En España las transiciones son convulsas siempre, porque el pueblo traga los mensajes envueltos en pasión. A los incondicionales de Pedro se sumarán los que estaban en cierta duda, desarbolados por una intensa campaña de lágrimas y berrinches de los adictos, que conseguirán atraer a muchos otros. En mi familia los hay, por ejemplo, que se dejarán llevar por las fanfarrias resonantes desde la calle Ferraz, sede del PSOE. Además, no lo olvidemos, Pedro es muy guapo; como un demonio. Que esté un poco trastocado da igual.
No hace falta que sean muchos, pero sí fanatizados. Habrá - ya las hay - jueces que han tenido la ocurrencia de iniciar diligencias contra la mujer de Sánchez, esa tal Begoña a punto de ser declarada virgen.
En España siempre ha habido gente así. La igualdad ante la justicia se nos ha dado en escasos y muy breves momentos de esta triste historia de España. Las hordas casi siempre han respondido bien a los toques de corneta de asamblea de las tropas que, una vez sueltos de sus cadenas, pueden ir a matar franceses, empalar curas y monjas (1833) quemar iglesias (1931-39), que los que manejan los hilos ven complacientes fumando un puro desde un balcón, acompañados de fino puterío traído por el Tito berni de turno.
Este país absurdo ha sido siempre muy pasota para defender sus derechos ; prefiere los derechos tomados en la calle, aunque duren muy poco, pero al menos hay sangre derramada. La democracia, esa mariconería.
La vocación de los españoles es someterse ciegamente y poner su vida a disposición de un matón que no le dará libertad ni trabajo, sino le exigirá fidelidad ciega y encargos de dudoso gusto. Todo con tan de no fichar en un trabajo. Como decía Lenin, libertad ¿para qué? En España pensamos así. ¿No nos ha ido bien?
Sánchez se saldrá con la suya. Y la suya puede vestirse de muchas maneras de dramatización, pero con eso se gobiernan más años que por la vía constitucional.
La próxima normalización está muy alejada en el tiempo. Entre el comienzo de la Restauración hasta la Transición transcurrió un siglo… un periodo dominado por la convulsión, la ausencia de seguridad y orden, golpes de estado y guerra civil. Debemos reconocer que hay una traza de vocación.