"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 20 de diciembre de 2018

Madame de Staël y Napoleón

Acabo de leer una biografia de esta señora, unas memorias suyas, y su libro sobre Napoleón. Así que me he metido entre pecho y espalda más de mil páginas relativas a Mme de Staël. Siempre había oído hablar de ella, pero no podía imaginar la importancia, el peso, que tuvo en la historia, sus diatribas con Napoleón, y su no desdeñable influencia en su caída. 




En el retrato se puede apreciar que no era atractiva, aunque fue gran amante de muchos hombres famosos por sus grandes dotes y su pasión por el amor. Benjamin Constant, brillante filósofo político, adelantado liberal, fue el más duradero. 
Su carácter y su vida fueron muy influenciados por su padre, a quien adoraba literalmente. Su padre, monsieur Neker, fue dos veces ministro de Louis XVI, el desgraciado rey que fue decapitado por la Revolución Francesa. Neker fue de aquellos liberales partidarios de seguir el camino liberal de Inglaterra, pero ese camino se les fue de las manos a los moderados que lo propugnaban, y los que no murieron antes fueron decapitados por la orgía de sangre que se desató después. Si él consiguió escapar fue por que se fue antes a sus propiedades de Suiza. 
Madame de Staël debe su nombre a su matrimonio con un diplomático sueco, con el que se casó por conveniencia, no llevando una unión muy ostentosa. Pese a ello siguió usando el nombre de su marido, Staël, casi toda la vida, hasta poco antes de morir. 
Lo que es apasionante de ella es que su influencia no se basó en participar en el poder, sino simplemente en el gran peso que tuvo en la opinión pública por sus publicaciones, y sobre todo por su “Salon”, pues fue una época donde las recepciones de personas influyentes tenían un radio de influencia en la sociedad más allá de lo que se pueda imaginar. Como por el otro campo, los clubs de los jacobinos y demás revolucionarios controlaban la opinión pública. Gran y brillante conversadora - lo que más le gustaba en el mundo -, recibió en su casa desde Voltaire, los enciclopedistas, ministros, aristócratas, incluso generales de Napoleón, a todos aquellos que compartían más o menos sus deseos de Libertad y de acabar con el “ancient régime”. Obviamente, de éstos círculos no salió la violencia sangrienta que vino después: eran partidarios de una transición suave y pacífica como se había desarrollado la “Revolución Gloriosa” británica, de 1689, en la que un pacto de La Corona con el Parlamento estableció por fin un régimen pronto democrático que se fue desarrollando. 
Es decir, un siglo después, Francia intentaba imitar a Inglaterra, sin conseguirlo ni lejanamente. Aparte de la orgía de violencia que se desató cuando la Revolución cayó en manos de los más violentos, destacando entre ellos Robespierre, es que luego sólo el golpe de estado de Napoleón consiguió un régimen estable, pero que rápidamente, por la ambición del Corso, se convirtió en una guerra imperialista contra Europa, que supuso la muerte de unos seis millones de europeos entre franceses y países invadidos. Sólo la batalla de Waterloo y la derrota de Napoleón por Wellington supuso el final de las guerras napoleonicas y la vuelta a La Paz de Europa, Paz que duró más bien que mal hasta 1914. Inglaterra fue el opositor más tenaz al corso. Inglaterra, españa y Rusia fueron las grandes fracasos de Napoleón, después de haber aplastado el resto de Europa. 
Por razones que se escapan a la fría razón, Napoleón tuvo desde el principio una inquina desbordante por Mme de Staël, pues ella percibió desde siempre que aquel no era un libertador, como pretendía venderse, sino un dictador implacable que sometía a las naciones que se iba comiendo a una tiranía eficacísima, imponiendo su famoso código napoleonico y sus funcionarios que lo aplicaban. No se movía una hoja de yerba en la Europa conquistada sin que sus sicarios se lo comunicaran. 
Aparte de sus “gloriosas” batallas militares - que siguen siendo objeto de estudio en las Academias militares, y de las que se desprende que era una mente privilegiada para la guerra -, Napoleón mantuvo una guerra personal contra Mme de Staël, contra sus publicaciones y las ondas que le llegaban de lo que decía y se decía en sus famosas recepciones. Lo primero que hizo fue deportarla, no más cerca de 40 millas de Paris, lo que para ella era un castigo severo, pues lo que más adoraba era su vida social e intelectual. Se fue a las propiedades en Suiza de su padre, pero no dejó de combatir con su genio al tirano, del que escribió un libro que es de los mejores que se han escrito sobre él. 
Como de todas formas Suiza cayó en manos del tirano (no por la guerra, sino por tratados que imponía a países invadidos), Staël tuvo que huir cada vez más lejos, llegando a acogerse a la protección del Zar Alejandro II, un ilustrado que deseaba modernizar su país y se negaba a someterse a Napoleón. Todo ello coincidió más o menos con la Némesis del Tirano, cuando invadió Rusia y los rusos supieron cómo destrozarle el ejército aprovechando la inacabable geografía y el duro invierno rusos. Fue el principio del fin - como lo fue para otro gran tirano, Hitler, la invasión de Rusia. 
Lo más curioso es que Staël criticaba en sus escritos a Napoleón sin nombrarle, pero éste sabía leer entre líneas de lo que le llegaba de ella, que no dejaba de enfurecerle. Lo que más le dolía era el gran éxito que tenían éstos en toda Europa. 
Mme de Satël tuvo el placer, angustioso por otra parte, de asistir a la derrota definitiva del tirano, pues se sentía francesa y no le gustaba ver su país invadido por ejércitos de otros países. No vivió mucho más, pues murió en 1817 muy joven, a los 52 años, en plena gloria. Sus obras, más intuitivas y llenas de genio creativo, más que académicas, merecen leerse, pues representan una época vista desde el lado opuesto al que se suele ver desde éste solar, en el que la izquierda y parte de la derecha, creen todavía que Napoleón fue un libertador. ¡Gloria a España que contribuyó decisivamente a su derrota! 
Biblio: “Madame de Staël, la baronesa de la Libertad”. Xavier Roca Ferrer

2 comentarios:

Pablo Bastida dijo...

Gracias por el post, siempre había oído hablar de la señora de Stael pero no conocía su importancia real. Sobre el "genio militar" de Napoleon, vale la pena releer el repaso que Tolstoy le da en Guerra y Paz. Un aventurero narcisista despreciable, que tenía la potra de tener por rivales a los mayores payasos de Europa.

www.MiguelNavascues.com dijo...

Te recomiendo “Madame de Staël, la baronesa de la Libertad” de Xavier Roca Ferrer. Ameno, interesante, informado, toda una época que yo conocía mal.