"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 27 de febrero de 2023

Azaña siempre giraba a la izquierda

El egregio Azaña ha pasado por la Historia protegido por un espeso velo protector, de tal manera que sus responsabilidades evidentes en la Tragedia española quedan totalmente ocultas. Azaña fue el “pequeño dictador” consentido que impulsó decisivamente dos leyes que levantaron iras en la España postergada por él, aquella que había tenido un papel el la Restauración, y que veía cada vez más claramente que ese papel se lo estaban arrancando a mordiscos. 
En un debate en las Cortes sobre el Estatuto catalán, Azaña se manifestó a favor de las tesis criptoseparatistas de los Catalanistas, quienes ya habían escrito y enviado a las cortes su versión propia de el Estatuto, que pondrían en marcha en cuando las Cortes le dieran el visto bueno protocolario y expeditivo. En ese debate (en el que intervino Ortega y Gasset), Azaña dijo:  

... la República no tenía «mejor escudo ni mejores paladines» que los diputados «catalanes», es decir los nacionalistas. En otras palabras, la República —entiéndase: la República republicana de Azaña— dependía de ellos. 
Y añadió: «Esos hombres, esos diputados, para nosotros representan un sentido de libertad republicana y un sentido de autonomía que coincide exactamente con los programas, con las ideas y con los propósitos de nuestro partido republicano»

No ofrecen duda alguna estas palabras de Azaña, quien ya se había enredado en su República soñada al margen de cualquier realidad. Los catalanes eran unos perfectos Republicanos, caballeros del honor a la altura del republicanismo de Azaña. Para él no había duda de que esos díscolos catalanes iban a fortalecer la República que él estaba diseñando en su cerebro. Como en su famosa ley de las Congregaciones, con la que dio un gran tajo a la sociedad española de entonces - España ha dejado de ser católica -, se enajenó una buena parte de la sociedad y la República que el se empeñó en dejar desamparada. 
No cejaría en su camino solitario hacia el vacío que él mismo creó en todo lo que llamaba República. Un vacío en el que nadie quiso vivir, ni siquiera sus supuestos aliados los socialistas.

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