Ahora bien, una visita al Informe de Estabilidad Financiera de nuestro Banco de España nos descubre otro factor, el riesgo creciente que perciben los bancos y que les hace ser más prudentes. Citó el informe en relación a los créditos al consumo:
En cualquier caso, lo que se ha puesto de manifiesto es la sensibilidad de los precios negociados ante cambios en las expectativas respecto a la evolución de la política mone- taria, o en relación con la ampliación en la aplicación de políticas proteccionistas, la pér- dida de confianza de los agentes y la existencia de riesgos geopolíticos. En este contexto se habrían incrementado los riesgos de que se pueda producir un ajuste brusco de las valoraciones en los mercados financieros.La materialización de estos riesgos llevaría a un tensionamiento de las condiciones de fi- nanciación que, junto con los efectos riqueza, podría tener una repercusión negativa sobre las perspectivas de crecimiento, la sostenibilidad de los pasivos de sectores alta- mente endeudados, y el sistema financiero en su conjunto, con efectos inmediatos en sus perspectivas de rentabilidad futura.De esta manera, dados los bajos niveles de las primas de riesgo y los niveles alcanzados por algunos índices bursátiles, una corrección brusca en los precios podría llegar a tener consecuencias preocupantes...... En todo caso, el peso que tiene este tipo de crédito representa un 4,8% del total del crédito al sector privado residente.
En efecto, según los datos del BCE, los créditos al consumo con una duración entre uno y cinco años tienen un tipo medio en España del 8,3%, un 70% por encima del 4,8% del promedio de la zona euro. En ambos casos hay una senda descendente que coincide con la política de ‘dinero gratis’ de Mario Draghi, pero que apenas acorta la brecha. En 2012, estos créditos tocaron máximos con un 10,8% en España y un 6,7% en el conjunto de los socios europeos.
Entre las grandes economías, Alemania exhibe un 4,1%, Francia un 3,6% e Italia un 6,7%. Para encontrar economías del área monetaria con medias superiores, hay que irse a Eslovaquia, con un 9,8%, y a las repúblicas bálticas, en las que operan principalmente bancos extranjeros con filiales, y que tienen tipos superiores al 14% de media.
Las tornas se invierten en el crédito al consumo a devolver antes de un año. Desde principios de 2015 es más barato pedir un préstamo a corto plazo en España, con un tipo de interés medio en marzo de 2018 del 3,6%, frente al 4,7% que promedia la eurozona. En el otro extremo, si el crédito es de largo plazo, con duración superior a los cinco años, España vuelve a ser un sitio más caro que la media. El tipo de interés bancario asciende al 8%, lejos del 6,3% europeo.
Esto se entiende bien cuando vamos a comprar un vehículo nuevo y acudimos a la casa, al fabricante. Cualquiera habrá notado que en muchas ocasiones están dispuestos a rebajar el precio del vehículo si te comprometes a aceptar su plan de financiación, que obviamente incluye unos altos intereses. Mucha gente se da cuenta que a pesar de los altos intereses, ese plan sigue mereciendo la pena.
¿Por qué este comportamiento del vendedor? Es muy probable que el fabricante también salga ganando con esa rebaja del precio a cambio de pagar más intereses. Y es que el precio del coche está sujeto a IVA, mientras que la intermediación financiera (los intereses) no. Para una empresa que compra un vehículo no hay gran diferencia, ya que puede desgravarse ese IVA posteriormente. Pero en el caso de un particular se reduce el pago de impuestos aumentando el peso de los intereses y reduciendo el precio del coche. Y esto es un secreto a voces, hasta tal punto que la hacienda española ya puso este tipo de operativas en el punto de mira.
Las financieras de los fabricantes también cumplen otras funciones claves para su negocio industrial, como aportar financiación a los clientes en momentos clave en los que a lo mejor el grifo del crédito está cerrado para los particulares (por ejemplo en 2008 o 2009). En determinado momento, el fabricante puede establecer como prioridad dar salida a los vehículos aunque sea con menos margen, ya que tienen una capacidad instalada con costes fijos que requiere un mínimo de producción.
La unión bancaria supone un importante paso en el fortalecimiento de la Unión Europea. Pendiente de cuajar un Fondo de Garantía de Depósitos, ya opera un mecanismo único de supervisión (MUS) y otro de resolución (MUR). Pero sería ilusorio relajarse esperando que las nuevas instituciones aporten soluciones inmediatas. Ni en la Eurozona, ni en España. Tardarán años. Porque su maduración será necesariamente lenta y también porque despegan cuando aún colea la crisis financiera. Recordemos que las medidas desencadenadas por esta crisis se han centrado en dos pilares: elevadas exigencias de capital y una política monetaria del BCE fuertemente expansiva en volúmenes y poco exigente en tipos de interés y plazos.
Pero el énfasis dado a las exigencias de capital parece orientado a tratar los problemas una vez se hayan producido. Tal vez post mortem. Pero no orientado a evitar que se produzcan. Básicamente, porque no se refuerza la vigilancia de la pérdida de valor de los activos, verdadera causa de la insolvencia y de las crisis bancarias. Vigilancia ya diluida hace una década por las normas internacionales de contabilidad.
Es más, las exigencias regulatorias de capital validan componentes de escasa calidad y conceptualmente muy discutibles, por ser onerosos o exigibles o por carecer de sustancia económica o de liquidez. Son buenos ejemplos los activos fiscales diferidos (que siguen incluso preocupando en Fráncfort) y determinados títulos híbridos, como los llamados cocos, muy gravosos y de futuro incierto.
Por otra parte, el énfasis en aquellos dos pilares posterga la vigilancia de áreas clave: la precaria rentabilidad recurrente; la opacidad de activos malos, que puede hacer ficticios los niveles “contables” de capital y de resultados; el desequilibrio de los balances, con fuertes sobreapalancamientos dependientes de mercados mayoristas inestables, y la ineficiencia. Tanto es así que entidades con estos problemas suelen ser calificadas como sanas si cumplen “contablemente” las exigencias de capital.
Para mí, la supervisión es más importante que la regulación. La cual puede resultar tolerante, ambigua o no aplicada. Por tanto, debería enfatizarse también la “medicina preventiva”, reforzando la vigilancia de las áreas postergadas. Se trata de que los problemas de descapitalización se capten prontamente, a tiempo de aplicar medidas correctivas eficaces.
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