En 2000, cuando el Congreso acordó la liberalización comercial permanente con Beijing, United Steelworkers of America denunció el acuerdo como una “traición a los intereses de los trabajadores” y advirtió que las fábricas desaparecerían como resultado. El descontento de los obreros ha persistido desde entonces y Donald Trump lo aprovechó mucho.Pero Clinton creía que mejoraría las exportaciones estadounidenses y empujaría a China aún más hacia las reformas económicas. La idea era que a medida que China se hiciera más rica y estable, la amenaza a la estabilidad global disminuiría y la liberalización liberaría el potencial del pueblo chino para exigir un gobierno más inclusivo.Hoy, estos juicios parecen al menos ingenuos. A pesar de las preocupaciones sobre las políticas industriales, la gestión de la moneda y las prácticas de transferencia de tecnología y acceso al mercado de China, la dirección del viaje con respecto al compromiso económico y comercial fue inamovible e impulsada tanto por George W Bush como por Barack Obama.Bush etiquetó a China como un competidor estratégico, pero de todos modos coqueteó con el régimen. Permitió negociaciones en curso en una amplia gama de asuntos económicos y financieros. Creía que los incentivos comerciales, incluso en países totalitarios, harían que “el paso a la democracia se volviera inexorable”.La administración Obama, formada en el huracán de la crisis financiera, fue igualmente cálida con China y se resistió a las demandas de hacer frente al país a medida que se volvía más truculento en política exterior. Obama hizo poco después de 2012, cuando el nuevo líder del país, Xi Jinping, desarrolló la Iniciativa de la Franja y la Ruta para influir en el comercio mundial y las islas armadas en el Mar de China Meridional.China también aprovechó la crisis financiera para hablar con más fuerza. Si bien señaló que la inversión extranjera aún fluía fuertemente hacia el país, Beijing trató de enfatizar que el modelo económico estadounidense ya no era adecuado para su propósito y que el mundo debería abandonar un sistema financiero moribundo basado en el dólar estadounidense.Fue un tema que el partido continuó después de la toma de posesión de Trump en 2017, cuando la prensa estatal de China atacó los "graves inconvenientes" de la democracia occidental y dijo que el futuro pertenecía al "socialismo con características chinas".
Hay que decir que China aceptó el papel asignado, pero no jugó con lealtad. Manipuló descaradamente su tipo de cambio frente al dólar para impulsar las exportaciones, que fueron invasivas en EEUU, sin que éste pusiera objeciones. Alguna vez China se convertiría en comprador ¿no?
Pues no. Lo que hizo fue acumular montañas de reservas - dólares -, que colocaba en deuda y acciones americanas, lo que llegó a crear una gigantesca deuda exterior de EEUU con China, cuyos superávits exportadores eran la fuente de ese capital. Gran parte de éste desequilibrio financiero fue un factor esencial en la crisis de 2008.
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