Él cree que le pagan por eso, por enseñar sus visceras y gritar Guiuuuuu! Por eso nos anonada cada vez más, quitándose la camiseta en los partidos importantes. Espera escondido al pitido final para hala, empezar la exhibición por la que cobra una enormidad.
Hace poco leí que es un gran profesionalidad porque, a las tres de la mañana, en vez de irse a la cama con su novia (lo que haría cualquier tipo decente, un caballero por ejemplo), no: él se mete en un baño de hielo. Pero es mentira, todo es para que se vean bien las tripas. No me extraña que su novia le dejara. Pobrecilla, que trauma, ¿se imaginan? -Roney, donde estás, tengo frío! -pues aquí, creando músculo, vente conmigo un ratito. Paf, portazo.
Y lo que me queda todavía de aguantarle.
Los ídolos de hoy son así. Ni un gramo de cerebro. Juguetes rotos desde el principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario