"How can I know what I think until I read what I write?" – Henry James


There are a few lone voices willing to utter heresy. I am an avid follower of Ilusion Monetaria, a blog by ex-Bank of Spain economist (and monetarist) Miguel Navascues here.
Dr Navascues calls a spade a spade. He exhorts Spain to break free of EMU oppression immediately. (Ambrose Evans-Pritchard)

miércoles, 3 de mayo de 2017

Un trozo insuperable de Josep Pla. El remordimiento


El remordimiento asunto complejo—. Para penetrar en los efectos de la fuerza retroactiva y ya me perdonarán—del remordimiento hay que tener mucha memoria, sobre todo para los detalles, y, en consecuencia, mucha salud y vitalidad. El remordimiento ha sido descrito sobre todo por personas candorosas: literatos y dramaturgos. En principio, no muy de fiar. 
El remordimiento existe, pero en muchos casos entra en un estado de dormilona pasividad. Todos llevamos encima algún que otro remordimiento. El remordimiento empieza a ser importante cuando se vuelve obsesivo. Muchas veces es incierto, de una vaguedad acentuada por el paso del tiempo del olvido—. 
Tal afirmación puede demostrarse recordando que hay hombres y mujeres capaces de vivir en un estado de conciencia turbia pero pasiva, y de hacer en cambio lo imposible por librarse de una reputación, de una fama carente de buenos adjetivos, aunque sea falsa. En definitiva, si el remordimiento depende de la vivacidad de la memoria, pero la memoria es muy vegetativa eso cuando no se esconde mediante la estrategia de la más fina astucia—, ¿puede asegurarse que la memoria funciona tan bien como suele decirse? ¿Funciona siempre o esporádicamente? El hecho de hacer muchas cosas de memoria no tiene nada que ver con tener memoria. La memoria automática, habitual, mecánica, no tiene nada que ver con la memoria viva. Desde el punto de vista de la memoria viva, ¿somos todos iguales o somos todos diferentes? 
Existe una clase de personas para quienes el remordimiento tiende a desaparecer: las que tienen éxito. Quizá desaparezca por falta de espacio. El éxito le invade a uno, y todo lo anterior desaparece. No se acuerdan de nada que les estorbe. Se les modifica incluso el aspecto físico; se los lleva el viento que les sopla por detrás y no vuelven nunca la cabeza. No les da tiempo a tener memoria. Tal vez los animales sean también así. 
Al pensar, panorámicamente, en la obra de Friedrich Nietzsche, que es una exaltación de los instintos, una apología de la antimediocridad destinada a proyectar sobre la vida todo tipo de especies, cuesta encontrar, en efecto, la palabra remordimiento. El remordimiento asunto complejo—. Para penetrar en los efectos de la fuerza retroactiva y ya me perdonarán—del remordimiento hay que tener mucha memoria, sobre todo para los detalles, y, en consecuencia, mucha salud y vitalidad. El remordimiento ha sido descrito sobre todo por personas candorosas: literatos y dramaturgos. En principio, no muy de fiar. El remordimiento existe, pero en muchos casos entra en un estado de dormilona pasividad. Todos llevamos encima algún que otro remordimiento. El remordimiento empieza a ser importante cuando se vuelve obsesivo. Muchas veces es incierto, de una vaguedad acentuada por el paso del tiempo del olvido—. Tal afirmación puede demostrarse recordando que hay hombres y mujeres capaces de vivir en un estado de conciencia turbia pero pasiva, y de hacer en cambio lo imposible por librarse de una reputación, de una fama carente de buenos adjetivos, aunque sea falsa. En definitiva, si el remordimiento depende de la vivacidad de la memoria, pero la memoria es muy vegetativa eso cuando no se esconde mediante la estrategia de la más fina astucia—, ¿puede asegurarse que la memoria funciona tan bien como suele decirse? ¿Funciona siempre o esporádicamente? El hecho de hacer muchas cosas de memoria no tiene nada que ver con tener memoria. La memoria automática, habitual, mecánica, no tiene nada que ver con la memoria viva. Desde el punto de vista de la memoria viva, ¿somos todos iguales o somos todos diferentes? Existe una clase de personas para quienes el remordimiento tiende a desaparecer: las que tienen éxito. Quizá desaparezca por falta de espacio. El éxito le invade a uno, y todo lo anterior desaparece. No se acuerdan de nada que les estorbe. Se les modifica incluso el aspecto físico; se los lleva el viento que les sopla por detrás y no vuelven nunca la cabeza. No les da tiempo a tener memoria. Tal vez los animales sean también así. Al pensar, panorámicamente, en la obra de Friedrich Nietzsche, que es una exaltación de los instintos, una apología de la antimediocridad destinada a proyectar sobre la vida todo tipo de especies, cuesta encontrar, en efecto, la palabra remordimiento.

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