Lo que no se podía ni imaginar estos, es que la tradición se cocinara en sus propias sedes, y que grandes espías occidentales (bueno, británicos. Pues EEUU tardó más) fueran traidores que se vendieron a la URSS de Stalin por pura ideología. Los “cinco” de Cambridge, nombrados
Kim Philby (nombre en clave: Stanley), Donald Maclean (Homer), Guy Burgess (Hicks), Anthony Blunt (Johnson) y, también casi con seguridad, John Cairncross (Liszt). Blunt llegaría incluso a ejercer como asesor artístico de la Reina. (El Mundo)
Le hicieran un agujero enorme en sus dispositivos de espías. Los cinco eran ricos, famosos en sus círculos de alta clase. Fue la jugada maestra de Stalin: reclutar, no a gente con necesidades monetarias, sino justamente a los que menos lo necesitaban, y por ello menos sospechosos de estar vendiendo secretos a a su peor enemigo.
Por eso tardaron tanto en descubrirlos, aunque las evidencias eran muchas. Pero ¿cómo sospechar que los más guapos, listos, y ricos espías “al servicio de su High Majesty” iban a ser los traidores? De hecho a medida que fueron delatándose, no los pudieron prender y juzgar por Alta Traición, dado el escándalo nacional que se hubiera desatado. Hubiera sido como declarar que en el entorno de la reina y las capas sociales mas altas habían infiltrados que tomaban nota en los cócteles o cenas de la High Society, enviando además toda la información secreta que pasaba por sus manos a la KGB. O sea, una declaración de incompetencia de toda la cadena de mando durante 20 años. Hubo purgas, pero también siguió larvada la traición.
La guerra del espionaje la ganó, sin duda alguna, el Este, principalmente Rusia, pero tampoco fue manco el agujero que hizo en Alemania Occidental & aliados la Otra Alemania, la del Este. En 1972 tuvo que dimitir el canciller de Alemania Occidental, Willy Brandt, porque su colaborador más íntimo, Günter Guillaume, supuesto refugiado del Este, estaba espiando para la RDA y la URSS.
(Brandt y su “espía preferido”, Günter Guillaume. Foto Wikipedia)
La esencia del espionaje no ha cambiado: se espía porque el enemigo lo hace. Tienes que contrarrestar eso.Cuánto más complejo es el mundo, más necesitas saber qué se está cociendo en los países amenazantes, al menos en sus planes estratégicos. Para ello infiltras a los tuyos en sus ambientes más protegidos, y no puedes asegurar que no se convierte en espías dobles.
El servicio secreto de Israel, el Mossad, tiene un gran prestigio, demostrado en muchas y soñadas “misiones imposibles”.
Ahora bien, la ventaja la llevará siempre Rusia, porque tiene menos que responder de sus fracasos y es libre de ejecutar al que se descubre dando información al enemigo, o cometiendo errores. Rusia empezó antes, además. En la Segunda Guerra Mundial ya esperaba a sus aliados occidentales, mientras éstos lo consideraban país aliado. Tomaron una gran ventaja para la guerra fría.
La bomba nuclear de la URSS fue gracias al espionaje soviético en EEUU, que se incorporó tarde al espionaje y contraespionaje. Cuando se quiso dar cuenta, los rusos habían conseguido anular el monopolio del arma estratégica.
Ahora se ha sumado China, que es de esperar tenga su propio sistema.
El espionaje es la guerra previa a la guerra, en el sentido que no hay líneas morales: todo está permitido en el nombre del patriotismo. Cualquier nación que se precie lo ejercerá, con más o menos eficiencia.
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