"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 9 de enero de 2019

Manuel Valls

Manuel Valls es un político fogueado. Por eso sabe que tiene que demonizar a alguien, y ese alguien es Vox. La política no es sutil, y la lucha por el voto es lo menos sutil de todo. Hacen falta consignas fuertes, en pro y en contra. No importa que Vox tenga entre su recetario medidas que vendría muy bien que otros partidos hicieran suyas. Pero Manuel Valls necesita alguien a quien escrachear porque se ha alineado sin una fisura contra el nacionalismo, y precisamente esa misma postura de Vox le viene muy bien para “consignar” que él es antinacionalista, pero distinto de esos “ultraderechistas”. 
En un artículo de Manuel Planas nos cuentan una anécdota significativa. Cedo la palabra al autor:

Poco antes de anunciar su candidatura a la Alcaldía de Barcelona, Manuel Valls cenó con un grupo de notables catalanes en casa del empresario Mariano Puig. Al encuentro, en mayo del año pasado, asistieron entre otros Josep Oliu, Emilio Cuatrecasas, Antón Costas, Narcís Serra, el notario López Burniol, editorialista de La Vanguardia, y el director de dicho medio, Màrius Carol. Todos se mostraron muy críticos con el proceso y el deterioro político catalán, como suelen hacer en privado y jamás en público.

Cuatrecasas adujo que la culpa era de Madrid, otro clásico de la alta sociedad catalana, e indicó a Valls que si quería presentarse a la Alcaldía de Barcelona más le valía olvidarse de la bandera de España y de manifestarse con Sociedad Civil Catalana. En ese punto, el ex primer ministro francés, que no está acostumbrado a que le digan lo que tiene que hacer, pegó un bote en la silla y acusó a los presentes de pasividad, si no complicidad, con el proceso nacionalista que ha destrozado Cataluña y manifestó que él se iba a presentar "por Barcelona, Cataluña, España y Europa". Sin complejos catalanistas.

Es fama que la filípica fue de órdago, una retrato cruel de la tonta burguesía que ha llegado a cortar la Diagonal al grito de "Els carrers seran sempre nostres", que patrocina el sistema mediático separatista y financió todos los disparates de Pujol, Mas y compañía con bastante más que el tres por ciento. Tenéis lo que os merecéis, vino a decir Valls a los estupefactos comensales, que tampoco están acostumbrados a que les canten las cuarenta.

El chorreo vino a confirmar que a Barcelona le podía sentar bien un alcalde extranjero para liberar a la ciudad del secuestro del proceso. Claro que Valls no es un guiri propiamente dicho. Nació en el barrio de Horta y pasó los veranos de su infancia y juventud en la ciudad. Sin embargo, que se manifestara en contra del proceso le convertía a ojos independentistas en una especie de marciano, algo así como un delegado del Gobierno en Cataluña natural de Murcia.

No tardarían en llegar las campañas mediáticas y los escraches contra el candidato, las acusaciones de fracasado, de trepa o de traidor, la hostilidad y los boicots en los actos públicos. La presión nacionalista fue tan eficaz que Valls pasó de denunciar el proceso a esconder la bandera de España y arremeter contra VOX. Es tal su desconcierto que ha llegado a comparar al partido de Abascal con el grupo de Torra y Puigdemont y compra todo el material averiado sobre VOX de la izquierda, del nacionalismo y de esa doble desgracia que es la izquierda catalanista, como si el problema de Cataluña lo hubiera creado un pequeño partido que defiende la unidad de España. O como si no le llamaran facha antes de que VOX sacara doce diputados en Andalucía imprescindibles para el PP y Ciudadanos, el partido que avala su candidatura. 

Sí, amigos, los catalanes “buenos” son así, están tejidos con esos hilos cada uno de cada casa, y no pueden dejar de pensar torcidamente. Es una larga historia mamada desde la infancia, y si éstos son los catalanes “fieles”, imaginen los otros. Ante esto yo no puedo más que decir, Bravo Valls; no decaigas. 
Otra muestra de fidelidad a sí mismo fue en el premio Nadal, cuando el ganador - un nindundi desconocido - aludió a los pobres presos políticos y a los lazos amarillos. Valls se levantó y le dijo a la Delegada de gobierno, presente en el acto, si no iba a hacer algo, por lo menos marcharse, que es lo que hizo él. Esto fue hace dos días, así que no creo que haya cambiado su pensamiento mucho. 
Mi reflexión va por la pobreza de la política, inevitable, y por el peso que puede representar Valls, considerable si tenemos en cuenta su carrera. A Barcelona y a nosotros nos vendría bien un toro así en esa cacharrería que es Cataluña. 
Eso sí, yo no pongo la mano en el fuego por ningún político, salvo que éste muerto y se hayan olvidado sus meteduras de pata, quedando sólo su encaje en la historia y su capacidad para torcer su curso hacia el infierno. Churchill, bien, y Roosevelt y también Lincoln, De Gaulle, Adenauer, Margareth Thatcher. Pero eso depende de muchas cosas, por mucho que ellos hayan hecho, entre otras cosas de la suerte. 
¿Por qué será que me pasa lo mismo con los escritores, que prefiero a los muertos? Quizás porque un escritor vivo es inaguantable. Los muertos en cambio han dejado lo mejor de sí mismos, y leer a un escritor muerto es como hablar con el pasado, algo que inexorablemente se extingue. Se revive una época siquiera pálidamente, pero que nos trae recuerdos que están, no se sabe por qué, en nosotros. Eso es la filosofía de la reminiscencia, de Platón, por la que tengo un gran respeto. Aprender es recobrar recuerdos que están pálidamente depositados en nuestras almas. 
Ya sé que es discutible, pero no puedo prescindir de ella. 

No hay comentarios: