Es verdad que Keynes, o al menos el keynesianismo, ha fallado en Japón. Décadas de déficit público no ha conseguido levantar la economía - aunque nunca sabremos que hubiera pasado sin ellos. Pero no deja de ser un fallo escandaloso de la teoría del multiplicador, puesto que la deuda pública ha aumentado más que el PIB, sin lograr que arrancara.
Pero es que Keynes NO es una religión. Para empezar, Keynes - como dijo Minsky - es un excelente economista monetario, el mejor probablemente, el más original, al menos el primero en hablar de la demanda se dinero como inestable y decisiva. Las condiciones monetarias no se definen por la oferta de dinero del banco central, si no se comparan con la demanda de dinero. Oferta y demanda determinan las condiciones monetarias fáciles o difíciles. Eso no lo han entendido los de la escuela austriaca ni nunca lo entenderán.
Así que esa es una razón para salvar a Keynes de la hoguera: sus aportaciones decisivas a la economía monetaria. Aportaciones que no le negó ni Friedman, que decía más o menos lo que he dicho aquí (ver su artículo "John Maynard Keynes").
Hablando de Friedman, Mark Thoma nos lleva a Olivier Blanchard, que dice que necesitamos cinco modelos macroeconómicos para poder responder a los desafíos de hoy. Esto es inadmisible para la teoría de los Nuevos Clásicos, que no haya un solo modelo que responda a todo. Pero Blanchard, que se ha trajinado la crisis como jefe de economistas del FMI, sabe se lo que habla.
No se puede ser exclusivista sin riesgo de caer el el dogma.
Otro día me expandiré sobre esa proposición de Blanchard.
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