"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 20 de agosto de 2017

Un tren a ninguna parte

La verdad es que no queremos la verdad. Queremos una verdad de ficción, en la que hay un final feliz conseguido a base de llorar y pensar que todos lloramos al unísono, a base de minutos de silencio que son la base de La Paz. No hace falta mucho para convencernos que el final debe ser feliz, será feliz.
Primero, en la vida personal nunca hay un final feliz, y en la colectiva, no hay final. Recuerden lo de Shaskepeare: "la historia es un cuento relatado por un idiota, lleno de furia y de ruido, sin sentido alguno". Pues si no lo tiene, prestémosle un sentido. Es a lo que se dedican los historiadores, a dar lógica a lo que no lo tiene. Pero los historiadores empiezan por mentirse a sí mismos...
La historia es interminable. Tiene un principio, al menos para nosotros, pero no tiene un final. Y nosotros queremos oír que hay un final Feliz. Haya ruido y furia, pero al final, que suenen los violines. Creemos firme, pero inconscientemente, en ello. Necesitamos un sentido a este sinsentido.
Necesitamos controlar el pasado en pequeños espacios a los que vestimos con un sentido pretado. 
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La República, la Guerra Civil. Cada cual necesita un sentido de estos mitos rodantes, mal enterrados, un sentido que dé impulso al presente, porque hay que enganchar los vagones y que el tren siga rodando. Un tren a ninguna parte. 
España tiene un gran agujero negro en su inconsciente colectivo. Un gran agujero de confusión que algunos quieren reabrir en su interés, un interés que no es precisamente pacífico, sino de restablecimiento de unos mitos, Cataluña independiente, República. Si pasa algo, minuto de silencio y lágrimas. 
Pero cuando en España hubo eso, había grandes y cruentas batallas entre esos grandes mitos, e incluso dentro de ellos entre unas y otras banderías, que querían sobreponerse a las otras. 
En la Guerra Civil, la República se condenó a sí misma a perderla, al dividirse en facciones que se entremataban, que fueron cayendo una tras otra bajo el control de Stalin, quien al final perdió el interés por la guerra cuando estableció el Tratado de no agresión con Hitler. Después de eliminar a los adversarios del comunismo, y lograr que este partido controlara las riendas del gobierno Republicano, dejó plantados a los suyos. Stalin, el gran demiurgo que se aburrió de su obra, que no era más que una pieza de otra obra mayor. Nosotros fuimos sus marionetas. 
Pero esto no se quiere ver, no se quiere saber, o por el contrario se deje abierta por otros porque interesa el impulso del mito en el presente. En 1978 se hizo una solemne ley de amnistía que cerraba las heridas abiertas de la Guerra Civil. No sirvió para nada porque los del rencor quieren ese mito abierto. 
Triste el país que no sabe armonizar sus mitos y los vuelve a sacar a pasear con rencor. Porque es imposible leer los acontecimientos sin ponerlos en la perspectiva que a cada uno interesa, como ese ejemplo, mezquino y pueril a la vez, del presidente de la Generalidad catalana felicitando sólo a SU policía ante los demás mandatarios presentes. No es más que un ejemplo de que las llamadas a la unidad son efímeras. 
¿En España vamos a estar siempre bajo el chirriante roce de los mitos que se generaron hace ya más de un siglo? Pues sepan una cosa: el establecimiento de una República, de una Cataluña independiente, no traerá La Paz, sino la Guerra. Como hace exactamente ochenta años. 
 

1 comentario:

interbar dijo...

Tendremos conflicto sin haber conservado los principios.