"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

lunes, 25 de julio de 2022

Biøn Lomborg



Más sobre Biørn Lomborg, el ecologista escéptico, de su libro “Falsa alarma”. Lomborg cree en el calentamiento producido por las emisiones de CO2. Lo que le diferencia de los demás es que no es un histérico de los quieren soluciones ya. Sabe que la transición a energías limpias no será en pocos años, y que si se hace con prisas empobreceremos a los ya pobres de la Tierra. Sus palabras, tomadas del libro citado:

Cuando los activistas del clima exigen una reducción inmediata y drástica del dióxido de carbono que se emite en todo el mundo, en el fondo están defendiendo algo equivalente a un límite de velocidad de cinco kilómetros por hora. Es una reivindicación ridícula, al menos para cualquiera que tenga que ir a trabajar en coche cada mañana. En segundo lugar, hay que buscar soluciones más inteligentes para el cambio climático. Los mejores especialistas en economía del clima coinciden en que la mejor forma de combatir sus efectos negativos es invertir en innovación ecológica. Deberíamos innovar en las tecnologías del mañana en lugar de montar los ineficientes aerogeneradores y paneles solares de hoy. Deberíamos estudiar la fusión, la fisión, sistemas de hidrólisis, etcétera. Podemos investigar sobre algas cultivadas en la superficie del océano para producir petróleo. Como estas algas convierten la luz solar y el dióxido de carbono en petróleo, la quema de ese petróleo no liberará nuevas cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. La producción de biopetróleo con algas dista mucho de ser rentable en la actualidad, pero la investigación de esta y muchas otras soluciones no solo es barata, sino que además nos ofrece la mejor oportunidad para desarrollar verdaderas tecnologías de vanguardia.28 Si innovamos para que el precio de la energía verde sea inferior al de los combustibles fósiles, todo el mundo se unirá al cambio, no solo los países ricos, sino también China e India. Los modelos revelan que cada dólar invertido en investigación y desarrollo (I+D) en energía verde ahorrará 11 dólares en daños climáticos. Esto será cientos de veces más efectivo que las políticas climáticas actuales.
Dar con los avances que propulsarán el mundo durante lo que resta de siglo xxi podría llevarnos una década o cuatro. Pero lo que sabemos con seguridad es que no resolveremos el problema con más promesas hueras e inversiones ineficientes. Hay que dar rienda suelta a la innovación. Por desgracia, en la actualidad no lo estamos haciendo. Aunque en principio todo el mundo está de acuerdo en que deberíamos gastar mucho más en I+D, la fracción del PIB de los países ricos destinada de verdad a I+D se ha reducido a la mitad desde la década de 1980. ¿Por qué? Porque la instalación de paneles solares ineficientes queda muy bien en las fotos y transmite la impresión de que se está haciendo algo, pero los réditos de financiar a cerebritos son más difíciles de ver. Este es otro de los costes del alarmismo machacón. Como estamos tan empeñados en actuar ahora mismo, aunque tenga una repercusión casi insignificante, dejamos de lado los avances tecnológicos que a largo plazo podrían permitir a la humanidad dejar de depender de los combustibles fósiles. En tercer lugar, debemos adaptarnos a los cambios. La buena noticia es que lo hemos hecho durante siglos, en épocas en las que éramos mucho más pobres y menos avanzados en tecnología. Sin duda lo haremos también en el futuro. Consideremos, por ejemplo, la agricultura. Con el aumento de las temperaturas es posible que algunas variedades de trigo produzcan menos. Pero entonces plantaremos otras variedades u otros cultivos, y se producirá más trigo en regiones más septentrionales. No nos saldrá gratis, pero reducirá considerablemente los costes del cambio climático. Los seres humanos hemos demostrado ser maestros fabulosos de la adaptación. Ahí está Bangladés, que ha reducido enormemente el número de víctimas por ciclones tropicales desde la década de 1970 invirtiendo en inteligentes medidas para la gestión de catástrofes y en mejores normativas de edificación; o la ciudad de Nueva York, que aprendió con el ciclón tropical Sandy e introdujo una serie de medidas sencillas, como compuertas de contención de agua para evitar la inundación de la red de metro en caso de grandes tormentas. En cuarto lugar, debería investigarse más en geoingeniería con el fin de emular los procesos naturales para reducir la temperatura de la Tierra. Cuando el volcán Pinatubo entró en erupción en 1991, inyectó en la atmósfera unos quince millones de toneladas de dióxido de azufre y formó una ligera bruma que se extendió por todo el planeta. Esta neblina reflejó la luz solar incidente hacia el exterior, lo que enfrió la superficie de la Tierra en torno a medio grado centígrado de media a lo largo de dieciocho meses.
Debemos ser conscientes de que cuando los paquetes de ayuda exterior se supeditan a la exigencia de que el mundo en vías de desarrollo se alinee con las prioridades climáticas de los países ricos, se está imponiendo una especie de imperialismo. No se escuchan los deseos de la ciudadanía de esos países y se ponen en riesgo las posibilidades que tienen para eliminar la pobreza entre su población en aras de las preocupaciones de los países poderosos. No solo es algo nefasto, también es muy poco ético.
Deberíamos recibir con más escepticismo la información que nos llega sobre el cambio climático a través de los medios de masas. Casi todos los días nos cuentan algo nuevo sobre la subida de las temperaturas y sobre los daños extremos que causará el cambio climático. Una vez más, los medios de comunicación salen ganando si transmiten la versión más alarmista posible de la historia del cambio climático: eso vende más periódicos y genera más visitas. Nadie se detiene a mirar un enlace titulado «La vida del futuro será muy similar a la de ahora, pero tal vez plantee más desafíos en ciertos aspectos». Así que, en lugar de eso, leemos, tal como reza un titular del New York Post, «El cambio climático podría acabar con la civilización humana en 2050: Informe». Es muy improbable que la periodista que escribió el artículo o la persona que ideó el impactante titular tuviera la intención deliberada y artera de engañar a sus lectores. Pero no hay duda de que ese titular se concibió para conseguir más lectores. Y es evidente que sus creadores no leyeron ni analizaron en su totalidad el estudio sobre el que informan, y mucho menos aún que lo contrastaran con la ciencia más sólida sobre esta materia. El estudio real de 2019 en el que se basó la noticia no es más que un informe ligero de siete páginas emitido por un grupo de expertos poco conocidos que se aparta por completo de la ciencia aceptada por el comité de expertos del clima de Naciones Unidas. El informe expone el escenario más extremo e improbable, donde todas las consecuencias climáticas son mucho peores que las previstas por la gran mayoría de la comunidad científica.

A veces el histrionismo de la prensa llega a cotas amas vista de mentira y descaro. Por ejemplo,

Uno de los ejemplos recientes del planteamiento alarmista de los medios de comunicación que más repercusión ha tenido fue la cobertura de un informe decisivo publicado en 2018 por científicos del clima de la ONU. La mayoría de los medios de comunicación informó de que estos expertos instaban al mundo a la reducción drástica de las emisiones para el año 2030, lo que implica cambios enormes para conseguir que el aumento de la temperatura permanezca por debajo de 1,5 oC. La CNN contó, por ejemplo, que «la Tierra tiene 12 años para evitar la catástrofe del cambio climático». Versiones similares de esta lectura aparecieron publicadas en periódicos de todo el mundo, y han sido repetidas por políticos y activistas desde entonces.47 Lo que ocurrió en realidad fue que durante la conferencia sobre el cambio climático celebrada en París tres años antes, los dirigentes mundiales declararon su deseo de conseguir que el aumento de la temperatura no pasara de 1,5 oC. Y ese objetivo se incluyó hasta en el preámbulo del acuerdo alcanzado durante aquella cumbre sobre el cambio climático (el Acuerdo de París). Se hizo a instancias de activistas del clima deseosos de que quedara constancia de sus afanes y aspiraciones, y no porque los científicos del mundo se hubieran reunido para declarar crucial ese límite arbitrario. Como los dirigentes mundiales habían declarado en 2015 que el objetivo era mantener la subida de la temperatura por debajo de 1,5 oC, solicitaron a los científicos del clima de la ONU que investigaran qué habría que hacer para lograr ese objetivo increíblemente ambicioso. La respuesta de los científicos se tradujo en el informe de 2018. Los científicos, que prometieron brindar «información relevante, pero no prescriptiva, para adoptar medidas políticas», de acuerdo con las directrices de la ONU, se vieron obligados a decir que el objetivo de 1,5 oC es técnicamente viable, pero «requeriría cambios veloces, de gran alcance y sin precedentes en todos los ámbitos de la sociedad». En resumen, los políticos preguntaron qué habría que hacer para conseguir casi lo imposible, y los científicos respondieron que requeriría políticas casi imposibles.

1 comentario:

interbar dijo...

Hay un físico alarmista leonés (Antonio Turiel) que preconiza una reduccion del nivel de vida en un 90%. El tipo se queda tan ancho sin tener en cuenta las implicaciones en cuanto a reducción drástica de la población; un genocidio.