Jiménez Torres tiene razón en su artículo de hoy [El Mundo]. Hay un hilo de continuidad entre el PSOE de Felipe y Guerra y el de Zapatero-Sánchez. Ese hilo lo representa muy bien la zafiedad de Oscar Puente, muy extendida por los bajos fondos del PSOE. Con personajes así me topé yo cuando quise colaborar en la Transición con tanto entusiasmo como escasas fuerzas. Felipe le dio una pátina de democracia que apenas penetró en lo hondo, socialista republicano y federal, una mezcla explosiva que tenía que aflorar a la cabeza del partido. Y afloró. Me pregunto por qué nunca se dio un cursillo o se repartió un simple folleto explicando qué es lo básico en Democracia: separación de poderes (laminada en 1985 por Felipe/Guerra al grito de “Montesquieu ha muerto”), la campaña del Dóberman, preludio del Pacto del Tinnel (cordón sanitario al PP), y ningún arrepentimiento por los GAL, su sangrienta chapuza. Sólo les interesa las elecciones plebiscitarias, es decir, si dan el poder para mantener vivas sus rentables corruptelas como el caso del “mediador” y tantos otros.
No, no hay discontinuidad. Yo vi ya la falta elemental de algún sentimiento democrático. Eran oscuros herederos de Largo Caballero, aquel animal que deseaba la guerra civil para aniquilar a la derecha e implantar la Dictadura del Proletariado.
Primacía sobre los oponentes, pues la verdad marxista está de su lado. Felipe González hizo un gesto necesario haciendo borrar el marxismo de sus estatutos. Pero no fue suficiente. El espíritu mostrenco siguió palpitando. Esas son las sólidas bases de la acción de Sánchez.
Haber desdeñado estas cuestiones ha hecho que hoy sólo el PP las represente, con su programa de Libres e Iguales. Y así estamos enfrentados entre la Libertad Constitucional en la Unidad (derechas) y la Autocracia-Separatista-Comunista-Trans (Izquierdas). Un dislate.
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