Esencialmente en aquella Paz se intentó imponer a los perdedores unos pagos por indemnización imposibles de pagar para las potencias perdedoras, Alemania esencialmente.
Como explicó Keynes - delegado de la misión británica - en su famoso libro “Consecuencias económicas de La Paz”, esas indemnizaciones sólo acarrearían más pobreza y tensiones sociales a una Europa Central devastada. El resultado no podía más que ser conflictos crecientes que acabarían en otra guerra. En eso Keynes fue profético.
Pero antes, en los años veinte se produjo un gran desconcierto mundial con una gran inflación, que los países más importantes intentaron remediar con la vuelta al Patrón Oro (Conferencia de Génova, 1922). El regreso al Patrón Oro desató más desorden aún, pues los Bancos Centrales se abalanzaron a comprar oro, lo cual secó los mercados del metal. La consecuencia fue una deflación (hundimiento de los precios) que produjo grave daño en muchos países y sectores económicos, pues la caída de los precios, acompañada de la subida de tipos de interés debida a la escasez de oro, fue letal para la banca y demás sectores.
La Gran Contracción del PIB mundial que supuso esto, con el aumento del paro consiguiente, fue la crisis económica más grave jamás imaginada. En 1929, la tasa de paro en EEUU superó el 25% y La deflación estuvo cerca de esa cifra, una verdadera catástrofe.
Hay estudios que intentan escamotear la mundialización de la crisis, internalizándolo sólo en EEUU, borrando así la importancia que tuvo el Patrón Oro en la contracción monetaria y la deflación. Así Friedman, por ejemplo, que achacó la crisis a los errores de la Federal Reserve, cuando la verdad es que ésta contrajo la liquidez y subió los tipos de interés por mantener su paridad-Oro. El Patrón oro fue además el transmisor mundial de la crisis. Los países que no lo aceptaron sufrieron un crisis mucho más leve.
EEUU levantó la cabeza cuando en 1933 Roosevelt ganó las elecciones y abandonó el Patrón Oro, lo que supuso una devaluación del dólar de cerca de un 30%, un alivio patente que se tradujo en una recuperación del crecimiento inmediato y potente.
Lamentablemente esto no frenó las predicciones de Keynes: en Alemania el malestar deflacionista llevó a Hitler a ganar las elecciones en 1933, seguido de un golpe de estado con el que se apropió de poder absoluto.
La Segunda Guerra Mundial no se pudo evitar.
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