"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)
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martes, 20 de octubre de 2015

Sancheces y sandeces

La política española desde la democracia ha sido una feria de las vanidades de las que unos pocos han vivido muy bien. Uno de esos pocos ha sido la casta periodística, que salvo algunas excepciones han jugado a managers de sus candidatos y de sus escuderías. Las escuderías las conoce todo el mundo que se asoma a las tertulias de TV. Lo llevan grabado en la frente, como la marca de la ganadería.
 
Los comentarios sobre el debate Iglesias-Rivera son melifluos, ecuánimes, y superficiales. Me encuentre con un medio -no voy a decir cuál... Bueno sí, El Confidencial- que, según su soberbio análisis, el debate lo ganó Rivera por el "lenguaje corporal".

miércoles, 14 de octubre de 2015

La vergüenza económica de España y Europa

Ya he hablado en otra ocasión de la vergüenza de las empresas del IBEX (aquí, aquí, aquí y aquí) máximo reprentante de la "excelencia" empresarial española. Supongo que las siglas IBEX se encuentran entre los componentes más importantes de la derruida Marca España.

viernes, 20 de marzo de 2015

España, modelo electoral

El domingo, primera etapa dentro del extraño año electoral en el que, frívolamente, vamos a zarandear España a ver si se cae de una vez. Algunos, muchos, creen que es la democracia, y que ésta da derecho a todo. Por ejemplo, los catalanistas y no catalanistas que dicen que el referéndum es un derecho absoluto a votar. No hay derechos democráticos absolutos. La democracia es un instrumento para lograr ciertos fines inalcanzables en una dictadura.

martes, 24 de febrero de 2015

¿Qué es la política?

La política, en cualquiera de sus manifestaciones, es como la describe Jorge Bustos en "Y esto, ¿Cómo lo vendemos?"

martes, 12 de abril de 2011

El signo político del euro (I)

Estoy leyendo el fascinante libro de Margaret Macmillan "París, 1919". Al final del la "Gran Guerra", las potencias vencedoras se reunieron en París para formar "Un nuevo mundo", en el que jamás volvería a haber una contienda como ésa. Los 4 principales países vencedores eran EEUU (por primera vez como potencia emergente), Gran Bretaña y su gran Imperio, Francia, e Italia. Se obligaron a sí mismos a reordenar las fronteras mundiales, que serían "tuteladas" bajo la Sociedad de Naciones, una idea (que prendió en la ilusión de todos los pueblos) del presidente americano W. Wilson, un puritano que creía en la "autodeterminación de los pueblos" y en un gobierno mundial.
Lo fascinante del libro es cómo, con la mejor voluntad, se cambiaron fronteras, se crearon países nuevos, se ofendieron orgullos heridos, y se pergeñaron en el papel los rencores que, acumulados y zaheridos, iban a traer los conflicto siguientes que abocarían a la segunda Guerra Mundial. Para ser justos con los vencedores, hay que decir que nadie, grande ni pequeño, contribuyó a una solución estable. Todo un tratado sobre la naturaleza humana en su vertiente política.
Los ideales de Wilson (muy americanos), chocaron inmediatamente con la visión más astuta, o sagaz, o cínica, de los demás países; pero sobre todo, con la avaricia de todos los países pequeños, aliados o no de los vencedores, que esperaban rebañar como fuera territorios adyacentes que pudieran justificarse bajo la idea wilsoniana de "autodeterminación" (curiosa idea que daba para una nueva nación, o la absorción por otra de un territorio o una colonia). Cada país alegó una historia inventada para demostrar que él tenía más derecho que nadie a un territorio dominado antes por una potencia vencida, lo que originaba varios problemas de recelos para cada parcela disputada. Cada delegación soberana alegaba la presión insoportable de su opinión pública para no ceder un milímetro, y algunos representantes se jugaban realmente la vida si no obtenían lo que su país se había imaginado poder obtener por derecho propio.
Pronto se convirtió la Conferencia de Paz en un rompecabezas en el que la piezas no casaban, o se hacían saltar del tablero unas a otras: el  esquema idealista en el que todos cederían graciosamente porque, según pensaba Wilson, estarían encantados de estar bajo la protección justa de la Sociedad de Naciones, no se lo creía nadie.
Las grandes esperanzas naufragaron pronto en un océano de conflictos que se dirimieron más o menos suciamente, sin descartar genocidios (armenios y griegos en Turquía) y nuevas guerras parciales (Japón en China, griega y Turquía, Alemania y Francia, otra vez)...
La pesadilla de Francia desde el siglo XIX ha sido la gran Alemania, nación formada tan recientemente como 1871, a raíz de la guerra franco-prusiana. La historia de Francia no es ejemplar: en la guerra de los 30 años del XVII arrasó los principados alemanes. Napoleón fue una pesadilla. El rencor acumulado contra el racionalismo aplastante de Francia (Isaias Berlin dixit) estuvo presente en la gran venganza de 1870, cuando Bismarck desde Prusia, venció a Francia, y en Versalles hizo firmar un armisticio humillante, que le sirvió para unificar definitivamente a Alemania bajo la hegemonía de Prusia.
Desde entonces, Francia ha vivido obsesionada con controlar a la gran Alemania. Y ese es el origen del euro, como  seguiremos contando en el siguiente post.