"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

jueves, 29 de noviembre de 2012

Ojo de Alce

En la Isla, una de las operaciones quirúrgicas mas sonadas del Dr. Ma-lô (en la imagen),

fue la de Ojo-de-Alce. Se trataba de una operación de vanguardia, pues era el primer intento de crear una sabía combinación de Lince y de Alce, con algunas partículas de Jabalí, con el fin de combinar las virtudes de tales especies sin mezcla alguna de sus deficiencias. Como ya es sabido por unoa pocos, tras las indagaciones de hace años, ocultadas hasta ahora por la Conspiración, fue un sonoro fracaso.

No salió una nuevo espécimen con vista de lince y porte de Alce, con testarudez del Puerco, como pretendía, sino un engendro culibajo de grande y pesada cornamenta, burriciego, llamado por eso con ironía -esa ironía de sal gruesa que corría por los pasillos a espadas del Dr. M- Ojo-de-Alce (ver foto que consiguió hacer National Geografic de noche, aunque se rumorea que es una foto de un Alce que está trucada).

Sin embargo, poco de después se descubrió su utilidad impensada (Unintended Cosequences), pues O d A resultó ser, con su cara bobalicona a medio hacer, un espía de gran eficacia, sin escrúpulos de ningún tipo (el gran defecto de los espías: el sentimentalismo), una mala Baba y una tenacidad francamente de primera línea.

En la Isla, el pánico a las filtraciones es constante, como es natural y, además, se comprende. Ningún medio es suficiente para frenar la fuga al exterior de los designios del Doctor, más que nada por la estulticia de la mayoría de sus miembros, cuyos cerebros eran de origen de difícil identificación.

En esta tarea, O d A fue un recurso providencial. Cuando se ponía a la tarea de desenmascarar a alguien, era imparable hasta que conseguía triturar al sospechoso. No había manera de detenerle, a no ser que se enredara la cornamenta en alguna puerta, cosa que era frecuente, por el gran volumen de ésta (la cornamenta, no la puerta).

Así, no había pequeños paraísos artificiales en la isla. En cuanto se suponía que alguien quedaba aislado de la ferrea cadena de mando, allá que te iba O d A con sus cortas pero firmes piernas, su cornamenta enhiesta, y su mal olor, a remover las aguas turbias hasta prender al reo y sacarlo triunfalmente a la luz. Entonces, a éste se le había caído el pelo. Ya no volvería a sentirse seguro. Cuando O d A lograba desenmascarar al traidol, se producía un gran jolgorio - lo que no era inhabitual - con grandes riaotadas entre trasgos de comida y hidromiel, o así la llamaban, aunque era simplemente vino peleón sacarinado y agua, que la característica más pronunciada de esa "gente" era la tacañería.

Como saben, yo conseguí huir de allí con grandes penalidades, antes de que O d A viniera a por mí. Sabía que un día estaría en su lista, y algunos amagos de embestida tuve que soportar. Afortunadamente había una oportuna puerta de por medio. Sin embargo, nunca pude sustraerme a la fascinante atracción por el terror, y de vez en cuando paso por aquellas aguas putrefactas para rememorar amargamente aquellos tiempos de sobresaltos, y sentir una brizna de compasión por esos seres informes y desgraciados fabricados con ahínco por el Dr. MA-Lô, sin conocimientos suficientes para tal misión.



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