"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

viernes, 6 de marzo de 2020

No, cualquier tiempo pasado no fue mejor

Del libro sobre Churchill de Andrew Roberts, extraigo este comentario sobre los efectos del laborismo y su abuso del lenguajes “inclusivo”:

Churchill se lanzó de lleno a la campaña, y en un discurso pronunciado en Cardiff, a principios de febrero, dirigirá muchos de sus ataques a una de las primeras formas de corrección política: Espero que todos ustedes hayan logrado dominar ya esa jerga oficial de los socialistas que nuestros diestros mentores, como gustan de llamarse a sí mismos, desean inculcarnos. No hay que emplear la palabra «pobre»; hay que decir el «grupo de menores ingresos». Y si de lo que se trata es de congelar el salario de un obrero, el ministro de Hacienda habla de «frenar los incrementos de los ingresos personales» [...]. Hay una bonita perífrasis sobre las casas y los hogares. En el futuro tendremos que denominarlas «unidades de alojamiento». No sé cómo nos las vamos a arreglar para cantar esa vieja canción de «Hogar, dulce hogar». «Unidad de alojamiento, dulce unidad de alojamiento. / No hay lugar bajo el cielo como nuestra unidad de alojamiento...». Ojalá alcance a vivir lo suficiente para ver a la democracia británica escupir toda esa basura de la boca.

Como ven, no hay nada nuevo bajo el sol. La estupidez  humana política-mediática es inconmensurable ahora y en 1950. Noten que eran la izquierda de entonces, los Laboristas. ¿Casualidad o genes?
Y otro párrafo sabroso:

Con idéntico ánimo jocoso, Churchill le comentará seis días más tarde al público de Edimburgo: «Dudo que al socialista común y corriente le procure un gran placer levantarse por las mañanas y decirse a sí mismo: “¡Ajá! Soy dueño del Banco de Inglaterra, poseo los ferrocarriles, mías son las minas de carbón...”. En cualquier caso, si verdaderamente le encandila, siquiera un poco, esa cantinela, lo que resulta indudable es que le está costando carísima».



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