Algunos dicen que la democracia no es más que un escenario de cartón piedra que oculta la verdad descarnada, la opulencia de los oligarcas. Ortega & Gasset decía de la Restauración, única democracia en España previa a la (maltrecha) de hoy, que era una pura obra teatral de fantasmas. Ahí empezó su demolición.
La democracia eficiente es el método de que los grupos de presión se cedan el poder sin derramamiento de sangre, decía Karl Popper. Funciona cuando todos aceptan que les conviene vivir bajo lámina protección de la Ley.
Lo malo es su debilidad en tiempos apremiantes, en los que es secuestrada a la fuerza por el más populista y mentiroso, bajo el cual su cobijan los más gañanes sin escrúpulos. Así fue en los años 1930. Hitler llego al poder en las elecciones de 1933. No necesitó un golpe de estado. Como le enseñó Mussolini en 1922, no necesitó cambiar ni una coma de la ley.
La democracia, orgullo de Occidente hasta hace poco, faro de los países dictatoriales, está muriendo porque ya sólo una minoría de nostálgicos la añoran. Eso abre la puerta a que sujetos mal encarados, como Trump, como Sánchez, lleguen a la sala de mandos. Casi nadie se preocupa por esa “antigualla”. La falta de memoria histórica hace estragos.
3 comentarios:
Lo que está muriendo son las diferentes versiones de la partidocracia, que ya toca; Sólo hay un país del mundo, en donde podemos afirmar que la democracia existe, y es Suiza; democracia directa en todos los niveles (federal, cantón y comuna) con sus correspondientes referéndums trimestrales; en fin, llorar para no morir.
Y dentro de mi frustración; es que la ciudadanía este preparada para este tipo de democracia, sin duda pocas naciones cumple con ese requisito.
La clase dirigente política de este país (me niego ya a llamarlo nuestro país) experimentaria una gran mejora si eligieramos a los cargos públicos por sorteo. Un ordenador elegiría todos los nuneros de DNI necesarios para cubrir todas las plazas de cargos públicos, desde concejal de pueblo a diputado y los poseedores de dichos DNI pasarían a cubrir las vacantes en sustitución de sus actuales (y rojos de cólera) titulares. Al final de su mandato se irían a su casa con su finiquito y vuelta a empezar.
Solo habría que tener la obvia precaución de excluir de la lista de ciudadanos aptos para ser nombrados cargo público a enfermos mentales y completos analfabetos, amén de condenados en firme tanto por el código civil como por el criminal (y el militar, ya de paso). Puestos a hilar fino, el ordenador establecería una baremacion por méritos para repartir los cargos, tal que así: nivel de estudios, Graduado Escolar o similar, para concejales; BUP o similar, alcaldes de pueblo; y así hasta diputados que necesitarían dos carreras y una de ellas al menos por una universidad extranjera. Y 10 años mínimo cotizados.
Como dicen los pobres, soñar es gratis.
Los griegos tenían una gran confianza en la objetividad del sorteo. Aquí seguramente trucarían las bolas.
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