"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 5 de junio de 2024

Notas sobre la Democracia

I. Ya solo el 57% de un encuesta de alcance mundial se declara a favor de la Democracia occidental. Seguramente dentro de un año el porcentaje habrá descendido.
El momento culmen de la Democracia fue, en mi opinión, cuando el presidente de EEUU Richard Nixon fue obligado a dimitir por el caso Wartergate. Watergare era el nombre de un hotel donde se alojó un comisión electoral demócrata. Fue asaltado de noche y alguien se llevó unos papeles. Nadie se hubiera preocupado del caso si no fuera por unos periodistas del Washington Post, que tirando del hilo encontraron una trama conspirativa que apuntaba al partido republicano y al propio Nixon. Una comisión parlamentaria se encargó de la investigación, y al Presidente se le dio la oportunidad de dimitir y no ser procesado. Dimitió.
Por primera vez el mundo cayó en la cuenta que la Democracia funcionaba. Que no era una simple representación de guiñol manipulada por los poderosos tras las bambalinas, como las ideologías al uso pretendían. El hombre más poderoso del planeta podía ser cesado por mentir, desacreditando a la ideología entonces de moda, negacionista de la democracia como una pantomima - ideología dirigida, luego se supo, por el Sóviet supremo -. 
Por cierto, debemos recordar que Nixon acabó la guerra de Vietnam. 
A partir de ahí, 1974, la Democracia, salvo un renacimiento de la fe en 1980, debido a Reagan y, sobretodo, prolongado con la buena administración de Clinton hasta el final de siglo, empezó a decaer. Probablemente empezó antes, pero con el cambio de milenio comenzaron a verse las heridas (como el aumento constante de la deuda desde Reagan. Desde entonces, las administraciones republicanas han aumentado la deuda y ha causado guerras). EEUU empezó a seguir una política exterior nefasta con Bush hijo (su padre había sido un buen presidente), que empezó a desencadenar conflictos bélicos injustificados y con efectos colaterales nefastos para EEUU y el resto de occidente. La guerra de Irak fue un error (la del Golfo, en 1991, con Bush presidente, fue inevitable), y la de Afganistán un desastre. EEUU perdió un buen pedazo de su liderazgo mundial, acuciado además por la emergencia de China como potencia militar…
… no es difícil concluir que la Democracia está en peligro, al parecer por “falta de afición” de las sociedades democráticas maduras, que han devenido en pensar que las libertades y el bienestar económico estaban dados por derecho de nacimiento. como decía Ortega y Gasset, hace ya cien años: los ciudadanos se convierten en hombres masa que son así por creer que han heredado de sus predecesores un situación normal e inamovible.

II. La difusión de la filosofía Woke durante décadas en las sociedades maduras ha sido uno de los elementos que más daño han causado a la fe en la democracia. Como pasó en los años 20 del siglo pasado, el fracasado Tratado de Paz impuesto por los vencedores a las potencias derrotadas (Alemania y sus aliados) en la WWI, originó la crisis que, sagazmente, había previsto Keynes en su “Consecuencias económica de la Paz”. Su mensaje, no escuchado, era que las indemnizaciones de guerra exigidas arruinarían a Alemania y sus aliados, no podrían pagar y crearía un malestar social enorme. Entonces, como hoy, las sociedades se fueron polarizando hacia posiciones nacionalistas y autoritarias ante la incapacidad mostrada por los gobiernos democrácticos de solucionar la crisis. En esos años Mussolini se apoderó de Italia sin gran violencia y sin cambiar apenas las leyes vigentes, que pasaron a ser mero decorado. En 1933 Hitler ganó sus primeras elecciones a canciller, y luego no tuvo más que esperar su oportunidad para apoderarse del Estado e imponer un régimen violento y racista. 
Hoy es el Woke el que ha abierto la puerta a la conquista de las instituciones encargadas de defender la ley democrática.
Stanley Payne tiene unas páginas dedicadas a la nueva ideología imperante que por su claridad me permito reproducir. Vienen en un libro magnífico sobre España (“Defendiendo a España”), verdadero rearme moral contra lo que nos quieren a inflingir.




“Una singularidad de la corrección política de hoy en día es que se trata de la primera nueva ideología radical de izquierdas que tiene su origen en Estados Unidos. Además, es la primera ideología importante de izquierdas que no posee ni un nombre oficial ni una definición canónica. En ocasiones, sus defensores insisten en que no existe como tal más allá de la imaginación de sus oponentes, mientras que los autores que la critican utilizan expresiones como The Silent Revolution o la ideología invisible. No se plasma en un único partido político ni en un movimiento cultural concreto, sino que es multiforme: son muchos los partidos y grupos sociales que la encarnan. 
En realidad, es una cultura de élites y de activistas que está presente en las principales organizaciones políticas occidentales y en casi todas las instituciones —las excepciones son muy pocas— y, a diferencia de los movimientos radicales anteriores, su objetivo no es derrocar el sistema político, sino transformarlo desde dentro de la democracia por medio de la manipulación. La democracia, cuando se pone en práctica, muestra tendencias igualitarias y deconstructivas, con una propensión a igualar tanto las instituciones como las costumbres. 
Este planteamiento no es nuevo, y por eso el liberalismo clásico decimonónico se cuidaba mucho de evitar los excesos de la democracia y planteaba restricciones, como, por ejemplo, el sufragio censitario, que limitaba el voto. En otras épocas era posible encontrar instituciones pseudoliberales oligárquicas que reconocían algunos derechos que estaban restringidos a una pequeña élite, pero esto ya no ocurre con el liberalismo moderno occidental, que ha dado lugar al proceso político más dinámico de la historia, imposible de detener a largo plazo. 
El liberalismo fue el resultado de la conjunción de poderosas corrientes en la cultura, en la sociedad e incluso en la religión; de ahí que, pese a todas sus restricciones y al elitismo de su forma clásica, no haya podido evitar la evolución hacia la democracia y, con ella, hacia un igualitarismo que ha llegado a ser radical, homogeneizando las instituciones y las estructuras, y desafiando y relativizando creencias. La tendencia natural hacia el igualitarismo y la eliminación de las estructuras más jerarquizadas, habitual en Occidente, presentaba serios problemas a la hora de llevarla a la práctica, ya que el igualitarismo es un concepto y un objetivo que no se encuentra reflejado en la realidad: los seres humanos no son iguales ni en el plano físico ni en el intelectual ni en el moral. 
Cuando las estructuras políticas del siglo XX, a través de los Gobiernos, comenzaron a imponer unas condiciones más igualitarias, los éxitos y los fracasos se sucedían con suma facilidad. Así lo constató la experiencia comunista, y también los países democráticos impusieron ciertas medidas de coerción para conseguir la igualdad. En la segunda mitad del siglo XX se produjeron numerosos cambios en la cultura y en la sociedad occidentales, pero la igualdad, objetivo inherentemente imposible, no se alcanzó, lo que ha llevado a imponer nuevas medidas de coerción en un círculo vicioso que no tiene fin. Al relacionarse de modo contradictorio con la economía de mercado y la globalización, la ideología del igualitarismo produce más desigualdades y, nuevamente, el Estado adopta más medidas coercitivas. 
Este problema se aprecia claramente en lo que señaló hace dos siglos Alexis de Tocqueville al hablar de Estados Unidos. El movimiento actual surgió en la década de 1960, y en los veinte años posteriores abandonó el izquierdismo original —en parte anarquista y en parte colectivista— para centrarse, primero, en la cultura y en la sociedad y, después, en el llamado «individualismo radical», que se manifiesta, sobre todo, en el estilo de vida. Poco a poco fue introduciéndose en las facultades de humanidades y ciencias sociales, llegando a convertirse en la corriente dominante de los últimos años del siglo pasado. Su más clara expresión en Estados Unidos y en España se produjo durante los Gobiernos de Obama y de Rodríguez Zapatero. Este último es el campeón de lo políticamente correcto y de la doctrina del igualitarismo, pero Obama lo superó en su tendencia a gobernar por decreto ignorando la legislación.”

Lo más desconcertante es esa falta de agrupamiento combativo para defender y propagar sus ideas. Se han infiltrado en todos los ámbitos e instituciones antaño pilares de la sociedad abierta popperiana, corroyéndolo por dentro como la termita a las vigas de casa. No hay manera de enfrentarlo, no tiene línea de combate, y ya se ha instalando en la conciencia de miles de millones de personas. Personas que ven natural que se reescriban libros clásicos para adecuarlos al espíritu de hoy.
Será difícil vencerlo antes de que acabe con la civilización.

III. Las lanzas se yerguen poco a poco y un futuro escenario bélico (Ucrania, Oriente Medio) de consecuencias nefasta aunque la guerra no se extienda.
¿Qué debemos pensar de la invasión rusa de Ucrania, de la posible derrota de Israel? ¿Estamos preparados para gestionar un nuevo escenario geopolítico tras décadas de bienestar y molicie?
Como dice un columnista del Telegraph, en “Occidente podría no sobrevivir a una victoria de Putin”,

“Pero, ¿qué tiene esto que ver con Ucrania y si Putin gana allí?
Fundamentalmente, si consideramos que la democracia occidental está decayendo, se volverá cada vez más vulnerable. Vulnerable a ideologías y sistemas de gobierno más radicales y, en última instancia, a dictadores de dentro y de fuera. Si Putin tiene éxito en Ucrania, en esta nueva batalla de ideas –esta “Segunda Guerra Fría”–, entonces el atractivo de sistemas y líderes autoritarios más colectivistas, poco a poco empezarán a difundirse no por la fuerza, sino por imitación.
Durante demasiado tiempo Occidente ha creído que sus valores proliferaron después de la Segunda Guerra Mundial debido a una bondad inherente, más que porque esos valores habían sido probados y “ganados”. En la lucha darwiniana de sistemas y creencias políticas, ese éxito fue de suma importancia. Permitió a Estados Unidos y a sus aliados no soviéticos crear las Naciones Unidas y muchos otros organismos internacionales que buscan mantener el orden global sobre la base de principios legales, democráticos y occidentales.
Pero si esos valores empiezan a “perderse”, esto empezará a cambiar. Si bien en cierto modo los occidentales vivimos en una era hiperindividualista (pensemos en TikTok, Twitter e Instagram), olvidamos que estas plataformas, paradójicamente, tienen más que ver con la promoción de ídolos que con la emancipación. La gran mayoría de usuarios tiene sólo un puñado de seguidores. Las celebridades, los políticos y los agitadores tienen millones.”
Ante este scenario tenemos que confiar el líderes políticos cada vez más disolutos y menos fiables, inmersos en su mundo pueril centrados en ganar mezquinamente las elecciones. 

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