Como dicen los catalanes con su golpe de estado de 2017, “lo volverem a fer”. quiero decir que España, indefectiblemente, se perderá la oportunidad de subirse a la siguiente ola de progreso, porque aquí estamos obsesionados con dos temas bien asentados en nuestra mente colectiva.
Uno es la sacralidad del problema distributivo, una sinrazón que nos han infiltrado en la escuela, y es que lo que deben hacer los políticos es igualar las rentas que perciba la gente, independientemente de su aportación a la renta total. Por eso hay tantos izquierdistas en España. Incluso los grupos independentistas son todos de izquierdas, lo que no permite predecir una economía sana en caso de que lograran la independencia. De hecho, en renta per capita y otros baremos internacionales, como en nivel educacional, Cataluña está muy por debajo de otras comunidades y otros países. Todo por la nefasta política de la inmersión lingüística, que como era de prever, daña enormemente el nivel de comprensión de los alumnos.
Otro mantra que nos impide meternos en el nuevo pelotón de los países avanzados es el de la tendencia centrífuga de nuestro estado cuasi federal, o mejor dicho, más allá de federal, en el que la delegación de políticas estatales ha sido subastada sin prevención en función de los intereses de los gobiernos de turno. Es decir, no sólo el independentismo, sino el poder real delegado a las 17 Comunidades, impide la coordinación mínima para hacer una política de temas básicos (educación, sanidad, asistencia social) que no sea muy cara y mal gestionada, además de fuente de desigualdad.
Es claro que nos hemos acostumbrado a insensateces como que la política educativa haya sido transferida a las CCAA, y recibamos con indiferencia noticias reiteradas de sus efectos , como en lo comentado ante de la educación catalana y su fracaso. Fracaso de todos, porque, en primer lugar, el estado central ha sido incapaz de defender los derechos de los castellano parlantes, curiosamente la mayoría de los catalanes. De paso, la Constitución, como en otros temas graves, salta por los aires en su defensa del español como lengua común de todos.
A todo esto, hay que sumar la venalidad de los últimos gobiernos socialistas, que han jaleado e incentivado estas debilidades del Estado porque les convenía para mantenerse en el poder. También hay que referirse a la debilidad manifiesta de los gobiernos no socialistas. En las últimas décadas, hemos asistido a un constante avance del desgaste de la Constitución y otras instituciones por la fuerza de los más hechos de los que desean acabar con el régimen parlamentario actual.
El el gráfico, la productividad multifactorial de España desde los años cincuenta.
Como ven, España hizo un excelente trabajo entre el año1959 y 1989, con un aumento de productividad de más de 100%. Eso facilitó, sin duda, la Transición política a la Democracia. Desde entonces, la productividad no sólo no ha aumentado, sino que ha ido cayendo lentamente hasta un -9% acumulado, en tres décadas (1989-2019) que determinan una tendencia, que viene de larga data, muy preocupante.
Porque los factores condicionantes que han propiciado esta decadencia, que hemos desarrollado antes, están tan enraizados que no se ve cómo se podrían corregir.
Por eso digo que España, país tercermundista cuando empezó su carrera ascendente, corre el riesgo a volver a ser un país desenganchado de los demás países occidentales; incluso muchos países del Este de Europa, antiguos miembros del Pacto de Varsovia, lo están haciendo mejor en su normalización económica.
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