"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 10 de diciembre de 2023

Breve ensayo de la Democracia en la historia

La libertad no es un estado natural del hombre que se haya dado gratuitamente en ningún momento. La historia nos dice lo que decía Hobbes: el hombre natural sería un peligro para el hombre mismo si no hay un estado que marque normas y obligue a cumplirlas. 
La historia de la humanidad es la historia de la sociedad humana y su larga y tortuosa evolución. Desde luego no empezó en un paraíso idílico, de paz y amor, sin conflictos y necesidades. El que diga lo contrario nunca ha leído historia, que es una sucesión de conflictos entre sociedades y estados. 
Siempre ha habido estados, siempre ha habido gobernantes anhelantes de conquista, sea entre grandes estados o meras tribus. El hombre nunca ha cesado de pelear. 
Si somos conscientes de ello, debemos atribuir a una loca fantasía las repetidas llamadas de los filósofos más famosos a vivir en una comunidad inexistente, tan armónica como falsa, que los más sensatos han criticado como inalcanzable. Sus numerosos autores, desde Platón a Marx, pasando por Rousseau, no han dejado de dar la matraca debelando la sociedad real e invitarnos una y otra vez a a derribarla en pos de una utopía sin leyes ni policía, mediante el gobierno de unos sabios imbuidos de infalibilidad total.
La primera utopía que yo conozca fue la de Pelagio, que en los tiempos ariscos de la decadencia de Roma (400 d.d.c), pregonó que era falso lo que decía san Agustín y que el hombre era de nacimiento bondadoso y de natural  pastueño. San Agustín fue un padre de la Iglesia, de conversión tardía tras una vida juvenil ajetreada antes de su conversión. La primera parte de su vida transcurrió en Roma. Le gustaban las diversiones, el espectáculo circense y la lucha de gladiadores. Gracias a eso, era profundo conocedor del alma humana, de la sociedad y del gobierno. Un dicho famoso suyo decía: “Señor, conviérteme pero todavía no”. Luego vino su conversión, su ascenso en la curia y su obispado en su lugar de origen, Hipona, Africa, 
(Entonces el norte de Africa era parte de Imperio Romano, con pleno derecho de ciudadanía.)
En su mejor obra, “La ciudad De Dios”, escrita cuando cayó el Imperio, Agustín se lamentaba de esa caída del Estado en la anarquía. Se declaraba muy consciente de que el hombre debía prestar su atención a la “Ciudad De Dios” tras su muerte; pero en el peregrinar de este mundo había que aspirar a su buen gobierno, aunque no fuera más que una posada de tránsito. Su reflexión sobre el mundo real partía de un concepto básico: el Hombre era un ser imperfecto que nacía en pecado original: estaba muy alejado de la “Bondad natural” que predicaba Pelagio, al que persiguió sin tregua porque sabía que podía acabar con el cristianismo. 
En las luchas religiosas en esos primeros vagidos del cristianismo, Agustín fue un incansable perseguidor de esas doctrinas que aspiraban a imponerse a la entonces no muy sólida Iglesia. Su victoria - ignoró si justa o no injusta- fue ciertamente decisiva en la historia de occidente. 
Schopenhauer era ateo, pero vio claro la importancia del dogma del pecado original, y la imperfección del hombre, como uno de los fundamentos del Estado. Imposible un Estado sin concebir el Hombre como ser imperfecto.
Quien no lo vio tan claro fue el influyente Rousseau, padre de la Revolución francesa, que preconizó que el hombre nacía en la inocencia y era pervertido por la sociedad, empezando por el derecho de propiedad. Había que suprimir ese derecho para que floreciera La sociedad perfecta. Otro utopista que, según Bertram Russell, llevaba en línea recta a Marx y al Comunismo estalinista.
El problema, nunca solucionado del todo, ha sido conciliar la Libertad con la Seguridad. Sólo en el siglo XVII se empezó a vislumbrar esa conciliación, que llegó a despuntar en los Pactos Fundacionales de lo social primeros peregrinos que, huyendo de las persecuciones religiosas en Europa, llegaron a las Colonias americanas en 1620.
(Pero antes tuvo que producirse el grito y la rebelión de Lutero, con su Libertad de Conciencia.)
En el siglo XVIII nació la primera Constitución democrática, la americana - la única que ha pervivido hasta ahora -. (Inglaterra no tiene constitución escrita). El parlamentarismo posterior nació más o menos espontáneamente, sin una doctrina filosófica previa.
A partir del XIX se fue extendiendo la fórmula parlamentaria, que no fue ciertamente fruto de la Revolución Francesa, como piensan algunos insensatos. Dicha Revolución fue inestable y sangrienta, y su fruto real fue Napoleón, que saqueó Europa. Los países europeos nunca se guiaron por ella para sus primeros ensayos democráticos. Se guiaron por Inglaterra y EEUU, que había declarado su independencia en 1776. Esas democracias fueron en su mayoría monarquías, evolucionaron en profundizar la democracia, y así han llegado hasta hoy. Su doctrina apenas se ha resaltado en la Historia. Estos filósofos se llamaban los doctrinarios, y eran practicistas, los primeros estudiosos de la sociedad no utópicos. El más reconocido es Benjamin Constant, cuyos ensayos anti utopistas, anti napoleónicos, se leen todavía. Por eso  - y la desorientación occidental - es más reconocido Rousseau...
En suma, podemos colegir que la democracia no es un producto de la razón, sino una eventualidad histórica falible y, probablemente, efímera. Una vez vez conocida, se puede explicar por la razón. 
Los regímenes autoritarios que han existido han protegido, o tolerado, a veces, la libertad individual. Pero en la historia el Poder ha venido antes que la Democracia. La famosa democracia ateniense de Pericles no fue tal, sino un régimen asambleario en el que sólo tenían derechos los varones que eran propietarios. Además, Atenas fue un Imperio que vivía de sus colonias marítimas (Telasocracia), a las que dominaba con su potente ejército. Seguramente la vida era mejor que en la teocracia persa, o en su enemiga Esparta, pero la mujeres y los esclavos eran oprimidos. 
Los derechos humanos vienen de las mano de esta historia, como una cristalización de la Revolución Americana, que fue la primera en promulgarlos.

6 comentarios:

Yosu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Yosu dijo...

no soy capaz de adjuntar imagen, sólo comentarte; sale aviso

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Es para que sepas y si quieres tomar medidas, un saludo

Pablo dijo...

A mi también me sale lo mismo.

Pablo dijo...

Solo que en inglés.

Miguel E. dijo...

A mí lo mismo en inglés.

www.MiguelNavascues.com dijo...

También me sale. No sé de donde sale