El optimismo se contagió a todo el mundo. El progresivo desarme mutuo traería una “rentabilidad de la paz”, que se gastaría en bienes necesarios para paliar la pobreza. Además, el mundo viviría más relajado sabiendo que ya no estaba bajo una amenaza constante de vectores nucleares. Y prontamente se firmaron tratados de desarme entre las grandes potencias, EEUU de Reagan y la nueva Rusia de Gorbachov, que fue el que echó a rodar la pequeña piedra de la duda en los fallos del sistema soviético. Tras décadas de intentarlo una y otra vez, la visión de la realidad en sus países asombró al mundo: nada funcionaba, el abastecimiento de bienes y servicios básicos escaseaba, estaban sometidos a racionamiento; el trabajo era una ficción, unos puestos de trabajo que no producían nada e ideológicamente muy controlados… la Nada más absoluta tras aquella fachada de brillantez comunismo-fraternal invencible. ¿Por qué no se sabía? Estrategia de los políticos occidentales: necesitamos que nuestro pueblo crea que el enemigo es peligroso para que aprueben nuestra política y sus inmensos gastos.
En todo caso, en aquellos albores del nuevo milenio, el Occidente liberal había ganado por goleada. Había sabido mantenerse firme ante la amenaza soviética y a la vez tener una economía productiva capaz de sostener un “estado de bienestar” (que luego demostró amargamente ser insostenible). Era el momento de conquistar el futuro, haciendo tragar a esos ruinosos países el nuevo Orden mundial.
Ya he dicho en otras ocasiones que este estado de bienestar para todos tenía un truco: era posible solo en Europa, pues el coste de seguridad militar lo había “delegado” en EEUU, que por su parte no podía tener un estado de bienestar tan generoso… pero durante 50 años funcionó la ilusión europea de que todo era posible: Seguridad militar gratis y Seguridad Social ilimitada para todos. Mientras se iba consolidando la UE, nos vendían que éramos más demócratas y vivíamos mejor que los “pobres” americanos, que, por su parte, empezaron a susurrar que Europa debería empezar a tener su propia defensa, o la menos colaborar más con la OTAN. Concretamente lo decía Kissinger en distintos foros, pero nadie le escuchaba. Mientras seguía en marcha la política a largo plazo de incluir a China entre nosotros por el camino de enriquecerla, lo que empezó a apreciarse en el filo del final del siglo. Pero China nunca aceptó el papel asignado; estaba preparando una estrategia que analizaremos después.
Pero volvamos al núcleo de la cuestión: ¿por qué fracasó la globalización?
Para mí hay una respuesta escueta que luego requiere una explicación ampliada. La respuesta es:
Fracasó por la ingenuidad occidental de creer que todos los demás países , sobre todo China, iban a jugar al mismo juego que Occidente con las reglas de Occidente. Nos llevamos una buena sorpresa.
Hubo jugadores, singularmente China, que dijo que sí, pero enseguida se dio cuenta que si jugaba con otras reglas, ganaría estratégicamente. Y es lo que hizo. No jugó lealmente, sino como polizón en un barco que no paga pasaje, pero se le tolera porque no se le va a tirar al agua. Ya rectificará. Las reglas, no escritas y firmadas, pero patentes en el llamado “Consenso de Washington”, diseñaban un modelo realmente bonito, bienintencionado… pero pueril.
Reglas que reflejaban el Canon de Occidente alcanzado por esas fechas, extraído de la experiencia de los felices noventa, y que recomendaba mercados libres, estabilidad monetaria, moderación fiscal, no intervenir en los mercados cambiarios… este último elemento es crucial porque fue la clave de bóveda de la infiltración de todos los mercados por parte de China.
Porque China jugó con dos comodines en la manga que nadie quiso ver. Y se le toleró, aparte de quejas tan inútiles como reiteradas de los demás países. El primer comodín fue manipular su Yuan en los mercados financieros. Al mantener el yuan artificialmente bajo, adquiría una competitividad que los demás no podían alcanzar. Y de ahí, el segundo comodín. Mantener la moneda artificialmente devaluada se consigue dejando entrar todas las divisas que ingresas por el superávit comercial. Durante décadas, China tuvo un superávit creciente que le suponía acaparar millones de divisas (dólares en todo caso); etas divisas no las mantenía estérilmente en banco central. Con ellas compraba activos del resto del mundo (deuda pública americana, casualmente), y así EEUU (y otros países) se convertían en Gran Deudor de China. A eso contribuyó especialmente la liberalización financiera de los noventa, que hizo aparecer en los mercados de crédito una nueva oferta de instrumentos sofisticados que, se suponía, iban a abaratar el coste del crédito y de la cobertura contra el riesgo, lo que fue interpretado erróneamente como el fin de las crisis reiteradas en el pasado. Los capitales transnacionales se hicieron más fáciles a la vez que difíciles de desentrañar: la nueva tecnología financiera derivó hacia una opacidad creciente de los riesgos reales.
En otras palabras, China no solo conquistaba los mercados de bienes occidentales, es que además se apoderaba de una buena parte de las deudas de esos ingenuos. Estos ingenuos eran especialmente bobos cuando se trataba de los liberales a la violeta, que decían (y siguen pregonando) que si un país hace lo que China, peor para él, pues nosotros conseguimos lo que necesitamos más barato…si China se empeña en vendernos gratis y financiar nuestro desequilibrio financiero, allá ella.
Sí, es cierto, bajaron los costes internos gracias a los artificialmente baratos precios de China, pero la Industria de EEUU pasó de ser el 30% de la economía al 10% en 2015, y sigue… Y claro, la antigua clase media, que antaño era e 61% de la población, pasó a ser solo el 50%, y menguando (datos de Dambisa Moyo). El nuevo Orden, por el que Occidente iba a regular el mundo junto los países que aceptaran esas reglas, benéficas para todos, en realidad estaban destrozando la exitosa estructura social y económica que se estableció en la post guerra. Pero los modelos económicos, en su afán por el rigor científico, habían dejado de lado cosas muy importantes, como la estabilidad social, el optimismo de las clases medias que empezaban a ser deglutidas por una invasión de productos chinos que cada vez eran mejores y más baratos. Y más cosas que la economía usual no consideraba importante.
Por ejemplo, los desequilibrios financieros mundiales gigantescos que se estaban generando. Mientras China se aprovechaba de su ventaja competitiva, y acumulaba activos del resto del mundo, EEUU acumulaba frente a China una deuda creciente. Otros países, como Alemania, que llegó a exportar un 70% de su producción, también se benefició de su productividad durante un tiempo, hasta que llegó el choque inadvertido de la agenda anti calentamiento, que fue la puntilla para todos: nos entregamos con demasiada fe en un proyecto que desde el principio olía a fanatismo, además de estar frontalmente en contra de los objetivos de la postguerra: crecer, crear empleo, aumentos constantes de productividad que permitieran pagar con deshago el estado de bienestar. Ahora esos objetivos se ven con suspicacia y no se habla de ellos en los foros internacionales.
El crecimiento económico es la esencia de todo lo económico y lo demás. En eso creo que estaban de acuerdo la mayor parte de los economistas, aunque recientemente algunos pregonan unas ideas…
El problema es que el mundo se ha desorientado, es incapaz ya de seguir la lógica de las cosas, y quiere cambios, pero ya; de ahí Trump, y de ahí Meloni, y de ahí…. Hasta que caiga toda la vieja guardia de la esencia del pasado reciente… (España será la última, seguro).
Pero aunque no todos se han enterado, el caso es que lo que ha cambiado es irreversible, aunque se pueda frenar, pero el amargo cabreo de los desposeídos del presente no se andan con sutilezas: buscan sus campeones salvadores entre el ala más radical, aunque no les importe que pisoteen la democracia, que, total, no sirve para nada.
Sí, efectivamente, muy parecido a la truculenta historia de los años treinta y la llegado al poder de Hitler, con los votos de de casi la mitad del electorado. Hay una regla no escrita pero evidente: cuanto más dura el cabreo más crece éste, y cuanto más crece más extemporánea es la reacción contra la especia de ingenuidad anterior de tantos clérigos que se creían sus propias monsergas. Es lógico que pensaran así los clérigos de entonces, en especial por había gente que les creía… pero tras el derrumbe y el vistazo tras la bambalinas, hay que cambiar de royo.
De momento el destrozo es total. Las promesas de la globalización se han convertido en horrendas consecuencias. Países holgadamente ricos que están cayendo en la pobreza, orgullos clases medias gracias a la industria y las exportaciones, en declive, y un pesimismo que disuade a los jóvenes de tener hijos, lo que hace de la pirámide poblacional una amenaza.
La globalización fue ingenua. Se vendió como el elemento clave de la paz y prosperidad perpetuas, y en poco tiempo ese sueño se derrumbó ante millones de ciudadanos que veían esfumarse sus sueños, mientras los políticos vendían una combinación de ilusiones imposible: prioridad, luchar contra el calentamiento, ya que al parecer el tema económico se arreglaría solo. Y mientras nosotros nos íbamos detrás de un imposible, los demás (China y los BRICS) firmaban pero no cumplían ni una coma.
II) Como dice Dambisa Moyo en “Edge of Chaos”,
Lo que es, ciertamente, poner las prioridades en su sitio, pues lo que se estaban valorando más en estos últimos tiempos era el bueno rollito, los derechos identitarios, salvar la Tierra, y pasar de ser rico para ser feliz, a lo que llegarás sin tener nada. Y si alguien tiene que pagar la factura, otra ronda de impuestos a los contribuyentes (que cada vez son menos).“Growth is the sine qua non for free markets, free people, and the rule of law”.GROWTH MATTERS—POWERFULLY—TO ORDINARY people. When economic growth wanes, everyone suffers. Stagnation exacerbates numerous social, health, environmental, and political problems. The very essence of culture, community, and people’s individual expectations about the kinds of lives they can lead become dimmer, coarser, and smaller in the absence of growth.
(Continuará)
4 comentarios:
Gracias por esta columna, te ha salido de Nobel. Espero ansioso nuevas entregas.
Por cierto, China no ha hecho nada que no hubieran hecho antes otros países en desarrollo. Italia tenía una lira que valía 0.1 pesetas para crecer exportando, se financiaba emitiendo deuda pública que se iba diluyendo con la inflación que creaba la devaluacion de la lira pero con un interés que la hacia atractiva para los italianos y eso sacaba de quicio a los alemanes, con los que competían de tu a tu. Luego se pegaron un tiro en los dos pies entrando en el euro (como nosotros). No podemos pedir a los chinos que se peguen otro tiro.
Gracias, muy amable
Jajajaja, sí, es verdad. A veces la inflación es la vía de escape contra otras ineficiencias. Mientras no llegue al nivel aberrante de Argentina, claro.
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