"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 10 de diciembre de 2019

Nota al post anterior

NB: cuando digo “Dios no existe, sólo existe la sed de dioses”, no quiero ofender a los creyentes. Lo único que digo es que Dios es una idea nacida de nuestra mente, y, como decía Descartes, “Existe porque si soy capaz de pensar en una idea tan grande, es que alguien, Él, me ha inculcado esa idea”. Tenía razón, aunque lo aducía como prueba de su existencia, y para mí no es tal. Para mí sólo se puede concebir Dios en nuestra mente. Creen los animales en Dios? ¿Creen que la vida tiene un sentido final? No lo sabemos. 
Si no hubiera humanidad, sólo naturaleza, o no existiera el planeta, ¿existiría Dios? No lo creo. 
A lo largo de la historia (humana, naturalmente. Sin humanidad no la habría), tenemos noticia de la existencia de multitud de creencias politeístas o monoteístas; no parece que ninguna pueda alzarse con el antorchado de “La única verdadera”. Si alguien lo cree, me parece bien, siempre que permita a los demás que crean que su dios es el verdadero. La historia de la lucha por imponer la verdad de cada uno es un horror de violencia sin fin. 
De modo que “Dios” es una idea humana, y no creo que sea posible objetivarla. Atenea se apareció a Ulises, Yaveh a Abraham y Moisés, Jesucristo a los apóstoles. Eso se escribe en la Odisea y en la Biblia, tan respetable el uno como el otro testimonio. Sin humanidad y su memoria no existirían ni Atenea, ni Yaveh, ni Jesucristo. Me parece bien que existan testimonios de estas innumerables creencias, pero no son prueba de nada, salvo de la inagotable sed de dioses. Como decía Unamuno, de “El sentimiento trágico de la vida”. 

1 comentario:

antonio j. almarza dijo...

Al final el problema siempre es S. Anselmo y el argumento ontológico.Lo que podemos nombrar es. Y vaya si es. Pero lo de nuestra necesidad de nombrarlo nadie lo aclara...