"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 1 de agosto de 2014

Borges y la Pampa. Milton

En "Memorias de Joseph Anton", Salman Rushdie hace la siguiente reflexión sobre su anómala situación de encarcelado para su protección, sin que tras cuatro años de persecución de la Fatwa, las cosas hubieran cambiado, si no fuera a peor. Hubo un momento en que la policía británica estuvo a punto de abandonar al protección. La cálida intervención en su favor del Senado de EEUU y de la prensa de aquel país, hizo cambiar de opinión al gobierno británico. Para describir su estado de ánimo, recurre a una bonita parábola de JL Borjes sobre la Pampa. (Aún no sabía que le quedaban toros sis años de condena.)

"Thorlichen le había regalado a él un ejemplar de su libro Argentina, y pese a que lo tenía guardado en una caja en algún sitio junto con casi todas sus pertenencias, recordaba aún lo que Borges había escrito sobre los límites de la fotografía. La fotografía veía solo lo que tenía enfrente, y por eso una fotografía no capturaría jamás la verdad de la gran Pampa argentina. «Darwin observa (y Hudson lo corrobora) -escribió Borges- que esta llanura, famosa entre las llanuras del mundo, no deja una impresión de vastedad a quien la mira desde el suelo o desde el caballo, ya que su horizonte es el de la vista y no excede los cinco kilómetros. Dicho sea con otras palabras: la vastedad no está en cada percepción de la Pampa (que es lo que puede registrar la fotografía) sino en la imaginación del viajero, en su memoria de jornadas de marcha y en su previsión de otras muchas.» Solo el paso del tiempo reflejaba la infinita vastedad de la Pampa, y una fotografía no podía capturar la duración. Una fotografía de la Pampa mostraba solo un campo extenso. No "podía capturar la monotonía inductora del delirio de quien viaja y viaja y viaja por ese vacío inmutable, infinito.

Conforme esa nueva vida llegaba a su cuarto año, a menudo se sentía como ese viajero borgiano imaginario, aislado en el espacio y el tiempo. La película Atrapado en el tiempo aún no se había estrenado, pero cuando la vio se identificó poderosamente con su protagonista, Bill Murray. También en su vida cada paso adelante se veía anulado por uno atrás. La ilusión de cambio se desvanecía con el descubrimiento de que nada había cambiado. La esperanza quedaba eliminada por la decepción, las buenas noticias por las malas. Los ciclos de su vida se repetían una y otra vez. De haber sabido que todavía le quedaban por delante otros seis años de secuestro, extendiéndose más allá del horizonte, quizá habría sucumbido a la demencia. Pero él solo veía hasta el borde de la tierra, y lo que había más allá seguía siendo un misterio. Prestaba atención a lo inmediato y dejaba que el infinito se ocupara de sí mismo."

... Un poco más adelante, se da cuenta que lo que él veía era la normalidad, es decir, la libertad, nunca es una conquista definitiva para el hombre. Es un buen recordatorio de que la libertad debe ser defendida todos los días, y que las señales de amenazas nunca son vanas.

Vivimos tiempos de amenana a la libertad, y el que no sabe verlo es que no sabe apreciar lo que tiene como un gran don.

"En Areopagítica Milton cantaba contra los estridentes mirlos. Aquel que destruye un buen libro mata la propia razón. [...] Dadme la libertad de saber, de expresarme y de argumentar libremente conforme a la conciencia, por encima de todas las libertades. Él había leído los textos antiguos sobre la libertad hacía mucho tiempo, cuando le parecían excelentes pero teóricos. No necesitaba la teoría de la libertad cuando la disfrutaba. Ahora ya no le parecían teóricos.

Los escritores que siempre le habían hablado con más claridad eran miembros de lo que él consideraba una «Gran Tradición» enfrentada al canon de Leavis, escritores que comprendían la irrealidad de la «realidad», y la realidad de la pesadilla del mundo, la monstruosa mutabilidad de lo cotidiano, la irrupción de lo extremo y lo improbable en la monotonía de la vida diaria. Rabelais, Gogol, Kafka, estos y los de esa índole habían sido sus maestros, y tampoco el mundo de ellos le parecía ya una fantasía. Vivía -atrapado- en lo gogoliano, lo rabelesiano, lo kafkiano."

 

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