Hace dos siglos y medio Adam Smith escribió ese libro, que, al igual que la Biblia, ha sido muy mal conocido en España. España, "Martillo de Herejes", nunca ha contactado con las fuentes de su religión defendida con la espada.
Adam Smith consideraba este título más importante que su famoso "La Riqueza de las naciones...". Y con razón, pues el segundo es base del primero. Para Adam Smith la base de la economía, como de toda acción humana, era "nuestros sentimientos morales". ¿Tenemos sentimientos morales? Es una expresión que invita a la ambigüedad, pero como toda expresión feliz que roza muy de cerca con la verdad. La verdad nunca va a estar en A=B, B=C, ergo A=C. La verdad se reconoce por su ambiegüedad. Cómo si no, estaría inscrita en el corazón de los hombres, que, como decía Kant, nunca dejaba de admirarle?
No nacemos con un código moral preciso, sino con sentimientos, que nos llevan a ser jueces de nosotros y de los demás. Nuestra fuerza moral, decía Smith, viene de que nos agrada ser estimados, a la vez que nos desagrada el vicio en los demás.
Si creyéramos en la ley de Darwin y que somos frutos de la evolución, deberíamos reconocer que no es nuestra capacidad intelectiva, sino nuestros "genes morales", los que nos han hecho fuertes. Pues la primera no es precisamente una fuerza de cohesión social, mientras que la segunda es la única. No somos sociales por elección, sino por naturaleza: ¿biológicamente?.
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