En Three steps to resolving the eurozone crisis, George Soros no precisa muy bien cómo se articularía lo que propone, aunque no suena mal del todo. Lo peor es que se olvida del crecimiento, aspecto desdeñado una y otra vez por el diunvirato (Merkel y Salkozy) y el triunvirato (ambos y el BCE).
Soros propone tres medidas como necesarias, pero no suficientes:
De este dato surge la dificultad de la segunda medida de Soros, un eurobono para financiar a todos, buenos y malos. Esto supondría encarecer al doble el coste financiero de Alemania, del 2,4% actual a 10 años año 4,8%, según estimaciones.
Por eso, ayer mismo, Merkel y Sarkozy se han opuesto al bono único. Eso podría venir con una previa disciplina única fiscal, y no podría ser más que de los pagadores, lo cual se antoja difícil de implementar.
En cuanto a la tercera, un mecanismo de salida habría sido muy pertinente al principio de esta locura (hubiera impuesto primas de riesgo distintas ante la posibilidad de expulsión, lo que indudablemente hubiera enfriado la orgía inmobiliaria), pero ahora... dice Soros, que sólo sería para países pequeños, como Grecia, pero me parece difícil evitar el contagio y la especulación de cuál sería el siguiente.
Finalmente, falta la consideración del crecimiento. El crecimiento no va a llegar espontánemente. Como ya han dicho muchos, pasa por acelerar el ahora bloqueado proceso de desendeudamiento, mediante una inflación que eleve los precios de los colaterales, del patrimonio de los endeudados, y de sus rentas, en relación a sus deudas, que siguen fijas.
Lo ha dicho Rogoff, lo ha dicho Daniel Gros, lo ha dicho Simon Johnson, y lo ha dicho Carmen Reinhard, con su "represión" de la deuda.
En la antiguedad griega, las deudas impagadas llevaban a la esclavitud. El deudor insolvente se convertía en esclavo del acreedor. Se dice que Solón, el gran reformador y legislador de Atenas, liberó de las deudas impagables a los campesinos, que pudieron seguir produciendo sin ser esclavizados. Debió de ver que eran más productivos como hombres libres.
Las deuda impagables llevan hoy a la esclavitud colectiva. O se condonan más o menos voluntariamente, o se reducen mediante la inflación.
Entre una inflación del 6%, que acelere el trasvase de poder adquisitivo de las clases pasivas a las productivas, o que me garanticen una estabilidad de una inflación menor al 2%, pero con la amenaza creciente de una implosión del euro y de una crisis terrorífica, de autoridad y de caos, con un más que probable corralito sobre nuestras posesiones y rentas, obviamente prefiero lo primero. La inflación nunca ha traído consigo la revolución, mientras que la depresión y el paro trajeron en los años treinta lo peor de la naturaleza humana, hasta que hubo que hacer una guerra para restablecer la dimensión humana en Europa. Se suele olvidar que fueron potencias ajenas a Europa continental las que restablecieron la normalidad a un coste en vidas incalculable. Nos lo decía Daniel-Gros el otro día:
Charles Wyplosz lo decía el otro día:
Soros propone tres medidas como necesarias, pero no suficientes:
A comprehensive solution to the euro crisis must have three major components: reform and recapitalisation of the banking system; a eurobond regime; and an exit mechanism.La primera se ha tomado autorizando al EFSF salvar bancos, dice Soros; lo que es necesario ahora es darle el poder para supervisarlos: traspasar las incestuosas relaciones actulaes de supervisión a una entidad distante. No sé, pero me parece que el problema del EFSF es de falta de recursos, pues no cubre más que la salvación de países pequeñitos: si tuviera que arramplar con Italia, necesitaría triplicar sus 440 mm disponibles, pues la deuda de Italia es exactamente igual al PIB de Alemania.
De este dato surge la dificultad de la segunda medida de Soros, un eurobono para financiar a todos, buenos y malos. Esto supondría encarecer al doble el coste financiero de Alemania, del 2,4% actual a 10 años año 4,8%, según estimaciones.
Por eso, ayer mismo, Merkel y Sarkozy se han opuesto al bono único. Eso podría venir con una previa disciplina única fiscal, y no podría ser más que de los pagadores, lo cual se antoja difícil de implementar.
En cuanto a la tercera, un mecanismo de salida habría sido muy pertinente al principio de esta locura (hubiera impuesto primas de riesgo distintas ante la posibilidad de expulsión, lo que indudablemente hubiera enfriado la orgía inmobiliaria), pero ahora... dice Soros, que sólo sería para países pequeños, como Grecia, pero me parece difícil evitar el contagio y la especulación de cuál sería el siguiente.
Finalmente, falta la consideración del crecimiento. El crecimiento no va a llegar espontánemente. Como ya han dicho muchos, pasa por acelerar el ahora bloqueado proceso de desendeudamiento, mediante una inflación que eleve los precios de los colaterales, del patrimonio de los endeudados, y de sus rentas, en relación a sus deudas, que siguen fijas.
Lo ha dicho Rogoff, lo ha dicho Daniel Gros, lo ha dicho Simon Johnson, y lo ha dicho Carmen Reinhard, con su "represión" de la deuda.
En la antiguedad griega, las deudas impagadas llevaban a la esclavitud. El deudor insolvente se convertía en esclavo del acreedor. Se dice que Solón, el gran reformador y legislador de Atenas, liberó de las deudas impagables a los campesinos, que pudieron seguir produciendo sin ser esclavizados. Debió de ver que eran más productivos como hombres libres.
Las deuda impagables llevan hoy a la esclavitud colectiva. O se condonan más o menos voluntariamente, o se reducen mediante la inflación.
Entre una inflación del 6%, que acelere el trasvase de poder adquisitivo de las clases pasivas a las productivas, o que me garanticen una estabilidad de una inflación menor al 2%, pero con la amenaza creciente de una implosión del euro y de una crisis terrorífica, de autoridad y de caos, con un más que probable corralito sobre nuestras posesiones y rentas, obviamente prefiero lo primero. La inflación nunca ha traído consigo la revolución, mientras que la depresión y el paro trajeron en los años treinta lo peor de la naturaleza humana, hasta que hubo que hacer una guerra para restablecer la dimensión humana en Europa. Se suele olvidar que fueron potencias ajenas a Europa continental las que restablecieron la normalidad a un coste en vidas incalculable. Nos lo decía Daniel-Gros el otro día:
It would of course be much better if the ECB did not have to ‘bail out’ the European rescue mechanism, but in this case one has to choose between two evils. Even a massive increase in the ECB’s balance sheet (which if the US experience is any guide will not lead to inflation) constitutes a lesser evil compared to a breakdown of the Eurozone financial system.No hay un camino idóneo. Hay que elegir entre el mal controlable y el fantasma de una sociedad enferma, parada, y sin esperanza, que llega a soñar con una guerra para liberarse. Y el mal menos es que el BCE sea un banco central de todos, no de Alemania, y condicionalmente a un rigor fiscal, programe un periodo de excepción con un objetivo de inflación más alto. Esto sería un panorama asumible por todos, sobre todo sin con él se elude el infierno.
Charles Wyplosz lo decía el otro día:
El espectro de un continente arrasado, sin estado europeo ni estados nacionales, con el poder en manos de los más fuertes, es lo que nos amenaza. Y es mejor saberlo.The spectre of the 1930s, including competitive devaluations as the euro breaks up, is getting dangerously relevant.
2 comentarios:
Purquéi? Purquéi? A min me daría vergüensa...
pues a mí más: nunca tuvisteis la manija
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