La filosofía occidental ha sido una larga cadena de sistemas de silogismos que nunca ha ayudado a vivir - salvo contadas escuelas -. Desde Platón hasta Kant, consistió en demostrar la existencia de Dios, a configurarlo - o lo contrario -, todo solemne y dogmáticamente.
No debería confundirse filosofía y religión: Dios - o la Nada -,hacía todo lo demás fútil; tus actos eran pecados o, raramente, no lo eran. Lo demás era la vida como doloroso caminar por un valle de lágrimas antes del más allá, zona inquietante en la que era muy difícil alcanzar la beatitud y no ir al infierno. Sólo los estoicos y los epicúreos (que, por cierto, no eran antagónicos) ofrecieron sabiduría vital. Quizás por eso han perdurado: son filosofías para andar por la vida, sea cual sea tu creencias. . También hay que mencionar a otros como Bergson, con su “Elan vital”, o a Ortega y Gasset y su “Razón vital”, y a otros, como Camus, literato, pero con gran intuición filosófica. No olvidemos al bueno de Julián Marías, católico ferviente y, sin embargo, gran filósofo de la vida y sus goces. Estas escuelas “vitalistas”se caracterizan por ser tolerantes, no dogmáticos. Al menos una puerta abierta a vivir sin temores, con alegría, o incluso con entusiasmo. Una invitación al optimismo en este “mar de lágrimas”.
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