Estos invitados serán de variopintos colores políticos, menos del azul PP, pese a que este grupete se ha empeñado en hacer “política de estado” para, con este guiño cómplice, ver si le regalan algunas pocas entradas para asistir, morbosamente, a su propia defunción anunciada. Les bastará que el número de entradas sea para los Máximos Cabecillas, que los demás ya lo pillarán en las Redes Sociales con su adobo de costumbre, pobres.
Una vez consumado el acto de exterminación, ya no habrá más oposición que la necesaria para tacharla de “Extrema Derecha” - de hecho la única con la etiqueta de Extrema -: servirá de monigote espantapájaros para que los que no estén ahítos de sangre puedan tirar piedras y exabruptos, que siempre conviene tener en el armario un dispositivo de este tenor, por si acaso. No todo se juega en el escenario.
Al final, como dice Iñaki Ellacuría en El Mundo, por fin alcanzaremos el selecto grupo de países pobres, ahora llamados emergentes, en los que se celebran todos los horrores, pero emerger, no emergen. Y no emergen porque en ellos han sofocado todo brote de oposición, sobre todo demócrata, que es en realidad una cosa de burgueses trasnochados que Marx, Lenin, y Stalin se apresuraron a exterminar (físicamente). Hoy en día los grupos que detentan el poder tienen sus propios burgueses (llamados empresarios & consejeros públicos) para que mantengan encendidas las brasas de una cierta producción.
Toda negociación del tipo que sea convergerá a la Moncloa, palacio de las decisiones finales...
El mal gusto está garantizado, ah y las sangre, obviamente.
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