"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

martes, 28 de mayo de 2024

La crisis del estado de bienestar

En nuestro alrededor se va derrumbando todo lo que apuntalaba la política mesurada y eficaz vigente desde el 1945, final de la última guerra mundial. Es lógico, pues desde hace casi 20 años han pasado cosas que derriban nuestra fe en un futuro que, hasta hace poco, siempre iba a ser mejor. Hemos llegado a un punto de no retorno en que sabemos que nuestros hijos vivirán peor que nosotros. Muchos factores han contribuido a esta crisis de valores, a este escepticismo convertido en un cinismo estéril.  
¿El primer desencadenante? Aparte de la teoría del caos - la mariposa que al mover sus alitas en Taiwán desata un huracán en el Caribe -, lo que se ve es que en 2007-08 se desencadenó una crisis financiera en todo el planeta. Se etiquetó mal esas crisis, pues fue llamada “Gran Recesión”, y la causa primera no fue esa: fue una crisis financiera que nos descubrió que los sistemas financieros no se regulan a sí mismos, por interés propio, como pretenden los ultraliberales - esos que Milei predica ahora -. Hablaré de ello más adelante.
Esa crisis dio una fuerte dentellada en la confianza de la gente; de ahí una década de tipos de interés negativos, algo inusitado y difícil de gestionar. 
Pero es que, desde unas décadas atrás, estaba apoderándose de la sociedad unos valores corrosivos para la convivencia. Algunos han llamado a esa revolución cultural, aparentemente inocua, WOKE, que ha resultado ser un asalto silencioso a las instituciones mediante la infiltración de consignas identitarias sin un discurso que las estructure, y enormemente corrosiva para los valores que sustentaban la sociedad democrática. Son consignas que parecen de por sí poco dañinas, pero que han sustituido las creencias básicas de nuestra cultura y modo de vida. En 1989 cayó el Muro de Berlín, y los comunistas occidentales se quedaron sin la ideología que justificada sus posiciones. Poco a poco, se abrazaron a esas nuevas creencias porque, al fin y al cabo, ofrecían el armamento deseado: eran más corrosivas que sus pesados e ilegibles tratados, y más fáciles de divulgar, sobre todo entre los jóvenes. 
La crisis de 2007-08 fue un caldo de cultivo propicio a la difusión del Woke, que se infiltró también en muchos otros estamentos sociales, partidos socialdemócratas incluidos, que fueron en el pasado un pieza básica de la estabilidad política lograda desde 1945. Occidente, hasta la crisis del milenio, fue gobernada por unos y por otros bajo el acuerdo tácito de que se respetarían las leyes democráticas, y en general que habría un acuerdo en los temas esenciales, como la política exterior. La creciente riqueza sería bien repartida entre todos. Esa estabilidad permitió grandes proyectos como la Unión Europea, uno de cuyos objetivos era la Paz en Europa, escenario de dos guerras mundiales, u la joya de la corona que fue la laureada Paz Social, más conocida como Estado del Bienestar. El Estado de bienestar fue, esencialmente, mantener una productividad creciente que permitía retribuir a los trabajadores acorde con ese aumento, y dedicar una parte creciente de la renta a obras sociales. La base de todo era el aumento anual de  productividad y de la población.
En mi opinión, la crisis de 2007 tuvo su principal causa en la globalización económica, que permitió a China - un mal socio que recurría a políticas mercantilistas -, apoderarse de los mercados mundiales con sus exportaciones a precios de saldo: los salarios occidentales cayeron al suelo; por primera vez se incumplía la máxima no escrita de que los salarios no bajaban de su participación en la renta. 
Esto le permitió a China acumular una gran riqueza, que reinvirtió en Occidente. Éste, con la comolaciendoa de los bancos centrales, se dedicaron a la especulación inmobiliaria. El desequilibrio financiero y los flujos de capital mundiales, creciente entre China y los demás países, fue la causa principal de la crisis, añadiendo desde luego la innovación financiera de nuevos instrumentos trufados de grandes riesgos ocultos. Este desbordamiento de una elemental prudencia fue la consecuencia de la desregulación financiera comenzada en 1980 por Reagan y Thatcher, con grandes algaradas de las entidades financieras, que veían aumentar sus beneficios esperados a una escala nunca vista. La historia es una cadena de consecuencias indeseadas.
(Hasta entonces (mediados 1980), como explica Gorton, un banco seguía la “regla del tres”: tomaba prestado al 3%, prestaba al 5%, y a las 3h el banco cerraba y su dueño estaba jugando al golf. Ahora el mercado bancario es un mar de tiburones que buscan absorberte para no ser a su vez absorbidos. Ciertamente, antes el crédito no llegaba a todo el mundo. En los años 2000-08, los políticos impulsaron que los bancos dieran hipotecas a los más pobres, que jamás podrían devolverse. A los bancos se les hacía creer que podrían revender esas hipotecas a otra entidad. El despertar fue una pesadilla.
Las clases trabajadoras fueron las grandes perjudicadas de la globalización. Ésta tuvo un beneficiario único: China, con sus precios manipulados gracias a un control interno de precios y salarios y una devaluación permanente de su divisa. Hay que decir que China tiene una estrategia geopolítica a largo plazo, que de momento va ganando por goleada. Las grandes ventajas de la internacionalización de la competencia hizo más daño que otra cosa a los demás países, especialmente a su estabilidad política, que ha saltado por los aires hecha añicos. 
Y eso es lo que tenemos. Sociedades fragmentadas, desmoralizadas y cada vez más desculturizadas, cuyos líderes se ven más y más desorientados; muy mal preparadas para los grandes desafíos que han venido en ser de una carácter geopolítico, forzado por China, nunca fiable como socio comercial ni como futuro aliado, como se pretendía desde 1972, año de la famosa visita de Kissinger a Pekín. Ahora es China (y sus aliados) la que domina el tablero de juego. Mientras, nosotros, los europeos, seguimos soñando con el estado de bienestar de antaño, que fue el orgullo de una Europa que jugaba a polizón de EEUU en materia de seguridad, lo que nos permitió derivar el ahorro de esos gastos militares a cubrir el déficit social latente, hoy escandaloso por un nuevo factor que no se quiso tener en cuenta porque no ganaba elecciones: la decadencia poblacional. Lo cual hace misión imposible ganar elecciones diciendo que hay que desviar fondos sociales a montar un ejército creíble en una Europa más dividida que nunca desde su creación. Mejor meter la cabeza en un agujero…
Mientras, la tensión estratégica mundial se ha enconado. EEUU ha visto el problema, pero ya cuando China se ha armado hasta los dientes. El frente europeo está en Ucrania, que ha resultado ser nuestro muro de contención frente a las ilimitadas ambiciones de la Rusia de Putin. 
El Estado de Bienestar ha muerto para mucho tiempo. 

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