Todos sabemos (el que no, que espabile) que la política es Maquiavelo el grande. Pero hay Maquiavelos y Rasputines.
Inteligente (o astuto), hábil, maniobrero, prefiriendo siempre la sombra, que otros se partieran la cara con La Luz, ¿fue grande Rubalcaba? Todo depende del tiempo que tardemos en olvidarle. No fue, al modo de Felipe González, una gran síntesis de España. Como Felipe salen uno cada centuria, pero éstos necesitan sus Rubalcabas. También los necesitan, lamentablemente, los Zapateros, y ahí Rubalcaba pierde grandeza y se convierte en un Rasputín. Rasputín de un Zapatero da como asquito, sobre todo porque no había manera de controlar al Gran Debelador de España.
Porque no es lo mismo servir a uno o a otro. Pero Rubalcaba, con tal de servir, hizo callanadas como la del 11-M (que puso a Zapatero en la Moncloa), y lo de la llamada al bar faisán, avisando a ETA que habría una redada contra ellos. Fue una traición a España. Ah, ¿que no fue él? Pues era el ministro, y su inmediato subordinado fue sospechoso, demasiadas pistas que se borraron chapuceramente.
Rubalcaba, con tal de servir a su señor, se olvidó de servir a España. Muchas veces la puso a su servicio y el de su señor. Pero en la muerte este truhán resulta ahora que cae bien. En la muerte, con tal que el muerto no seamos nosotros, le perdonamos todo con tal que sea él el que lleve el mensaje a Caronte, que ya sabemos que nos aguardaba pacientemente. Y le hacemos grandes funerales de estado. “Dile a Caronte que no tenga prisa conmigo, oh gran señor de las sombras. Te perdonamos tus tropelías porque fueron por razón de estado. Que te vaya bien el viaje”.
3 comentarios:
Con su fallecimiento, El Pais ha batido su récord de lameculos, que no es moco de pavo.
Su cobertura ha sido digna de Pravda a la muerte de Breznev.
Me recuerda a un pequeño Fouché. Fue el que puso en marcha el localizador general de móviles con identificación obligatoria y emitiendo señal incluso apagado.
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