Leyendo los datos de Hernando de Soto sobre Egipto (que, la verdad, sólo me sorprenden por las cifras, pero no por el sentido), me acuerdo cuando, en una pura expresión del pesimismo español, se decía que "África empieza en los Pirineos".
Bueno, pues no. España es un país que está (de momento) a miles de leguas de la cultura norteafricana, coránica, formada tras las invasiones islámicas que laminaron una fecunda tierra en cultura: la cultura romana, y luego cuna de lo mejor del cristianismo. San Agustín era Romano/Africano, y muy orgulloso de ello. Ahora, los descendientes de aquellos invasores muestran orgullosos los restos del Antiguo Egipcio y Roma, con el que poco tienen que ver (como los griegos de hoy poco tienen que ver con los clásicos).
Afortunadamente, España tiene un buen sistema de protección de la propiedad, que está arraigado en la cultura popular inconsciente, pese a los devaneos de la Constitución con la "utilidad social" de los bienes privados y esas cosas.
Ahora nosotros tenemos nuestros propios bárbaros, que han originado el movimiento Okupa; pero eso no es lo peor. Lo peor es el espíritu de Robin Hood, en el que el papel del simpático héroe de leyenda lo interpreta el gobierno, las comunidades, y los ayuntamientos. Mediante el silencioso pero eficaz aplastamiento, el poder va laminando empresas y propiedades privadas por el sencillo expediente de esquilmar, arruinar y expropiar. Unas 350 miles de empresas, unos no sé cuántos de pisos embargados, han lanzado a la gente, silenciosamente, a buscarse la vida y el techo por medio de la patada, que consiste en meterse en una vivienda de promoción pública "no asignada". No es más que un ejemplo de que nuestra termita avanza y engorda, gracias al que debería proteger precisamente la propiedad de todos, incluso los pobres. Precisamente los multiples poderes que nos machacan se han aprovechado de cosas como el registro de la propiedad, el censo, para tener a todo el mundo "atado y bien atado" y que nadie se escape de "pagar o quebrar", la verdadera ley actual.
Bueno, pues no. España es un país que está (de momento) a miles de leguas de la cultura norteafricana, coránica, formada tras las invasiones islámicas que laminaron una fecunda tierra en cultura: la cultura romana, y luego cuna de lo mejor del cristianismo. San Agustín era Romano/Africano, y muy orgulloso de ello. Ahora, los descendientes de aquellos invasores muestran orgullosos los restos del Antiguo Egipcio y Roma, con el que poco tienen que ver (como los griegos de hoy poco tienen que ver con los clásicos).
Afortunadamente, España tiene un buen sistema de protección de la propiedad, que está arraigado en la cultura popular inconsciente, pese a los devaneos de la Constitución con la "utilidad social" de los bienes privados y esas cosas.
Ahora nosotros tenemos nuestros propios bárbaros, que han originado el movimiento Okupa; pero eso no es lo peor. Lo peor es el espíritu de Robin Hood, en el que el papel del simpático héroe de leyenda lo interpreta el gobierno, las comunidades, y los ayuntamientos. Mediante el silencioso pero eficaz aplastamiento, el poder va laminando empresas y propiedades privadas por el sencillo expediente de esquilmar, arruinar y expropiar. Unas 350 miles de empresas, unos no sé cuántos de pisos embargados, han lanzado a la gente, silenciosamente, a buscarse la vida y el techo por medio de la patada, que consiste en meterse en una vivienda de promoción pública "no asignada". No es más que un ejemplo de que nuestra termita avanza y engorda, gracias al que debería proteger precisamente la propiedad de todos, incluso los pobres. Precisamente los multiples poderes que nos machacan se han aprovechado de cosas como el registro de la propiedad, el censo, para tener a todo el mundo "atado y bien atado" y que nadie se escape de "pagar o quebrar", la verdadera ley actual.
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