Autócrata es, según el diccionario de la RAE,
“Persona que ejerce por sí sola la autoridad suprema en un Estado. Se daba especialmente este título al emperador de Rusia.”
Tenemos un aspirante a autócrata que está conspirando con los enemigos de una nación de más de cinco siglos de antigüedad (la más antigua de Europa) para cancelar la Democracia del 78, la que vivimos ahora.
Mucha gente cree que eso es imposible que pase. Otros están a favor de acabar con la democracia si con ello se instala un régimen de izquierdas regulador de las “identidades” como líneas de separación de los bloques buenos (LGTBI+, ecologismo, okupas, etc).
Otros pocos somos conscientes que la democracia es el único sistema en el que caben todos y no juzga a nadie por sus ideas, sólo por sus hechos delictivos, pero con garantías judiciales. Los delitos están inscritos en las leyes que se promulgan igual para todos. En una sociedad así los ciudadanos saben cuales son sus derechos y sus deberes. Tienen un espacio acotado en el que se siente razonablemente seguro, lo mismo que los demás.
En España la sociedad democrática ha sido una excepción en nuestra convulsa historia. Sólo se puede catalogar de ello a la Restauración de 1875-1923 y a la Democracia actual de 1978-2023. Tomo buen cuidado de no incluir las republicas españolas de 1873 y 1932 porque fueron convulsas y sectarias con una gran parte de la sociedad.
Cuando se ha impuesto la cordura, como en esos dos períodos truncados, los ciudadanos tuvieron libertades como la de pensamiento, de prensa, de desplazamiento, y disfrutaron de unos momentos económicos buenos.
¿Por qué esas abruptas interrupciones a esos períodos de estabilidad y prosperidad? Esos regímenes, perfectamente homologables con otros países europeos, fueron sistemáticamente atacados por fuerzas como los nacionalismos, republicanos y marxista, que desdeñaban la democracia “burguesa” y querían, o bien la separación (catalanes, vascos después), o bien implantar la dictadura del proletariado marxista. El ejemplo más destacado fue el PSOE de la 2ª República, que dio un golpe de estado junto a los catalanistas, cuando no se había secado aún la tinta de su Constitución republicana de 1932, para implantar un régimen comunista e independizarse de España.
Ahora tenemos una nueva amenaza de los herederos de aquellas siglas, con el mismo objetivo, aunque adaptado a las modas hoy: #MeToo運動.
Obviamente, estas modas no respetan derechos clásicos como el derecho a discrepar, el derecho de de defenderse ante un tribunal, a disponer de un letrado; y ya dicho, a que no me okupen mi vivienda, a que no violen a menores indefensas, etc.
Estos son garantías de vida normal, basadas en principios fundamentales reconocidos en todas las cartas magnas, incluida la nuestra.
La nuestra va ser derribada con estrépito ante la pasividad durmiente del pueblo español y europeo. Es curioso, cada vez más comunicación y cada vez menos información.
En breve: cada vez que en España ha cuajado un régimen de libertad, se ha visto abortado por el violento empuje de republicanos, socialistas y separatistas, que para obtener sus fines no querían someterse a la democracia, sino ir directamente a una autocracia. No fue lo que ellos llamaron la “vieja España”, sino su “antiespaña excluyente”, el peor enemigo de las libertades.