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DECADENCIA DE OCCIDENTE

viernes, 19 de diciembre de 2008

Con & con

"La actual crisis no tiene precedentes, es decir no hay recetas de cocina que se puedan aplicar, y ante el caso de una situación desconocida, los economistas de LD podrían reconocer que no saben, como nadie sabe a ciencia cierta nada y al menos no aburrirnos diciendo todos lo mismo. Por otro lado, hacer nada...HUM!!!. Charlete". Pues sí; exactamente, estoy totalmente de acuerdo... Sólo tenemos dos referencias históricas, y las dos - 1929, Japón, 1990- Como todo antecedente histórico, distan de ser perfectas.
... Estaba leyendo un artículo de un auditor. Apenas entendía nada, pero me recordaba mis tiempos de estudiante. Aprobé la contabilidad de chiripa; puse mucho empeño, pero el nivel exigido era muy alto, y yo no entendía bien las complejidades de ciertas operaciones (como la mayoría). Pero yo me preguntaba ¿Como alguien puede Confiar en que eso tan abstruso esté bien? Luego comprendí que la contabilidad es un arte, no una ciencia exacta, y que su fiabilidad depende de quién la usa y quién la lee. Es decir, que toda la economía moderna se basa en documentos contables, perfectamente elaborados, que cumplen con una serie de normas legales, pero que puede estar metiendo un pufo de cuidado.
En economía hay un grado de confianza mutua que si no existe, todo se hunde. Un exceso de confianza hace bajar las defensas y los aprovechados, poco a poco, van metiendo pufos. Mardoff es un buen ejemplo de esta era de opulencia confiada que hemos vivido, y que al descubrirse uno de los tinglados falsos -las hipotecas subprime- ha caído el "velo de Maya"que nos hacía creer que eso era verdad, y nos ha caído una ducha de agua helada que todavía no ha terminado. Estamos helados y vamos hacia la congelación total.
Hay que tener en cuenta que Mardoff se la ha pegado a bancos, Hedge funds, etc, verdaderos expertos (algunos, ¡en engañar a los demás!). ¿Por qué? por una razón muy sencilla: porque sin confianza, el coste de transacción de toda operación se multiplicaría por miles. Se lo leí una vez a un Premio Nobel -de cuyo nombre ¡ay! no me acuerdo- que, para que hubiera transacciones, éstas deberían ser ágiles, y que un elemento primordial de esa agilidad era la confianza mutua: la confianza en que la otra parte tiene tan buenas intenciones o más que yo (aparte de la incertidumbre, claro). El dinero es otro elemento esencial de esa fluidez; y, como sabemos, se ha escondido en cuanto ha asomado la desconfianza.
Hemos pasado de una época de creciente confianza, en que todo parecía confabularse para que los negocios prosperaran sin riesgo, a una caída estrepitosa en la absoluta desconfianza hacia lo que nos ofrecen los demás.
Si se mira bien, los datos económicos señalan ese ciclo pendular de una fase a otra: por ejemplo, la caída del ahorro personal hasta cifras negativas en EEUU, durante más de una década -y pese a crisis como el 11-M y la burbuja tecnológica- indica que el americano medio tenía fe en su futuro y el de sus hijos: se gastaba su renta y se endeudaba; y no sólo ahí: en el resto del mundo, con más o menos intensidad.
Greesnpan dice que esas fases de euforia y depresión son incontrolables, y están influidas por el bienestar general: cuanto mejor vayan las cosas, más bajan las defensas. Creo que en gran parte es verdad. La década prodigiosa de innovación tecnológica, de estabilidad, de baja inflación con pleno empleo, ha elevado la confianza a niveles inauditos, como demuestran las bajísimas primas de riesgo vigentes hasta agosto de 2007.
Las autoridades no pueden producir y vender confianza. Es una cosa muy sutil, que tiene que reproducirse por sí sola. Las autoridades pueden, imperfectamente, inyectar dinero, tapar brechas, y presentarse como demandante de productos que caen en su ámbito, y son a la larga productivos, como obras públicas. Y esperar a que surta efecto.
Pero esta vez no será fácil. El golpe ha sido tremendo.
Por cierto, no creo que todo sea un problema de regulación. La regulación se basa en la supervisión gubernamental de la contabilidad, y esta no sustituye a la confianza. La regulación es un elemento ficticio que propaga falsa confianza, pues es imposible que el gobierno controle todo los riesgos. Si así fuera, no habría riesgo, negocio: no habría crecimiento.
Yo creería más en una supervisión mutua, depositada en un ente totalmente privado por el que se vigilaran mutuamente las entidades interesadas en hacer las cosas lealmente. Como todo lo humano, sería corruptible, pero no más que si fuera pública. Pero como ya saben, vamos en la dirección contraria: más intervencionismo.

1 comentario:

  1. En Septiembre, cuando empieza todo esto de las ayudas financieras, yo fuui al origen el cual estaba en la era Carter y las medidas proteccionistas que fueron agudizadas en la era Clinton paa que todos llegaran a ser propietarios de una vivienda. Es insostenible y es una aberracion que alguien que gana $10/hora obtenga un prestamo para comprar una vivienda de $500'000. Para mi lo mas enojoso del asunto es que siendo el origen del problema el sucio proteccionismo, ahora vamos a mayor proteccionismo. Claro que ha dañado la confianza!!!, algo cuyo valor es incalculable y ahi vamos de cabeza otra vez!!!. Charlete

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