razón a su favor. Napoleón se lo puso difícil, pero una vez liquidado, ya nada pudo parar la expansión del mayor imperio de la historia.

La Razón como paradigma filosófico sufrió un duro revés en el XIX, siglo de reflujo y de hastío de tanta sinrazón razonada. Siempre se había creído que había una conexión, o bien divina, o bien natural, entre la razón y la naturaleza. Kant, que partía de Hume, desmonto esa creencia como indemostrable, pues nosotros tenemos un raciocinio condicionado a priori: no vemos las cosas como son, sino como las podemos ver, en las coordenadas espacio temporales de nuestro cerebro. Lo que cremosa que es objetivo no es más que nuestra subjetividad inevitable de cómo nos llega al cerebro el mundo exterior. Disponemos de filtros por los que nos llega el mundo exterior, que condicionan el "fenómeno" que percibimos. Nunca alcanzamos "la cosa en sí".

"El mundo es nuestra representación", dijo Shopenhauer, dando la definitiva vuelta a la jerarquía platónica, Razón-Voluntad. El mundo es lo que percibimos que es el mundo, que no está gobernado por la razón ni por nada: es un mundo caótico y absurdo en el que domina una fuerza ciega a la que llama Voluntad, y la razón no es más que la sirvienta de esa voluntad, que nos ayuda a conseguir sus fines. La máxima expresión de esa voluntad es el deseo. La fuerza real que mueve al mundo, aunque luego nos engañemos con razonamientos a posteriori que nos muestran un mundo más coherente y sólido que lo que es en realidad.

Shopenhauer fue el predecesor de Freud, el primero en decir que la vida era un absurdo sin sentido teleologico alguno.

El escepticismo naciente trajo varias cosas, algunas positivas. Por ejemplo, Popper, que demostró que para alcanzar la verdad era necesario seguir una disciplina, como hacen las ciencias exactas, de formular hipótesis contrastables con los hechos. La razón por sí sola no es nada, es engañosa, si su argumentación lógica no se ve corroborada por los hechos. Por eso el científico veraz es humilde, formula sus conjeturas de la manera más clara posible, y lo hace de manera que puedan ser refutadas por otros. Lo definitivo no es que la hipótesis sea confirmada, sino que pueda ser refutada. Si no lo es, esa hipótesis explicativa de un fenómeno estará vigente hasta que llegue otra más potente en su capacidad explicativa.

En su "La sociedad abierta y sus enemigos" (libro de crucial indluencia en todo el siglo XX), Popper propone una sociedad en la que las decisiones políticas se basen en ese método de conocimiento, de argumento y refutación, sociedad , obviamente, que no se ha visto consolidarase.

La razón depende de una cultura, de unas creencias sociales compartidas. Cuando hay un consenso dilatado en esas creencias, la sociedad es estable y próspera (no creo que haya estabilidad sin prosperidad). Eso consenso no se refiere a las distintas ramificaciones de la razón, como la científica, la filosófica, etc. Se refiere a un consenso básico credencial que nadie pone en cuestión.

Cuando no es así, la razón se fracciona en mil y un orígenes distintos, y la sociedad se tensa. Estamos en un momento incierto en que la gente se siente desorientada, se rompe el sutil pero frágil consenso que sostenía todo el entramado social. Estallan conflictos que nadie es capaz de sofocar. Si se fija uno, se ve la conexión entre esos conflictos aparentemente distintos en varias partes del globo. Es el vacío social que los enlaza a todos. La gente en la mayor parte de mundo se ha quedado sin futuro, y eso produce una angustia colectiva indominable.

6 comentarios:

  1. Lo que la gente se ha quedado es sin expectativas (aparentemente predecibles) pero el futuro (seguramnete desagradable( sigue inalterable su curso

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  2. Eso pasa por creer en los espejismos y confiar en los dirigentes que nos venden la ficcion que no se creen ni ellos.Propomdria el voto condicionado a cumplir lo que se promete y para ser ratificado cada dos años mediante colecta de firmas en numero significativo.

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  3. Yo sería más duro todavía. Para empezar, un sólo mandato de cinco años.

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    1. No estaria nada mal que la "municion" politica fuera un solo cartucho con esa caducidad

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    2. Bueno, y algunas cosas más. Por ejemplo un presidente que frenara el poder de los partidos, es decir, del parlamento, un curva de ladrones

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Ponga Ud. lo que quiera, Muestre su airada y justa indignación, su santa Ira, pero respete un mínimo sentido del decoro. Tenga en cuenta que las opiniones son libres, los sentimientos ofendidos dignos de reparo, pero serán tanto más respetados cuanto su expresión esté más alejada de lo vulgar.