Durante los inacabables años de la Isla (ver aquí, aquí anteriores episodios) hasta que huí de ella, tuve que soportar lo que se llamaba el Método. Por fortuna, yo no trabajaba directamente en el ramal de operaciones especiales. Sí que vi algunas, pocas veces, al Dr Mª-Lô con su delantal salpicado de manchas sanguinolentas -en cuyo caso corría a esconderme en la primera esquina-, pero no era mi negociado. Siempre tuve una ventaja intangible: como había llegado antes que él -antes de que convirtiera la fortaleza en un cenagal lleno de ratas y cuajarones de sangre-, estaba bastante alejado de su férrea bota y la de sus lacayos, como Ojo de Alce, o una llamada Patrol - nada que ver con Gwethny- también conocida por la pelos, por obvias razones (Ver imagen)
Pero eso no me liberaba del Método. El Método era un Sistema de Doblegación de la Voluntad (SDV). Me costó bastante tiempo comprender su fin, aunque tiempo era lo que me sobraba, hasta que tuve la suerte de huir.
El SDV, o simplemente el M, tenía un importancia enorme en los designios del Doc Mª-Lô. Él trabaja los cuerpos y miembros en sus experimentos, pero leía con fricción los informes que le hacían llegar incesantemente de nuestro Departamento, en el cual había colocado a "gente" (por decir un eufemismo) de su total confianza. "Gente preparadísima, pues no en balde eran casi todos criaturas suyas, fabricadas por él, para cumplir esa función. Ojo de Alce era uno de ellos, y uno de los mejores en aplicar el M, incluso con aportaciones propias muy jaleadas por el núcleo de mando.
Una vez fabricado los entes encargados de aplicar el SDV, este iba sobre ruedas. Para explicarlo brevemente: el M tenía dos partes: una que se llamaba el "Contenido", y Otra -la importante- que se llamaba la "Correción".
Así, nuestra función se suponía que era principalmente hacer unos análisis e informes de diferente longitud, que luego se distribuían a círculos de nosotros mismos, acotados por el grado de confidencialidad. Esos infomes eran corregidos por la "cadena de mando", es decir, que pasaban por el filtro de menor a mayor grado de escalafón. Lo que el número había escrito quedaba al final totalmente triturado por dicha cadena.
Aparentemente, el fin era obtener un resultado óptimo en el sentido de: inanidad absoluta, reafirmar la cadena de mando, y poder justificar el presupuesto; pero el verdadero fin era doblegar la psique de los números para extraer sólidas consecuencias para aplicar a la criaturas del De Mª-Lô. Y no sólo de los números; los mandos intermedios se volvían locos intentando descifrar el criterio, inútilmente, pues éste era cambiado regularmente. La falta de criterio fijo era torturador y destructor de mentes sanas, que era lo que se deseaba.
Cada vez que hacías un informe, el primer escalón lo corregía. Cuando creías haber captado el sentido de sus críticas, y obtenías cierta holgura y confianza, el siguiente escalón lo desbarataba, y volvías a partir de cero. Con el tiempo, te amoldabas a ese criterio, que resultaba ser desbaratado. Cuando creías que habías entendido, la cadena se rompía con ceses y nombramientos, y tenías que empezar de nuevo en cero. Cada X tiempo empezabas de cero, ese era el único criterio, lo cual era doblegador.
Entonces, creyéndote listo, lo que hacías era tomar una actitud pasiva. Una vez destrozado tu orgullo - te decías- por lo menos dedicar el menor tiempo posible. Esa actitud era rápidamente captada, lo que provocaba una reprimenda humillante y volvías al punto cero. Era una cadena infernal de humillaciones y correcciones, hasta que tu cerebro se ablandaba y acababas por no usar criterio propio. Sin embargo, eso no te servía de punto de fuga, porque el M seguía machacando y machacando. Lo malo es que eso despertaba la feroz competencia de los demás (seres tarados) para adaptarse y subir escalones del escalafón, lo que que aumentaba el sufrimiento y los aullidos de desconsuelo, que por la noche se oían a millas de distancia de la Isla, más allá e sus aguas putrefactas. Una dolorosa carrera de ratas.
La mayoría de las víctimas tenía suerte: creía en la utilidad y el sentido de los informes. Creían lo que decían y estaban orgullosos de ellos. De vez en cuando recibían un salivazo de sus jefes, que creían que era un ascenso. Cuando les llegaban dos o tres salivazos, espurreando sangre, no cabían en sí de gozo.
Con todo, mucho peor era tu destino si entrabas en los proyectos del Dr. Eso era el llanto y crujir de dientes, olvidada toda esperanza, como dijo el Divino Dante.

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Resultados del Método: tarados premiados a salivazos |
Así, nuestra función se suponía que era principalmente hacer unos análisis e informes de diferente longitud, que luego se distribuían a círculos de nosotros mismos, acotados por el grado de confidencialidad. Esos infomes eran corregidos por la "cadena de mando", es decir, que pasaban por el filtro de menor a mayor grado de escalafón. Lo que el número había escrito quedaba al final totalmente triturado por dicha cadena.
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El campeón en salivazos |
Cada vez que hacías un informe, el primer escalón lo corregía. Cuando creías haber captado el sentido de sus críticas, y obtenías cierta holgura y confianza, el siguiente escalón lo desbarataba, y volvías a partir de cero. Con el tiempo, te amoldabas a ese criterio, que resultaba ser desbaratado. Cuando creías que habías entendido, la cadena se rompía con ceses y nombramientos, y tenías que empezar de nuevo en cero. Cada X tiempo empezabas de cero, ese era el único criterio, lo cual era doblegador.
Entonces, creyéndote listo, lo que hacías era tomar una actitud pasiva. Una vez destrozado tu orgullo - te decías- por lo menos dedicar el menor tiempo posible. Esa actitud era rápidamente captada, lo que provocaba una reprimenda humillante y volvías al punto cero. Era una cadena infernal de humillaciones y correcciones, hasta que tu cerebro se ablandaba y acababas por no usar criterio propio. Sin embargo, eso no te servía de punto de fuga, porque el M seguía machacando y machacando. Lo malo es que eso despertaba la feroz competencia de los demás (seres tarados) para adaptarse y subir escalones del escalafón, lo que que aumentaba el sufrimiento y los aullidos de desconsuelo, que por la noche se oían a millas de distancia de la Isla, más allá e sus aguas putrefactas. Una dolorosa carrera de ratas.
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Esperando salivazos |
Con todo, mucho peor era tu destino si entrabas en los proyectos del Dr. Eso era el llanto y crujir de dientes, olvidada toda esperanza, como dijo el Divino Dante.
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