Recientemente ha habido un intenso y profundo debate en el congreso, donde no es habitual tal nivel de disquisición antropofilosófica. El bípedo Bono fue el que elevó el tono del intercambio a niveles inauditos: con un termómetro (¿o será un vibrador?)en la mano que marcaba (pueden verlo) un agradable 27º, más propio de una piscina, abordó tres temas que aparentemente no estaban relacionados: la corbata, la disciplina de los "juijieres", y el ahorro energético.
Bono demostró con elegancia y limpieza, propia de una mente impar (como es la suya), que se puede mantener la disciplina sin "tenegg que disciplinagg": basta que cada uno se cuelgue un trapo del cuello de la camisa.

El nivel general de este mandarín es tal, que sus polisémicas palabras no han alcanzado a ser entendidas por todos los mortales (diablos, es un Marcel Proust desconocido). Pero si se releen una y otra vez, se entienden y se entiende su objetivo: Los "jujieres" llevan corbata porque es su obligación, y nadie se había cuestionado esto; hasta que el bípedo-de-los-implantes recordó que en el Congreso -no por la dignidad del sitio, sino para que los "jujieres" se den cuenta de lo jodidos que están con sus faralaes y corbatas-, hay señorías que no llevan esa prenda. Así, en 10 segundos, ha irritado a los juijieres (que han sentido que se ahogaban), a las señorías sin corbata (que se han sentido por debajo de los jujieres), y a los que estaban echando una agradable siestecita (desagradable despertar con el chirriante sonido de las gjgjg por los altavoces). A partir de ahora, el nivel de mala leche subirá unos grados más, y el termómetro en consecuencia. Bono es Bono, como fútbol es fútbol.
La próxima será obligar a todos a ponerse implantes. A sangre y fuego. ¡Tiembla Sebastián!
Bono demostró con elegancia y limpieza, propia de una mente impar (como es la suya), que se puede mantener la disciplina sin "tenegg que disciplinagg": basta que cada uno se cuelgue un trapo del cuello de la camisa.

La próxima será obligar a todos a ponerse implantes. A sangre y fuego. ¡Tiembla Sebastián!
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