"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 27 de agosto de 2017

La manifestación de ayer, un gran acto secesionista

Enric González, en El MUNDO, nos ofrece una lectura sutil, pero desmoralizante, de la manifestación de ayer, en la que los últimos en consideración fueron los muertos. La manifestación fue preparada minuciosamente para que algunos convocados fueran silbados y abucheados, empezando por el Rey, mientras al fondo ondeaban las banderas de la secesión. Ya he dicho que yo que mejor de Rajoy no le hubiera hecho ir, pero Rajoy es un cobarde y prefiere que cuando silben y abucheen, haya alguien delante. El Rey mismamente. En mi opinión el rey no debe manifestarse, porque si no se vería obligado a ir a cualquier convocatoria de cualquier tema por trivial o divisorio que fuera, que el de ayer no lo fue poco. Nos dividió un poco más a los calatales y al resto.

Enric dice verdades como, 

La pitada, las pancartas o las fotos preparadas fueron la demostración de que Cataluña es hoy un escenario donde se hace teatro de ambición política

Vino mucha gente. Vinieron sentimientos, respeto, ira, dolor, algunas sensaciones contradictorias, un cierto orgullo por la ciudad abierta, la vaga alegría que suscita la pertenencia a una multitud, y hasta alguna lágrima por los muertos. Quien no vino fue la inocencia. No sé si alguna vez estuvo entre nosotros; en cualquier caso, no se la ve desde hace años. Ingenuidad, la que quieran. Inocencia, ninguna. Quienes acudieron a la manifestación querían hacer algo más que protestar contra el terrorismo: querían opinar sobre lo suyo...

... Por definición, las manifestaciones son también gestos políticos. No digamos cuando albergan la contradicción interna de ser encabezadas por un rey. Aunque se colocara por delante a médicos, sanitarios, bomberos, policías, servicios de emergencia y comerciantes locales, la cabecera de una marcha se encuentra donde se encuentra el rey. Quienes preparan el 11 de septiembre y el hipotético referéndum del 1 de octubre gozaban de una oportunidad única para lucirse y exhibir sus ambiciones, y la aprovecharon. Nadie debería extrañarse. ¿Podía esperarse otra cosa?

La sonora pitada a Felipe VI, las pancartas estratégicamente colocadas tras él, las fotos preparadas, no fueron sino otra demostración de que Barcelona Cataluña llevan tiempo sintiéndose en un escenario y se han acostumbrado a actuar para una audiencia supuestamente planetaria. Se hace teatro, en general de ambición política. Incluso en ocasiones objetivamente lúgubres, como ayer, se procura mostrar el perfil bueno mientras se expresan nobles insatisfacciones ante el comercio de armas, la islamofobia, la arrogancia castellana o lo que sea. Por supuesto, los terroristas del Estado Islámico carecen de tal sensibilidad por los matices, de tal veneración por la estética y de algo tan refinado como el complejo de culpabilidad. Quizá en eso llevan ventaja.

En fin, muchas cosas pasaron ayer no de casualidad, y que habrán llenado de satisfacción a los que dentro de menos de un mes tienen otra manifestación, la Diada, de la que ésta ha sido un ensayo general espléndido. 
Cuando se cruzan dos potentes trenes políticos como la secesión y el victimismo activado por un atentado, no hay nada que hacer. Sale lo de ayer como salió lo del 11-M. Eventos que tienen consecuencias políticas irreversibles. Por cierto, no del todo independientes. Del 11-M tuvimos a Zapatero, que fue quien puso el tren catalán en marcha. 
Las victimas fueron ayer el rey y los demás españoles. Los muertos no hablan. Incluso los verdugos pudieron hablar ayer, en un acto nauseabundo en que por boca de una hermana, fueron aplaudidos. A eso se llegó. A premiar a los verdugos en nombre del buenismo y la  melifluidad con el islamismo, causa de fondo de estos atentados, pero negado ello sistemáticamente en Barcelona, una ciudad que, dicen,  no tendrá policía ni ejército. O eso creen. Cuando hay más dolor por el verdugo que por las pobres victimas, algo anda mal en la crónica sentimental. 
Emociones a raudales que confesaban ante las cámaras precisamente los independentistas confesos, que habrían asistido al acto más emotivo de su vida.
¡Enhorabuena catalanes! Habéis dado un gran paso adelante hacia vuestros propósitos ilusorios de la Utopía preparada por los políticos más corruptos y menos responsables de la historia reciente. 

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