"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 3 de septiembre de 2017

La productividad española: el problema eterno

En un recomendable artículo en Liberad Digital de Javier G. Echegaray, hay un gráfico en el que se ve meridianamente el problema de la economía española: la productividad apenas aparece en la descomposición del PIB entre cantidad de empleo (horas trabajadas) y el residuo, que es la productividad. 



La tasa de crecimiento del PIB es idéntica a la tasa de crecimiento del empleo más el de la productividad. (En realidad se debería de tomar una parte del PIB que excluyera el sector público, como se hace en EEUU. Allí se calcula la productividad sobre el "business sector", con lo que está más claro que es el sector privado el que aporta la productividad más importante, y que el sector público emborrona el panorama.)
Lo que vemos en el gráfico es muy curioso: sólo cuando la economía española entra en recesión - o contracción - aumenta la productividad. Es decir, sólo cuando el despido aumenta aumenta en la misma proporción la productividad, lo cual es bien triste. Esto se ve claramente en los dos baches del PIB entre 2008 y 2014, en el que el empleo tiene que caer mucho más que el PIB para que aumente la productividad. (Ahora hablamos de estos sospechosos datos.)
Es este fenómeno lo que me ha llevado a hablar de que el PIB está trucado y es más falso que un euro de madera, pues la caída del PIB en ese periodo debería haber sido tan pronunciada como la del empleo, siguiendo la línea histórica.  De ser así, el PIB de hoy no sería tan alto como es, lo que desde luego sería un problema para varias cosas, la más importante la relación de Deuda/PIB, que lógicamente sería más alta. Algo oscuro sucedió esos años, que no se vio en ningún otro país ¿Tendremos que estar en recesión permanente para lograr aumentos de productividad? 
Ahora hablemos de por qué es importante la productividad. 
Si la productividad no hubiera crecido a lo largo de la historia, estaríamos destripando terrones con las manos. Esto puede parecer muy gracioso, pero no lo es. Comparemos la vida de una tribu africana con la de una sociedad media como es la española. Allá tiene que estar todo el día trabajando para cualquier necesidad que aquí solucionas apretando un botón o abriendo un  grifo. Allá las mujeres, estén embarazadas o no, tiene que irá a acarrear agua a largas distancias mientras los hombres cazan, sin seguridad de que la sequía no haya agotado el agua y les bestias hayan emigrado. Sin embargo, hay mucha gente, mucha, partidaria de que volviéramos a vivir salvajemente y que nuestros hijos pasaran enfermedades y hambre, por la falta de la mínima seguridad de oferta de cualquier necesidad que aquí tenemos cubierta. Cualquier ideología barata, como la de los Veganos, son en realidad una invitación al suicidio. (No otro origen tiene la aparición cada vez más frecuente de decesos de niños porque sus padres se niegan a vacunarlos, algo que un día se convertirá en endémico si sigue avanzando ese tipo de cultura.)
Pero acerquémonos un poco más a la realidad de hoy; la productividad es la garantía de futuro de nuestros hijos. Cuanto más aumente, más Valor Añadido o PIB hay para distribuir entre beneficios y empleo, según la aportación de cada uno. Desde luego, con tan corto avance de la productividad, no se puede exigir que aumenten los salarios, como hace Juan Laborda, que no tiene en cuenta el pequeño detalle de que la productividad - o avance del VAB sobre el empleo - ha sido de tres décimas del 3,1% de crecimiento del PIB en el segundo trimestre del año. 
Pero, ¿es la culpa de los trabajadores? Obviamente no. Es la culpa de la estructura económica que tenemos, con fuertes tendencias a las actividades no productivas. Es la culpa de todos, empezando por los políticos, y de ninguno, por ser difícil asignar culpas en un asunto tan concurrido de actores todos fallidos. Es la culpa de los intereses creados que incentivan mantener las cosas mal organizadas, como están. Como mantener las ruinosas autonomías, fuentes de rentas públicas ineficientes que se cargan sobre los hombros de empresas y trabajadores. Es la culpa también, no se puede negar, de una cultura económica desastrosa que se centra en el reparto, no en la creación de riqueza. Una cultura que arraigó muy fuerte en la Edad Nedia con las órdenes mendicantes, que promovían no trabajar, sino orar y pedigueñar, que desaparecieron mucho más tarde que de otros países europeos. 
Sacamos pecho por empresas multinacionales españolas, que tiene éxito en el extranjero, y con razón. Pero hay que decir que esas empresas se van a buscar culturas más productivas, ambientes fiscales menos agresivos, y no son precisamente signo de nuestro triunfo, pero si de lo que seríamos capaces de hacer en otro ámbito cultural y otra organización social más orientada a la eficiencia. 

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