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DECADENCIA DE OCCIDENTE

martes, 18 de marzo de 2014

El comienzo del desastre

En 1992 fue cuando se puso la primera piedra del desastre europeo. Ese año se firmó el Tratado de Maastricht, por el que los países de la CE aceptaban un cesión definitiva de su soberanía, especialmente monetaria, como base de una integración que irria avanzando hasta la integración total en un sólo Ente, aunque nadie sabía muy bien como iba a ser.
Pero en Maastricht había países y países, y los más fuertes se reservaron cartas que les protegía de interpretaciones bienintencionadas. Así, Alemania consiguió,  como dice Bill Mitchell (el autor del mejor blog de economía que conozco), meter en el futuro BCE el Bundesbank como fiero guardián "durmiente", como años después descubriríamos.
Francia, por su parte, pensaba que con el euro iba a controlar mejor al odioso Bundesbank, que quedaría asfixiado dentro del futuro BCE. Como ven, cada uno ve la historia según su delirio particular. Algunas de las expresiones triunfalistas nos hacen saborear el ambiente de optimismo constructivista que se respiraba:
"When German Chancellor Helmut Kohl returned to Germany and addressed the Bundestag after Maastricht he announced that “The way to European unity is irreversible … The member states of the European Community are no bound in such a way that it is impossible for them to split apart and fall back into the concept of the nation-state … That means that we have achieved a key goal of German policy toward Europe” (Kinzer, 1991b). Quite the statesmen. 
Ese optimismo, fuera de toda lógica histórica,  trajo el fracaso de la ratificación del Tratado, que se pensó que se lograría en unos meses, de modo que estuviera vigente en 1993, pero que enseguida tropezó con la primera piedra:  el referéndum de Dinamarca, que lo rechazó de plano; eso obligó a "retocar¡ el tratado para incluir cláusulas especiales de Dinamarca, que la excluían el euro.
The Danish government held a new referendum on May 18, 1993 having gained these concessions and achieved a turnout of 85.5 per cent with 56.8 per cent voting affirmative. Not a substantial ratification by any means, but, the problem in that corner of Europe was solved.
Luego vino el posterior referéndum de Francia; éste no era obligatorio, pero Mitterrand no quería imponer algo no muy popular sólo con los votos del parlamento. El resultado fue una victoria pírrica, con una participación ridícula,
 You will find various explanations in the literature ranging from a noble statements that Mitterand thought the people should have their say to more devious motives concerning his electoral unpopularity at the time (Szász, 1999).
Whatever the motives, on September 20, the people did speak and sounded very much like the Danish, except Mitterand achieved the barest victory with 51.1 per cent in favour on a 69.7 per cent turnout. All the concerns were rehearsed in the lead up to the poll – worry that loss of policy sovereignty would entrench unemployment, worries that the Germans would remain dominant but moreso, given the loss of sovereignty.
lo que desató el pánico de los mercados y se llevó por delante el entonces vigente sistema de paridades multilaterales, el SME, que sólo pudo ser salvado, en el verano de 1993, ampliando las bandas de fluctuación a un 15% arriba y abajo. Y es que los países en recesión, como estaban entonces casi todos por culpa de las rigideces del SME, tenían que subir sus tipos de interés para mantener su moneda dentro de las bandas. Eso empeoraba la recesión y el paro. De repente, países como Francia, con un saldo exterior positivo, se veían atacadas, lo que indignaba mucho a sus líderes, que no se daban cuenta que lo significativo en la valoración de la moneda no era la balanza de pagos, sino la tasa de paro, que aumentan cada vez que el tipo de interés subía. En España también hubo grandes muestras de indignación y vestiduras rasgadas, porque la peseta tuvo que ser devaluada cuatro veces.
Suecia intentó subir el tipo de interés sin límite, hasta el 820% si no recuerdo mal, lo que fue tan poco creíble que su corona salió del SME como una bala de cañón. La esterlina también fue expulsada, y eso determinó su definitiva renuncia al euro. Suecia también renunció al euro por referéndum.
El franco francés resistió porque fue el único país que tuvo crédito ilimitado del Bundesbank en Marcos para defender su moneda. Eso fue crucial para vencer a  los especuladores, pues si el franco caía, todo el Tratado se Maastricht se hubiera ido al garete.
Estos avatares debieron servir de advertencia de que el plan estaba mal concebido y que la moneda única no están madura, o, si se quiere, que los países no estaban maduros para ella. Pero se siguió adelante con el plan, con la idea fija - para mí el error definitivo-, de que todo avance sería irreversible.
Sigamos con interés los próximos capítulos del libro de Bill Mitchell, prometedor, a juzgar por el primero. 

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