"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 8 de julio de 2019

Fluyen y refluyen

Cientos, o miles, de turistas fluyen y refluyen por el mundo en nuestro verano. Si España puede hablar de cuarntaytantos millones, que decir de Italia, Grecia, Francia, etc, etc. Europa es un parque temático. 
Cientos de millones sólo en verano. No contamos los que van de Europa a Oriente, o los que se mueven dentro de las fronteras nacionales o europeas. ¿Y Latinoamérica, EEUU, Japón? Mejor hablemos de miles de millones de gente fluyendo, haciendo miles de millones de selfies, que luego envían en miles de millones de whatsaps que se cruzan por los océanos sin interrupción. Fotos anodinas en las que el que posa es una pulga al lado de un monumento,como antaño, sólo que entonces en blanco y negro. “Mira, mi padre en Moscú”, un punto con gabardina ante el Kremlin. 
No hay quien lo pare, y hace pensar el hecho y que no hay quien lo pare. 
Cientos, miles de aviones, cruzando continentes y océanos para llevar gente aburrida de Barcelona a Pekín, o de Pekin a Madrid, digamos por caso. 
Según la teoría del calentamiento, esto debería acabarse. Digo yo. 
Yo rehuyo viajar, más en avión. Es un peso imposible de llevar para mí. Veo a los turistas conquistando el Tíbet y el Everest en fila india, y me deprimo. O no, no me deprimo exactamente, porque ya es un sitio tachado para mí, afortunadamente.
Así, voy tachando sitios que conozco a la perfección gracias a la TV, al cine, o haber estado allí hace años, cuando el acoso de las chanclas se podía ignorar con un pequeño esfuerzo. 
Hay sitios en los que pienso con nostalgia porque me gustaría volver a ellos, y a alguno lo haré, seguramente con una decepción mayúscula. Sólo de ver los gigantescos barcos de recreo entrando por el gran Canale me ponen de mala leche. No quiero ver eso en la Venecia que yo conocí. 
¿Tiene esto un límite? Parece que la humanidad es un ser incapaz de no cometer excesos, desde la guerra atómica hasta el turismo, los coches, los barcos, las ciudades, todo. Por algo será.

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