"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 12 de febrero de 2021

La mujer imperfecta, de Somerset Maugham

“Rosie levantó su mano y me golpeó suavemente la mejilla. No sé por qué me comporté de esa manera; de todos modos, no era como me había imaginado que actuaría en semejante ocasión. Un sollozo contenido salió de mi garganta. No sé si sería por vergüenza y porque me sentía solo —no físicamente, pues pasaba todo el día en el hospital en contacto con toda clase de gente, solo de espíritu— o porque mi deseo era muy grande; la cuestión es que comencé a llorar. Me sentí muy avergonzado de mí mismo, traté de controlarme y no pude: las lágrimas brotaron de mis ojos y se vertieron sobre mis mejillas. 
Rosie las vio y dio un pequeño suspiro. 
—¡Oh, cariño! ¿Qué sucede? ¿Pero qué te ocurre? ¡No, no! 
Me rodeó el cuello con sus brazos y comenzó a llorar también, besándome los labios, los ojos y mis mejillas húmedas. Luego se desabrochó el corpiño y me hizo apoyar la cabeza sobre su pecho. Me acarició las mejillas y me acunó como si fuera un niño. Le besé el pecho y su blanquísimo cuello, y entonces se quitó el vestido, y se quedó en corsé. 
Luego comenzó a quitárselo, conteniendo la respiración para facilitar la operación. Quedó en pie delante de mí, en camisa. Al rodearla con mis brazos, pude notar las marcas dejadas en la piel por el ajustado corsé. —
Apaga la lámpara —murmuró. 
Ella me despertó al día siguiente, al amanecer. Pude adivinar que amanecía debido a la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas, dando forma a la cama y al ropero. Me despertó con un beso en la boca. Sus cabellos me hacían un suave cosquilleo en la cara. 
—Debo irme —me dijo—; no quiero que me vea la dueña de la casa. —
Hay tiempo de sobra. 
Inclinada sobre mí, sentía el peso de sus senos. Al rato, saltó de la cama. Encendí la lámpara. Se puso frente al espejo, arregló sus cabellos y luego durante un instante se quedó contemplando su cuerpo desnudo. Su cintura era pequeña; aunque muy bien formada, estaba delgada. Sus pechos eran firmes, como tallados en mármol. Era un cuerpo hecho para el amor. A la luz de la lámpara, forcejeando con la creciente luz del día, todo era oro plateado, con excepción del tinte rosado de sus duros pezones. 
Nos vestimos en silencio. No volvió a ponerse el corsé, sino que lo envolvió en un pedazo de diario. Cruzamos el pasillo en puntillas, abrimos la puerta y salimos a la calle. El amanecer vino a nuestro encuentro, como un gato que trepa una escalera. La calle estaba desierta; el sol brillaba en las ventanas orientadas al este. Me sentí tan joven como el día. Caminamos del brazo hasta llegar a Limpus Road, donde ella vivía. 
—Déjame aquí —dijo—. Uno nunca sabe... 
La besé y vi cómo se alejaba. Caminaba despacio y muy erguida, firme sobre sus talones, como toda mujer de campo a la que le gusta sentir la buena tierra bajo sus pies. No podía volver a la cama. Caminé hasta llegar al puente. Las aguas tenían el tono brillante de la mañana. Una barcaza oscura cruzaba por debajo del puente de Vauxhall. En una lancha dos hombres remaban cerca de la orilla. Estaba hambriento.”

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