Yo le vi en persona en un acto público del Banco de España: el nombramiento de Ángel Rojo como gobernador. La sala estaba llena de altas personalidades de las finanzas y de la política, desde el presidente del gobierno Felipe González, y el ministro Solchaga, hasta el último banquero. Hubo un momento de espera a que empezara el acto, y ahí estábamos todos mezclados. A mí me sorprendió la naturalidad y sencillez con que esperaban lucros los más famoso banqueros, hablando unos con otros, sin mostrar ninguna impaciencia.
Entonces, cuando el acto estaba a punto de empezar, se oyó un murmullo creciente desde el fondo del largo pasillo que desembocaba en la sala del acto. La gente que estaba cerca del pasillo comenzó a moverse como electrones de un experimento físico en el túnel de Ginebra, y al poco apareció EGH (El Gran Hombre). Ni Cesar Imperator hubiera hecho una entrada tan sonada: consiguió apagar el escenario y que todas las miradas se dirigieran hacia ese avance del César, casi como en una cuadriga, guarecido de su corte, a paso de cuatro en fondo, ritmo militar, y para más atracción, hablando a voces por un móvil que entonces casi no existían, y eran un engorro que pesaba como 3 kilos. Pero Mario necesitaba hacer una entrada sonada, y la hizo. Su voz se oía por cima del ruido general. El contraste entre la normalidad de los demás y esa entrada ruidosa y escenificada me lo definió para siempre, y no he cambiado de opinión. Lo primero que pensé, ¡vaya mala educación entrar invitado en una casa dando voces por un teléfono!
Mario Conde tiene una necesidad especial de estar en la palestra triunfante. Eso le ha perdido. Nunca he conseguido saber si hacía trapicheos para ganar dinero, o necesitaba el dinero para triunfar y subir a la palestra. Lo que es obvio es que son cosas completamente incompatibles. Pregúntenselo a Amancio Prada.
Tenía -aunque supongo que en estos días de aflicción ...- una facilidad pasmosa para decir cosas brillantes y atractivas. Era un demagogo que quería revolverlo todo para asaltar el poder, y ya había logrado meter sus infiltrados en la casa del rey. Pero su asalto al poder no pasó de su calenturienta imaginación, porque es difícil el triple salto moral desde el saqueo de un banco a la presidencia de gobierno. Él mismo puso en manos de sus enemigos -"El Sistema", como decía- las armas legales para eliminarle. Su caída fue tan sonada como su ascensión, porque él no podía dar que fuera de otra manera.
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