Se me ocurren unas cuantas razones para poner en cuestión tan delicada decisión política. Porque en cuestiones de dinero, antes de teorías monetarias hay un gobierno que decide del modelo de gestión y de la propia gestión. Nunca deja de haber una razón político-estratégica.
Incluso en el añorado para algunos patrón oro. En el patrón oro no deja de ser el poder el que decide implantarlo, y luego gestionarlo, aunque la paridad oficial no se altere. Pero esta paridad muy raramente será el precio de equilibrio, porque lo que consigue es fijar la oferta o cantidad de dinero en circulación, no la demanda de dinero. Luego parte de la arriesgada hipótesis de que la demanda de dinero es estable, o que si se mueve lo hace lentamente.
Pero eso es totalmente erróneo. La demanda de dinero es estable hasta que deja de serlo y tiene cambios furibundos que pueden hacer quebrar todo el sistema bancario, como demostró Walter Bagehot en su inmortal “Lombard Street”.
Keynes fue el primero que dijo que la demanda de dinero tenía un componente especulativo que lo convertía en el principal activo de referencia, pese a no tener rentabilidad, pero el único realmente líquido, y por ello al que todos miraban cuando de repente surgían sospechas sobre cualquier otro activo, se desataba la búsqueda de liquidez, caían los mercados, y los bancos que eran solventes un momento antes pasan a estar bajo sospecha de su capacidad para hacer frente a la demanda de liquidez del usuario. Sí, una crisis de liquidez puede hacer quebrar al banco, o al sistema bancario, más solvente del mundo, porque hay una demanda de liquidez que a veces se dispara. Y lo hace por las razones más insospechadas.
Cuando sucede esto, todo el mundo desea imperiosamente cambiar la composición de su cartera de los activos menos líquidos a dinero. Si una cartera está corta de liquidez, su propietario solo tiene una forma de adquirir la deseada, que es vendiendo otros activos. Si esto se generaliza, los mercados de esos activos tiemblan. Repentinamente, el optimismo reflejado en un valor nominal de la economía se desploma, y ese deprime el ánimo de todos de manera contagiosa.
El patrón oro no tenía remedio para eso, todo lo contrario. Mantenía la oferta de dinero fija, lo que llevaba a que la demanda de tenencias líquidas se hiciera infinita a cualquier tipo de interés, y por mucho que subiera éste, nadie cambiaba su pánico y dejaba de vender activos, que caían a plomo a menos que el Banco Central hiciera algo para parar el aluvión.
¿Qué podía hacer el BC? Lo que recomendaba Bagehot: abrir la ventanilla sus reservas a cambio de cualquier activo. Es decir, intervenir en los mercados para parar al su caída, y así inyectar la liquidez tan deseada. Lo malo es que no estaba garantizado que tuviera el volumen bastante de reservas líquidas. Porque en aquellos tiempos dominaba la doctrina de que el BC debe tener unos activos “sanos” y “líquidos”, y una avalancha de estas podría dejarle seco aún pudiendo tomar préstamo al extraordinarios de otros bancos centrales, que no estuvieran bajo presión. Pero en 1929 todos los bancos del mundo estuvieron bajo intensa presión...
Lo anterior expone que hay una continua demanda de liquidez, y a veces la liquidez lo representa el oro, otras el dinero líquido, o lo que sea que es aceptado como medio general de cambio. Olvídense de que el Bitcoin y demás engendros pase a ser la encarnación la deseada liquidez, como se ha demostrado con las sucesivas crisis padecidas.
Desde la crisis de 1929, los instrumentos líquidos han sido el papel fiduciario y los depósitos convertibles de la banca, cuando se confía en el sistema. Obsérvese que depósitos efectivo van de la mano, pues en caso de crisis y desconfianza en bancos, lo que va a ir a buscar La gente es que “le hágannos efectivo sus depósitos, es decir, hay un aumento de la demanda de éste a costa del depósito bancario. Si se produce una crisis de liquidez como la de 1929, lo que se busca es billetes y depósitos. Puede suceder que los depósitos entren en duda y se busque convertirlos en billetes. Entonces el BC no tendrá más remedio que facturar billetes hasta que los mercados se estabilicen.
El querer eliminar los billetes como alternativa a los depósitos supone anular esta solución y recortar un grado de libertad para el que sostiene el sistema, es el usuario. No es una decisión sin consecuencias pretender que todo el mundo sólo tenga depósitos y cero billetes. En caso de pánico, la gente querrá tener liquidez física.
Además, aún en periodo de normalidad, es un derecho disponer de una alternativa al sistema informático bancario. Hay gente, normalmente la más necesitada y lejana a la urbe, que requiere poder disponer de billetes porque en sus circunstancias es más económico eso que tener una cuenta en el banco. Esa gente se siente más protegida así, y tiene derecho a ello.
No es excusa el problema del fraude fiscal, que no debe instrumentar el sistema monetario por sus problemas de recaudación. El sistema fiscal debe ser vertebrado en torno a cuestiones fiscales, no de otra índole. Pero Europa siempre ha tenido la tendencia a aprovechar caminos heterodoxos para recaudar más, lo que por otra parte no es recomendable: hay que poner coto a la insaciable fiscalidad, que tiene claros y documentados efectos negativos sobre la economía.
Esto viene avalado por el aumento registrado en EEUU de la cantidad de billetes en relación al PIB, sobre todo desde la gran crisis de 2008, como se ve en el gráfico:
Una prueba evidente de que las cosas no han vuelto a la normalidad desde esa crisis (para nada una Gran Recesión), y que la gente demanda más dinero/PIB como forma de liquidez, además de sus depósitos bancarios. Esto, en un país en el que el uso de las tarjetas electrónicas son de uso general. Pero una cosa no impide la otra, y la evolución hacia una supresión del billete debe ser natural, no forzado, como lo fue en el periodo de estabilidad general desde 1950 a 1990, en el que la gente se fue acomodando gradualmente a los avances tecnológicos. Ciertamente, no había sustos, convulsiones, y nadie pensaba en protegerse.
En suma, el cambio hacia un lado u otro de la balanza entre efectivo y depósitos debe ser natural y acomodado a las necesidades del usuario; no debe penalizarse, como ahora, el pago mediante billetes a partir de una cantidad de euros, que sólo responde a perseguir el delito fiscal, objetivo muy loable pero que no debe basarse en entorpecer los delicados mecanismos de la circulación monetaria.
¿Por qué va a querer la gente un porcentaje de efectivo en su cartera de activos? Ya hemos visto algunos motivos. No debe importarnos si son racionales o no, según este o aquel modelo basado en el racionalismo imperativo. Hay capas de la sociedad marginales, que no tienen ningún tipo de ayuda, y que gestionan sus pequeños haberes como pueden. Si se les quita el dinero, es posible que se le dificulte la vida.
¿Que hay grandes sectores que emplean dinero negro para evasión fiscal? Que se les persiga por el poder ejecutivo, pero sin necesidad de crear problemas en otros sectores de la sociedad.
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