"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 19 de enero de 2023

Nosotros jugamos en otra competición

El problema de Sánchez es que no se entera de qué va Europa. Mientras él hace demagogia populista, en Europa se está cambiando el modelo profundamente, buscando además la eficiencia económica perdida. 
El nuevo modelo europeo que parecen haber pactado la Comisión y los gobiernos más fuertes, como Francia y Alemania (con países adherentes), contempla más gasto público, más intervención pública, pero recuperando una eficiencia perdida en la gestión. En términos más concretos: industrias básicas intervenidas o nacionalizadas (como ha hecho Francia con la electricidad) y, a la vez, reforma dramática de instituciones básicas, como el agujero de las pensiones, que amenaza con llevarse todo por delante y convertirnos en verdaderos parias de la Tierra. 
Pero Sánchez no se entera o no le complace. No le van los problemas a largo plazo, y menos estratégicos, le va más la propuesta de sus socios de gobierno podemitas, de endeudarse para repartir prebendas a adictos y clientela. De paso, meter mano a las instancias más significativas que son varias: Tribunales, CNMV, Leyes claves de orden constitucional, INE (PIB, IPC, cifras de desempleo) y todo lo que le  salga al paso de su despilfarro que arruina al estado. Si alguna estrategia tiene Sánchez, ésta no puede ser más que dejarle las duras reformas ineludibles a su sucesor, presumiblemente de la derecha. 
Así va sembrando clientela y poniéndoselo difícil, muy difícil, al futuro gobierno. Pero eso no es estrategia económica sino electoral. 
Quizás, desde su punto de vista, tenga sentido. Si miramos a Francia en estos momentos, país que encarna la estrategia europea de más intervención estatal unida a más eficiencia (¿?), lo que vemos es un país patas arriba por las huelgas que le han montado a Macron para impedir que desarrolle sus planes de reformar las pensiones y hacerlas financieramente más sostenibles – reformas que, en realidad, tratan sólo de retrasar en el tiempo la quiebra. 
Esto quiere decir, por lo que dicen las encuestas, que la masa electoral, agrupada tras los sindicatos huelguistas, rechazan frontalmente el aumento de la edad mínima de jubilación, hoy una cifra escandalosa: 61 años, algunos a los 60. Macron la quiere elevar progresivamente a los 62, y naturalmente, nadie quiere que le quiten el caramelo de la boca. Ya en 2018 Macron quiso hacer la reforma y sin enfrentó a los “Gilets Jaunes” (chalecos amarillos), un ejército inesperado, interclasista, que obligó al gobierno a dar marcha atrás. 
Esto es un problema porque Francia es el país más emblemático de la Unión. Es, o era, el bastión del Estado centralista pero eficaz que había fundado De Gaulle con la V República en 1958. Gran Estado, grandes empresas públicas, gobernadas por altos funcionarios ejemplares, educados en la no menos ejemplar “École Normale”, bajo cuyo nombre se esconde la formación de los futuros dirigentes, previamente seleccionados, del Estado y de la Empresa - privada o pública, lo que igualaba la retribución en ambos sectores. Algo que en España se desconoce.
Esto funcionó durante muchos años, hasta que en la primera crisis de petróleo, en 1973, despertamos todos de un sueño, y vimos por primera vez que tendríamos que pagar una tasa cada vez mayor de nuestra opulenta renta por las materias primas. Luego vino la segunda crisis del petróleo; el  alivio pasajero de la caída del Muro de Berlín (que redujo el coste de defensa, lo que se dio en llamar “rédito de La Paz”), hasta que al poco tiempo el Gran Oriente, China, emergió y se apoderó de los mercados mundiales gracias a un tipo de cambio artificialmente bajo, lo que además se tradujo en pingües excedentes exteriores que se adueñaron del mercado financiero mundial. (Hay que decir que el “efecto China” no se limitó a eso: algunos clamaban por una imitación de su modelo.)
A esto se le llamó globalización, es decir, en crudo, competencia por la productividad, que muchos países ricos, entre ellos España, no supieron digerir. La ventaja de China es que es una dictadura, que puede controlar los precios más importantes, como son el tipo de interés, el tipo de cambio, y el salario, y dirigir los flujos de capital a los sectores seleccionados por su interés estratégico y de largo plazo. Pero para eso es necesario ser una dictadura policial, militarizada y amenazante. Nosotros somos demócratas, y no amenazamos a nadie. 
Y para rematarlo todo, la lenta pero destructiva caída demográfica empezó a asomar por el horizonte, lo que se traducía, como dice Larry Summers, en la “Secular Stagnation”, visible en la lenta pero evidente caída de los tipos de interés en las últimas décadas. Es decir, la lenta caída de la rentabilidad del capital. 
Parece que en Europa, y menos España, no se hacían eco del mensaje, salvo en los fracasados intentos de reformar las pensiones, pero con la mano en el freno de mano por si las masas electorales se rebelaban. 
Y se rebelaron. Por lo tanto, el déficit y la deuda aumentaron, y ya de paso se le dio un empujón al componente estructural de ambos.
Tras la Crisis Financiera de 2008, los gobiernos no han conseguido controlar el déficit fiscal ni la deuda. Lo que no tiene justificación es que no todo es déficit cíclico. Es decir, para unas futuras generaciones menguantes y pésimamente preparadas, se les echa a la espalda un débito que deberán amortizar con sus, según Summers, una rentas notoriamente más bajas. 
Repito, esto al gobierno de Sánchez no le incumbe. Todo lo contrario, él aumenta la deuda estructural y la dilapida en generosas prestaciones selectivamente elegidas por ideología. Cuando lleguen los Reformistas y los hombres de negro ya inventaremos unos chalecos amarillos que les hagan frente. 
Lo que no es difícil es adivinar el bloqueo de Europa por unas masas electorales rebeldes que se muestran en contra de su supervivencia y la de sus hijos. Si antaño, los países subdesarrollados como Corea, o España, o más tarde Chile, supieron engancharse al capitalismo de occidente, es porque sus gobiernos crearon expectativas ciertas de progreso inmediato. Efectivamente, las duras reformas crearon inmediatamente aumento de la productividad, empleo y salarios reales crecientes. La demografía mundial ayudaba a crear mercados fáciles de conquistar. Además, los tipos de cambio eran ajustables, un poco de inflación reducía el tipo de interés de pleno empleo, las inversiones real rentables.
Un modelo pedestre pero eficaz, en el que resonaba lejanamente el eco de Keynes, aunque éste apenas había formulado un modelo a largo plazo, si bien había manifestado de palabra que veía el futuro con una fuerte intervención estatal. Pero no precisó los detalles a largo plazo. De eso se encargarían sus  seguidores, como Robert Solow. En todo caso, nadie ha modelizado variables no cuantificables pero esenciales, como la ayuda exterior (plan Marshall), el papel del estado en la coordinación (Francia), la protección en seguridad (Europa, Corea), etc, que ahora no se dan. En el Gran Desarrollo europeo postbélico, estos factores jugaron un papel esencial, quizás más importantes que la cifra de los préstamos  en dólares, como dicen De Long & Eichengreen (https://econpapers.repec.org/paper/nbrnberwo/3899.htm)
El papel esencial del plan Marshall fueron las condiciones de la ayuda: que requerían a los países receptores que abrieran sus mercados exteriores, desregulizaran su gestión,  acabaran con la corrupción y los mercados cautivos… todo esto originó un abundante y duradero flujo de inversiones transatlánticas hacia Europa. El continente no tardó mucho en notar los efectos, entre los que habría que contar la creación de la CECA en 1950, embrión de la futura UE.
A eso se añadía la enorme ayuda militar, que ahorraron a los países europeos los gastos que hubiera supuesto tras la devastación de la guerra, un re armamento propio. En la base de todo eso estaba la gran capacidad económica y militar de EEUU tras la guerra.  
Estas condiciones ahora no se dan, todo lo contrario. Quizás la bonanza de entonces nos inyectó una especie de anestesia... 
EEUU es un país deficitario como los demás, la caída demográfica nos obliga a ahorrar una tasa mayor de nuestra renta, bajar el endeudamiento, pero de una forma coordinada para mantener una demanda mundial suficiente. Es decir, un nivel de coordinación difícil de concebir en estos momentos de dispersión del pensamiento.

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