Lo que sí está claro es que las consecuencias económicas para los demás países occidentales no se han hecho esperar - subidas de precios y costes y caídas de los mercados financieros -, y seguirán invadiendo nuestras vidas, muy condicionadas ya por más de diez años de debilidad, incierta recuperación, y expectativas pesimistas.
Putin no se va a conformar con Ucrania, como Hitler no se conformó con los Sudetes en el famoso Pacto de Munich. Putin ha olido la debilidad y desunión de Europa, y va a usar todos los recursos a su alcance para fragmentar aún más y debilitar nuestra economía y forma de vida. La debilidad, hemos ido nosotros mismos a exponérsela sin apenas distorsiones. A ello hay que sumar la exhibida por EEUU. El balance hubiera sido probablemente mejor para nosotros mostrando más firmeza en defensa de Ucrania. Pero estas cosas no se improvisan. Cada país de la UE ha querido jugar al estratega por su cuenta, sin exhibir la más mínima unión. EEUU también ha ido por su cuenta. No es extraño que el papel de la OTAN haya sido lamentable.
Putin va ganando por goleada, y si acaba con Ucrania veremos cual será su próxima jugada.
De momento se anuncian represalias económicas, pero tras una nebulosa sin que se sepa nada en concreto. Las represalias económicas tienen dos filos. Desde luego que Rusia vive de sus exportaciones de energía y materias primas, que él mismo no sabe explotar. Pero a nosotros cerrar esas importaciones, vitales para nuestra vida, es un golpe enorme. Rusia cuenta además con el apoyo de China, lo que ofrece un panorama más que sombrío. Un cambio ciertamente crucial para los próximos años.
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