Lo que más me gusta de Daren Acemoglu, premio Nobel de Economía, es que rasga el velo que siempre ha ocultado la cruda verdad de la economía:
“Los países pobres lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza. No lo hacen bien, no porque se equivoquen o por su ignorancia, sino a propósito. Para comprenderlo, tenemos que ir más allá de la economía y el asesoramiento experto sobre lo mejor que se puede hacer y, en su lugar, debemos estudiar cómo se toman realmente las decisiones…La comprensión de la política resulta esencial para explicar la desigualdad del mundo.”Añado: No por azar la Economía de antes se llamaba Economía Política. La economía no es neutral políticamente. En la España de hoy tenemos innumerables ejemplos de esto: fracaso económico de un bien intencionado régimen democrático.
No se dejen engañar por los charlatanes que venden humo: sin una política expresamente orientada al bien común (el cual depende de la eficiencia económica), no puede haber bienestar económico. Y sólo un estado de bienestar (que no hipoteque el futuro) puede ser la base de una sociedad estable.
¿Contradice esto la regla número uno de la economía más usual, que todo pasa por el mercado? De ninguna manera. Lo que señala es que el mercado, sobre todo algunos mercados, no son capaces de ofrecer lo que necesita la economía. Pero no se trata de anular el mercado y cambiarlo con la economía dirigida. La economía de este tipo ha fracasado. De lo que se trata es de crear las instituciones que enmarquen y propicien el libre mercado, pero asegurando que sus aspectos deficientes sean compensadas.
Desgraciadamente, no pueden establecerse reglas fijas, normas duraderas, que desvelen la mezcla exacta del mix de libertad y norma política. Lo único que hay es lo que nos desvela la historia - cierto, no muy claramente-, de cómo algunos países consiguieron una combinación fructífera de progreso y libertad. La acción humana dista de ser perfecta. Pero no tenemos más remedio que escuchar el pasado y distinguir entre sus voces (y la posibilidad de rectificar), las que son más probables de llegar a buen puerto.
Desde casi sus principios, la Economía ha dado la espalda a la historia y ha intentado erigirse como tribunal abstracto de una verdad absoluta derivada de la lógica matemática. Ha sido una senda falaz, cada vez más alejada de la realidad.
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