"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 31 de marzo de 2019

Miss Giacomini

Miguel Villalonga es un escritor opacado por su hermano – ambos mallorquines – Lorenç Villalonga, el famoso autor de Bearn.
Sin embargo, no tiene menos méritos Miguel, que escribió esta deliciosa y breve comedia social sobre la Mallorca de finales del XIX.
“Miss Giacomini”, artista del bodeville, viene un día a actuar a Mallorca, lo que exalta los ánimos de los que se entusiasman y los que, integristas furibundos, rechazan de plano que una mujer bella pueda exhibirse en mallas y “decolleté” en una sociedad que apenas ha olvidado la locura de la I República.
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La Iglesia y sus más conspicuos acólitos, como es la aristocracia y los que aspiran a arrimarse a ella, son, cómo no, los de espíritu más represor, aunque algún deschavetado juerguista, señorito de tronío, aspira a enamorar a la artista. Ahí se juntan con los republicanos nostálgicos, partidarios liberales del “arte” euforizante, al que elevan a categoría de belleza absoluta como la griega.
Así quedan retratadas las clases sociales y sus grupos, a través de unos personajes simpáticos que son un vivo retrato de lo que es España ahora. Es decir, son tan atonlondrados y bobos como lo somos nosotros, y hacen una cuestión de honor político la actuación o no de la artista, y lo que es más grave, su éxito social.
Al final, miss Giacomini vino, vio, y venció, fue recibida por el gobernador, que guarda junto a su corazón la imagen dedicada de ella. Tras unos días de alborotos, mentideros exaltados, declaraciones de duelo, etc, fue como un suave huracán que sin dejar rastro perturbó la tranquilidad bostezante de la Isla. Porque es lo que dice Villalonga: no es paz y tranquilidad lo que perturbó Giacomini, sino el aburrimiento de un estanque apenas removido por una brisa suave.
Algo así como el mister Marshall de la famosa película de Berlanga, aunque uno tono menos fúnebre, se queda Mallorca, que vuelve a su estático devenir una vez el humo del barco que se lleva a la diva se disipa en el horizonte, como lo hacen las marchas de las bandas musicales que han venido a despedirla, pese al furor de marquesas, curas y acólitos, mientras el obispo ensimismado en su pasión de reformas arquitectónicas, lo único que quiere es que le dejen en paz.
Una novelita perfecta para un fin de semana, que nos rememora y nos permite una visión de las tontas e inútiles pasiones que hoy volcamos en la política, con argumentos heteroclitos y disparatados, quizás porque hacemos de la política nuestra diversión culmen, entre bostezo y bostezo.

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