"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

domingo, 1 de diciembre de 2024

El príncipe y los lémures

No consigo discernir si los lémures que van cayendo en las redes del tirano de turno, se ponen a sus órdenes por cinismo o por convicción.

Será incapacidad mía, pero la mayoría de ellos parecen tan tontos, que sospecho que es por convicción, en realidad con más convicción que sus amos. Amos, porque aquí cabe hablar de servilismo perruno.

Marisú, por ejemplo, no sé si sus gansadas salen de un interior ingenuo, pueril, incapaz de madurar, o cabe en él – ya que llevan una carga de sadismo – una gota de cinismo malévolo. Ya va su segunda gran trapisonda, después de haber “presenciado” los ERES en la Junta de Andalucía.

No lo sé. En esta historia que nos ha tocado soportar, se ve tal variedad de caracteres, cada cual con su peculiaridad única; a la vez tan jerarquizados desde la cresta hasta el último lémur, que podría ser que todos tuvieran una dosis de simple infantilismo o de maldad, combinadas con todo lo que cabe en ese vacío aparente entre ambos conceptos.

La misma cabeza del líder es compleja; no es discernible cómo se combinan esas dosis de maldad, de determinación, de capacidad de réplica poco después de un eventual revés, de fría determinación, acompañada de una ira que han corroborado algunos testigos, anónimos por supuesto.

Por ejemplo, la pronta recuperación del “jefe de la manada” de su desfallecimiento y estado de shock en su funesta visita a los damnificados de la inundación de Valencia. Nunca se la había visto tan hundido; pero a las pocas horas ya estaba contraatacando las primeras críticas y echando la culpa a su brillante aportación al acervo político, la “Fachoesfera”, invención de su caletre conspiranoico. ¿Está conspiranoia, que tan bien le funciona, es fruto de una frialdad maquiavélica o de una mente revanchista?

Por cierto, qué hubiera dicho Maquiavelo de él: ¿qué es admirable como su admirado asesino César Borgia, o pasionalmente demasiado descontrolado? ¿Su saqueo de las arcas públicas, es demostración de frialdad calculada, o simple venganza contra esa nación llamada España, que parece detestar?

Yo creo que Maquiavelo no hubiera aprobado que fomente la quiebra de su propio Estado, como él lo está haciendo. En realidad, Maquiavelo, en sus escritos sobre la naturaleza del poder, distinguía netamente al príncipe del pueblo que gobierna. El primero tenía que tener una doble moral: una para rechazar el acoso constante de los demás (sobre todo los más cercanos) a su trono. El príncipe está legitimado en usar la violencia para defender su trono, y la astucia, la mentira, todo, pues de todas maneras sus enemigos usarían eso y más. El príncipe no se puede (o mejor, no debe) permitir ser menos cruel que los aspirantes a destronarlo: tiene una prioridad: defender su trono (téngase en cuenta que esto era mucho antes de la Democracia).

Eso sí, frente a su pueblo tendrá que fingir una moral, sino de bondad, sí de bonhomía, de gobernar por su bien, aunque a la vez debe ser inmisericorde: es mejor, llega a decir, un pueblo temeroso a un pueblo entusiasta con él, pues el pueblo suele ser desmemoriado, y recuerda mejor el temor que el entusiasmo, que olvidará al menor contratiempo, como unas inundaciones, como vimos el día después de las inundaciones. Es claro que Maquiavelo no mostró ningún entusiasmo por la religión católica, fuente, en su opinión, de una moral cívica deficiente. Para él, la prioridad absoluta fue su sueño de una Italia unida y fuerte, que expulsara a los ejércitos extranjeros – principalmente de España y Francia – que asolaban y sembraban la discordia de Italia, entonces una mera agregación de ciudades-estado. Solo se cumplió su sueño tres siglos después, con la unificación de Garibaldi[1]

¿No es verdad que nuestro líder máximo no ha tenido ni un ápice de empatía ni piedad, y que ha escatimado hasta el rencor las escasas ayudas que ha concedido? Un príncipe maquiavélico hubiera simulado piedad y conmiseración, ante el pueblo devastado. En realidad, su parte más emocional que le dicta su pasión por la Moncloa, está horadando su poder. Tendrá que decidir, más pronto que tarde, qué hacer al respecto; por su trayectoria audaz, es de suponer que seguirá por el camino del riesgo hasta que se la pegue. Pero no se puede esperar que alguien salga a darle el alto en su camino frenético.


[1] En realidad, Maquiavelo, a pesar de justificar su obra como tratado de recomendaciones a la familia Médicis, parece ofrecer una fría descripción del ejercicio del Poder. En todo caso, un tratado imperecedero por su veracidad.


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