"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 17 de mayo de 2023

Salvador Sostres

Madrid es el sitio que vamos cuando nos frustra Barcelona o lo que nos pasa en Barcelona y Madrid nos acoge muy bien. Muy amable, muy querida ciudad, brillante, algo puta, siempre más excitada que nosotros. Nos fascina el recibimiento, creemos que hemos encontrado el sitio, hasta que poco a poco nuestro mecanismo se atasca, se estropea, colisiona; crece la angustia otra vez, nos miramos en la ciudad y vemos el éxito de lo que hacemos pero en ninguna parte podemos ver quiénes somos. Tenemos amigos, negocios, nos van bien las cosas. Nadie nos molesta, lo ponen muy fácil. Todavía es un distintivo ser catalán en Madrid. Pero hay algo de Barcelona para quien ha vivido siempre que hace que cualquier otra ciudad le acabe resultando inhóspita. Una violencia de bajísima intensidad, una molestia en la mano con la que escribes, una incomodidad difícil de explicar pero que desconcierta a quienes estamos acostumbrados a vivir en la lección intrascendente pero hipnótica del máximo bienestar. Madrid es lo contrario de la resignación, tienen muchas más ganas de vivir que nosotros, pero con la ambición de una vida y de un bienestar, de una calidad y una suavidad que Barcelona ya hace años que la encontramos , elevar, y destilarla al elixir; y siempre que nos alejamos, nos falta. Luego está el grupo de imbéciles que nos rodea, el tel gris con el que promedia la ciudad, la desesperante manera de votar, las convenciones provincianas. Barcelona nunca ha tenido ni una sola idea de por dónde empezar a interpretar el lujo.

Pero hacerse mayor significa aprender a vivir en tu sitio haciendo de lo que tienes el fruto de un arte imprevisible. Esto también lo digo por tu familia. Cada vez que crees que te escapas a Madrid, tus fantasmas y sus angustias y tu frustración se escapan contigo. Y es dulce y liberador pensando que podríamos vivir como si fuera verdad que la generosidad y el agradecimiento son los sentimientos preferidos de Dios. Es fascinante llegar de vez en cuando a Madrid y sentirse bien recibido en una ciudad en la que nadie te molesta por quien eres y todo el mundo te valora por lo que haces. Pero pasan los días y para un barcelonés es inevitable irse sentir incómodo en un lugar que todo lo hace para agradar a Dios pero que Dios no le mimó el día que lo creó.

"Ir a Madrid" no es un destino, es un concepto. No es que vayas a un sitio. Es que haces algo. "Vas a Madrid". “Ir a Madrid” es como los habitantes de L'Hospitalet, la ciudad no capital de provincia más poblada de España: la mitad viven porque quisieron, y la otra mitad eran de cualquier otro lugar, un día van entrar en coche y cuando ya llevaban una semana dando vueltas por aquel laberinto lo dejaron correr y se compraron un piso. La mitad de catalanes que va a Madrid a hacer negocios no va a hacer a negocios, sino que va a Madrid. Huye del laberinto, se compra un piso y levanta una empresa que gana decenas de millones de euros al año. Pero el primer impulso fue huir, "ir a Madrid", poder existir en condiciones más justas, menos insultantes y absurdas, y tener la sensación de que tus interlocutores han salido de una escuela aunque sea pública, y no de una cueva con un jabalí y un garrote, como tan a menudo ocurre aquí.

Madrid es el refugio y no viviremos vidas suficientes para agradecerles el nervio, la hospitalidad, la velocidad. Una ciudad donde lo que ocurre es importante y desencadena lo que pasa al día siguiente. Después volvemos a Barcelona y no viviríamos en ningún otro sitio. Hay una calidad muy de fondo y que tenemos muy incorporada parecida a cuando abrazas a un amigo en invierno, todavía lleva el abrigo puesto, y notas que es imposible que no sea Loro Piana. Barcelona es esta memoria de la piel, y por supuesto iremos y volveremos de donde convenga a hacer entes negocios que hagan falta, pero cuando tocas algo y no tiene ese tacto, hay un mundo interior que te cae tan abajo de dentro de ti que no existe ninguna corte que pueda consolarte.

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